El inmigrante el nuevo judío (El otro)
Lo que resulta indignante
Tras la victoria del tanatomagnate Donald Trump se ha desestabilizado el
orden conceptual imperante de las ideas en todo el globo, forjado por la
palabra “indignación” e “incredulidad” no se acepta con facilidad los resultados puesto que
en el imaginario social, (concepto de
Cornelius Castoriadis), por decirlo de otro modo, la crítica del común de los
mortales establece que es ininteligible como un país tan poderoso y digno de
envidia por muchas personas haya elegido como su presidente a un hombre que sin
vergüenza se ha vanagloriado de su superioridad y del odio hacía lo diferente,
enalteciendo el patriotismo blanco americano. Para este hombre de cuyas
características no dejan de asombrar hasta a los politólogos más
experimentados, lo que importa es limpiar la américa de los americanos de todo
aquel que la dañe, -según él-, y corrompa la integridad que como gran nación ha
perdido por tanta condescendencia por parte de las medidas migratorias tanto de
Obama como de sus programas de gabinete.
El germen de la publicidad electoral
Si bien, la campaña de Trump en un principio y podemos imaginarlo con un
poco de ingenio, tenía y debía tener un “otro” que pueda ser señalado como el
culpable de todo, para entonces generar una víctima, dicha victima una vez
convencida y envuelta en la paranoia mediática pensará que aquel “otro” ya no
es más que el generador de todos sus males, y entonces comienza en el
inconsciente colectivo la frase, “nos están robando el país”. Cuando Hitler
entra en campaña ya sabía a qué individuo achacarle los problemas de la
Alemania de la primera postguerra, el judío era el culpable, ese tipo de nariz
aguileña y de pinta nauseabunda por sus largas barbas se estaba robando al
país, a las mujeres, a los empleos, los puestos de la academia, los bancos, las
empresas, ¿por qué? Porque los judíos, decía, son tipos muy inteligentes y hay
que frenarlos. Este discurso político ocasionó el mismo retroceso mental de
quienes en su condición de inferioridad, no aceptada pero pensada, tenían a
quién culpar de su desgracia. El discurso pasa de ser racista a ser
epistemicida, es decir, mata la consciencia del otro a partir de la mía, en
este caso, los nuevos alemanes son aquellos norteamericanos que creen, confían y
ciegamente votaron por Trump. Los negros, los discapacitados, los inmigrantes,
los delincuentes y los mexicanos son los nuevos judíos, son las nuevas víctimas.
Son el Otro.
Un breve marco histórico
El miedo y la paranoia de vivir otro 11 de septiembre, de ser invadido
por los musulmanes radicales hizo en buena parte, que Trump se irguiera como el
candidato fuerte para defender un país fuerte, y esto en cuanto principio
político tiene efectos positivos, hasta biológicos e instintivos, apreciar al
fuerte que propone cosas que quería escuchar desde hace mucho pero que temía
que al decirlas me tacharan de monstruo. Entonces Donald Trump es el resultado
de una sociedad impotente ante sus miedos, ante sus temores y sus
frustraciones, no sólo de aquellos que se sintieron afectados directamente por
ser gobernados por un presidente negro, también aquellos que no quieren volver
a vivir un atentado, tal parece que los recientes atentados parisinos vinieron
a dar fuerza a la victoria del magnate pelirrubio.
En la actualidad, la época de la imagen del mundo como diría Heidegger
está siendo afectada por los enfrentamientos entre dos creencias, la lucha de
ISIS y Francia, el occidente católico y los musulmanes en una batalla de
dioses, uno cree tener la razón en cuanto a la existencia de su dios y el otro
asegura que el suyo es el verdadero, bajo estos preceptos no es raro que un
tipo sincero, que dijo lo que creía y pensaba ganará la silla de la Casa
blanca.
Vemos como muchísimos hombres, mujeres y niños mueren todos los días al
intentar buscar un refugio en otros países huyendo de las guerras sanguinarias
de sus ciudades natales. Estos son posibles bancos de ideologías erradas por
aquellos que están bajo el yugo del occidentalismo, se puede leer y escuchar
frases como, “Los refugiados vienen con sus dioses y sus armas” se le teme
tanto, como se le temía a la ola roja en la segunda guerra mundial, Hitler fue
un proyecto de varios países de la elite europea y la economía norteamericana
para acabar con los comunistas, Donald Trump es el nuevo Hitler, que viene a
solucionar el problema de los refugiados. Trump ama a su país y lo quiere ver
grande, más engrandecido que antes, la misma visión Hitleriana, la misma
cosmovisión de sí mismo, “yo soy muy importante, sólo yo puedo darle esa
grandeza a Estados Unidos” una frase, que atina demasiado con la de Hitler, “Estamos
muy felices de que el futuro nos pertenezca” y los camisas pardas, la tropas de
asalto y todos los asistentes a ese discurso gritaron de euforia.
El nuevo bicho kafkiano
Cuando Gregorio Samsa se despertó una
mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en
un monstruoso insecto. Dice Kafka en su metamorfosis, y sí,
lo mismo le pasó a todos a aquellos que despertaron después de las elecciones
del pasado 8 de Noviembre y que eran la presa de las políticas raciales del
candidato de copete amarillo. Los inmigrantes se habían convertido en un
asqueroso bicho que debía ser eliminado. Recuerdo con profundidad aquella
escena de Roman Polanski en El pianista donde a un señor en sillas de ruedas lo
tiran desde un balcón, así lo hizo Trump durante un mitin en Carolina del norte
al burlarse del periodista Serge Kovaleski que sufre artrogriposis al mofarse
por su forma de mover los brazos. Estamos ante un sujeto que no se reconoce al
mirarse en los ojos del otro, idea hermosamente trabajada por las filosofías de
la 2da posguerra. No se puede andar por ahí sin mirarnos en los ojos del otro
porque es en la medida en que nos vemos reflejados en ellos que podemos
reconocernos y reconocer al otro como un igual, pero entre la ceguera de las
ideas corrosivas del odio y la intolerancia radica el deseo de superioridad. Parecería
que la voluntad de desierto que lo destruye todo se haya apoderado del espíritu
norteamericano.
El nuevo presidente de los Estados unidos, así como el movimiento nazi y
el triunfo de los malos es resultado de un abuso de la subjetividad. De partir erróneamente
desde la premisa del “yo” per del “yo-mato” “yo-domino” “yo-expulso” “yo-odio”
y mi odio al contagiarlo a los otros adquiere más instrumentabilidad. Lo que le
espera al país más poderoso del mundo es un juego de dados, no se sabe, se
puede inferir, pero Donald Trump es como la Gorgona, es, lo que no se es, y
para ser, necesita hacer que el que es, deje de ser.
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