Hebert
Marcuse, un intelectual en México.
Nacido en el antiguo
Imperio Alemán en 1898 Herbert Marcuse fue un filósofo y sociólogo Berlinés uno
de los más importantes miembros de la Escuela de Frankfurt inaugurada en 1923.
Sin duda alguna y
pocos pueden sostenerlo, la figura intelectual de Marcuse no solamente se debe
al hecho de su éxito adscrito en La ontología de Hegel y la teoría de la
historicidad o El hombre unidimensional sino, a su
militancia política que tuvo como exégesis en su condición de judío, lo que lo
alejó de su maestro Heidegger a quien tanto admiraba y con quien se carteó post
la segunda guerra mundial.
Enrique González
Pedrero invitó en 1966 a Marcuse para que visitara México e impartiera unos
cursos de invierno en la Escuela de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM; el después Gobernador de Tabasco e
intelectual egresado de la Sorbona quería que Herbert a quien admiraba y leía
con avidez tuviera una participación en los acontecimientos estudiantiles que
ya se vislumbraban en todo el mundo y también en nuestro país.
Las conferencias
fueron todo un éxito y mantuvo un contacto cercano así como una proyección a
posteriori en el pensamiento de los estudiantes hambrientos de una teoría
que uniera a dos de los exponentes más tocados en esa época, Marx y Freud. Para
cuando Marcuse llego a la Ciudad Universitaria como una coincidencia del
destino Erich From impartía un curso en la misma, deseoso de verlo y saludarlo
el encuentro (que pudo haber sido interesante) no se concretó en palabras del
filósofo Francisco López Cámara quien lo recibió en el aeropuerto.
Sus libros
fueron popularizados por catedráticos y estudiantes que los difundieron y
apoyaron con la frase “Marx de día y Freud de noche” las exóticas teorías
revolucionarias del que fuera alumno de Husserl, Herbert Marcuse apasionaron a
toda una generación. La filosofía de Marcuse se explayaba ya con notable
lucidez sobre la libertad del sujeto concepto quizá, heredado de los tratados
Hegelianos que leyera con mucho entusiasmo en su época doctoral; explicaba en
sus cursos del 66’s que el individuo no debería servir como un medio para un
fin, que el sujeto mismo era ya un fin.
Otra explicación
de su deslumbrante episteme se debe a que para esas fechas ya se había
adentrado en otro filósofo disidente y fabuloso como lo fue Jean Paul Sartre a
quien conociera tan solo un año después de su visita en México la cual fue para
él un verdadero triunfo para su ego; recordemos que Sartre como el mayor
intelectual parisino no podía trastabillar y cuando el editor Jonh Gerassi le
hace saber que Herbert moría por conocerlo el escritor de El ser y la nada
no había leído nada de su colega y no quería ponerlo en ridículo por lo que le solicitó
que fuese él quien hiciera las primeras preguntas al miembro de la EF, y Sartre
con solo oírlo conocería todo su pensamiento. Y así fue, Marcuse salió contento
pues no podía creer que Sartre el hombre que tanto admiraba lo conociera tanto.
Sartre no había leído nada de él hasta entonces. Así era Sartre. ¡Un grande!
Dos años después
y ya con el álgido movimiento estudiantil del 68 se publicaron los debates que
Marcuse tuvo en México junto con otros egregios como André Gorz y Serge Mallet.
Para el 8 de Mayo del mismo año el escritor José Emilio Pacheco escribía en su columna
de “La cultura en México” la importancia y la penetración del pensamiento de
Marcuse en los jóvenes y su metamorfosis de filósofo a líder estudiantil y de
masas. Los rebeldes de las sociedades opulentas afirman que el ideólogo de la
rebelión moral, política e intelectual era Herbert Marcuse, afirmaba Pacheco.
La proyección
en México de la figura eximia de Marcuse se refleja en los artículos y
entrevistas posteriores a su visita y así la notable influencia que tuvo en
escritores, pensadores, periodistas e intelectuales mexicanos como Monsiváis,
Fuentes, Pacheco, González Pedrero y López Cámara, por puntualizar algunos.
Si existió o
existe una crítica hacía la militancia de Marcuse en los movimientos
estudiantiles del 68 sería su periferia a los núcleos revolucionarios de las
capitales europeas como latinoamericanas, porque mientras Sartre era quien en
las calles movilizaba a los estudiantes y las gentes junto con otras
personalidades como Blanchot, Gorz, Klossowski, Lacan, Lefevre y Nadeau,
Marcuse era solo un ideólogo mientras que Sartre era un activo hombre de las
calles.
Para finalizar,
en 1967 algunos periodistas que informaban sobre los disturbios de Berlín
aseguraron que los estudiantes guardaban debajo de sus chaquetas de cuero negro
un librito de Marcuse, La tolerancia represiva.
Por Antonio
Pérez-Paredes
Docente de primaria y Universidad.
Docente de primaria y Universidad.
Cancún,
México, 2017