sábado, 19 de noviembre de 2016

Simone de Beauvoir visita Chichen Itzá


Simone de Beauvoir visita Chichen Itzá

Simone-Lucie-Ernestine-Marie Bertrand de Beauvoi. Nombre completo de la feminista y filósofa francesa nacida un 9 de Enero de 1908 y acaecida el 14 de abril de 1986. Escritora, existencialista, atea, libre, mordaz, musa de poetas y escritores, intelectual, mujer, artista, pensadora, amante, amiga, hizo de su paso por este mundo un elixir de la posvida. Pareja sentimental de Sarte, el más influyente e importante filósofo del siglo que pasó.

La activista social Nelly Benson y el novelista Richard Wright a quien Simone había conocido en 1947 junto con Sartre, le recomiendan con insistencia que a su llegada a Estados Unidos al ser invitada como Profesora se reúna con el escritor Nelson Algren, de quien habían hablado maravillas y cosas no tan buenas, era un excéntrico y solitario escritor a quien rápidamente Simone admiró y quiso, amó y desesperó. Con él viajaría en 1948 a México.  
Beauvoir y Algren

Aquel hombre a quien conoció en Chicago del que se decía entre otras cosas que era un neurótico Simone descubrió que poseía el don más extraño en un hombre. La bondad.

Después de conocer Cincinnati, Ohio, Kentucky, Memphis y quejarse del whisky llegó a Mérida el 26 de Mayo de 1948. Le asombraron las calles blancas y limpias, los carros alados por caballos y del calor insoportable habló en sus cartas a Sartre. Vio a los hombres con sombreros de paja, de esos que hacen en cuevas por ciertas comunidades yucatecas.
Quedó fascinada por los trajes femeninos típicos a los que describió como una especie de camisola con figuras florales de colores que adornaban, cuellos y hombros de las mujeres, de sus chongos sostenidos por una peineta, de los vendedores de frutas, la comida extraña, los ambulantes, sus calles, le parecía una auténtica ciudad libre de los prototipos estadounidenses. Mientras ella comía plátanos y guayabas su amante Algren fotografiaba todo a su paso.
Traje típico del que describe Simone

En Mérida asistió a las corridas de toros y al box, deporte que Algren amaba con acusación. Al día siguiente del box visitó Chichen Itzá, quedó maravillada. Le contó esa misma noche en una carta a Jean Paul mientras bebía un trago en el hotel Colón uno de los más famosos y antiguos hoy en día, que Mérida se parecía a Marrakech en Marruecos. Se enamoró de sus flamboyanes.


También visitó Uxmal pero sin la algarabía de hacerlo acompañada. Su amante no quiso cederle, el viaje juntos. Las semanas que pasó las disfrutó mucho, -y así se ve reflejado en su correspondencia-. Luego conoció Guatemala ciudad a la que consideró lúgubre y pobre. Llena de miseria en sus calles.
Luego regresarían a la ciudad de México donde se instalarían en el Hotel Cortés de la avenida Hidalgo número 85. Conocerá Xochimilco, Tasco, Cuernavaca, Puebla, Teotihuacán. De nuevo en la Ciudad visitan ahora un bar de putas, van al teatro y a ver bailes folklóricos. Las noches de México fueron una habitación donde se encontraban para amarse.
Probó la cerveza mexicana, le gustó mucho y la comparó con la alemana, recorrió vecindades y vio largas filas para usar el retrete. Se sorprendió de que la gente criara pollos dentro sus casas. De Teotihuacán le encantó su inmensidad pero en belleza era mejor las ruinas mayas. Visitó el Museo Nacional, las pinturas de Rivera, en una escapada llegó hasta Janitzio donde conoció el arte textil del que se diría “encantada”.
Así fue la travesía en México de la incomparable Simone de Beauvoir, cuyas anécdotas podemos leer en La fuerza de las cosas y en Los mandarines.

El fotógrafo Art Shay , el mejor amigo de Algren, fotografió a  Simone y cuenta cómo le robó el desnudo...

 … mi amigo Nelson Algren estaba molesto porque su apartamento alquilado a $10 dólares por mes no tenía bañera ni ducha. Así que me preguntó ¿hay un lugar para que Simone pueda ducharse?. Como joven fotógrafo de la revista Life, siempre tenía la Leica conmigo y este día no fue la excepción.

Antonio Pérez-Paredes
Docente de primaria y profesor de pedagogía en la Universidad de Sur campus Cancún. 


lunes, 14 de noviembre de 2016

El inmigrante el nuevo judío (El otro)






El inmigrante el nuevo judío (El otro)

Lo que resulta indignante

Tras la victoria del tanatomagnate Donald Trump se ha desestabilizado el orden conceptual imperante de las ideas en todo el globo, forjado por la palabra “indignación” e “incredulidad” no  se acepta con facilidad los resultados puesto que en el imaginario social, (concepto de Cornelius Castoriadis), por decirlo de otro modo, la crítica del común de los mortales establece que es ininteligible como un país tan poderoso y digno de envidia por muchas personas haya elegido como su presidente a un hombre que sin vergüenza se ha vanagloriado de su superioridad y del odio hacía lo diferente, enalteciendo el patriotismo blanco americano. Para este hombre de cuyas características no dejan de asombrar hasta a los politólogos más experimentados, lo que importa es limpiar la américa de los americanos de todo aquel que la dañe, -según él-, y corrompa la integridad que como gran nación ha perdido por tanta condescendencia por parte de las medidas migratorias tanto de Obama como de sus programas de gabinete.

El germen de la publicidad electoral  

Si bien, la campaña de Trump en un principio y podemos imaginarlo con un poco de ingenio, tenía y debía tener un “otro” que pueda ser señalado como el culpable de todo, para entonces generar una víctima, dicha victima una vez convencida y envuelta en la paranoia mediática pensará que aquel “otro” ya no es más que el generador de todos sus males, y entonces comienza en el inconsciente colectivo la frase, “nos están robando el país”. Cuando Hitler entra en campaña ya sabía a qué individuo achacarle los problemas de la Alemania de la primera postguerra, el judío era el culpable, ese tipo de nariz aguileña y de pinta nauseabunda por sus largas barbas se estaba robando al país, a las mujeres, a los empleos, los puestos de la academia, los bancos, las empresas, ¿por qué? Porque los judíos, decía, son tipos muy inteligentes y hay que frenarlos. Este discurso político ocasionó el mismo retroceso mental de quienes en su condición de inferioridad, no aceptada pero pensada, tenían a quién culpar de su desgracia. El discurso pasa de ser racista a ser epistemicida, es decir, mata la consciencia del otro a partir de la mía, en este caso, los nuevos alemanes son aquellos norteamericanos que creen, confían y ciegamente votaron por Trump. Los negros, los discapacitados, los inmigrantes, los delincuentes y los mexicanos son los nuevos judíos, son las nuevas víctimas. Son el Otro.

Un breve marco histórico

El miedo y la paranoia de vivir otro 11 de septiembre, de ser invadido por los musulmanes radicales hizo en buena parte, que Trump se irguiera como el candidato fuerte para defender un país fuerte, y esto en cuanto principio político tiene efectos positivos, hasta biológicos e instintivos, apreciar al fuerte que propone cosas que quería escuchar desde hace mucho pero que temía que al decirlas me tacharan de monstruo. Entonces Donald Trump es el resultado de una sociedad impotente ante sus miedos, ante sus temores y sus frustraciones, no sólo de aquellos que se sintieron afectados directamente por ser gobernados por un presidente negro, también aquellos que no quieren volver a vivir un atentado, tal parece que los recientes atentados parisinos vinieron a dar fuerza a la victoria del magnate pelirrubio.

En la actualidad, la época de la imagen del mundo como diría Heidegger está siendo afectada por los enfrentamientos entre dos creencias, la lucha de ISIS y Francia, el occidente católico y los musulmanes en una batalla de dioses, uno cree tener la razón en cuanto a la existencia de su dios y el otro asegura que el suyo es el verdadero, bajo estos preceptos no es raro que un tipo sincero, que dijo lo que creía y pensaba ganará la silla de la Casa blanca.

Vemos como muchísimos hombres, mujeres y niños mueren todos los días al intentar buscar un refugio en otros países huyendo de las guerras sanguinarias de sus ciudades natales. Estos son posibles bancos de ideologías erradas por aquellos que están bajo el yugo del occidentalismo, se puede leer y escuchar frases como, “Los refugiados vienen con sus dioses y sus armas” se le teme tanto, como se le temía a la ola roja en la segunda guerra mundial, Hitler fue un proyecto de varios países de la elite europea y la economía norteamericana para acabar con los comunistas, Donald Trump es el nuevo Hitler, que viene a solucionar el problema de los refugiados. Trump ama a su país y lo quiere ver grande, más engrandecido que antes, la misma visión Hitleriana, la misma cosmovisión de sí mismo, “yo soy muy importante, sólo yo puedo darle esa grandeza a Estados Unidos” una frase, que atina demasiado con la de Hitler, “Estamos muy felices de que el futuro nos pertenezca” y los camisas pardas, la tropas de asalto y todos los asistentes a ese discurso gritaron de euforia.

El nuevo bicho kafkiano

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Dice Kafka en su metamorfosis, y sí, lo mismo le pasó a todos a aquellos que despertaron después de las elecciones del pasado 8 de Noviembre y que eran la presa de las políticas raciales del candidato de copete amarillo. Los inmigrantes se habían convertido en un asqueroso bicho que debía ser eliminado. Recuerdo con profundidad aquella escena de Roman Polanski en El pianista donde a un señor en sillas de ruedas lo tiran desde un balcón, así lo hizo Trump durante un mitin en Carolina del norte al burlarse del periodista Serge Kovaleski que sufre artrogriposis al mofarse por su forma de mover los brazos. Estamos ante un sujeto que no se reconoce al mirarse en los ojos del otro, idea hermosamente trabajada por las filosofías de la 2da posguerra. No se puede andar por ahí sin mirarnos en los ojos del otro porque es en la medida en que nos vemos reflejados en ellos que podemos reconocernos y reconocer al otro como un igual, pero entre la ceguera de las ideas corrosivas del odio y la intolerancia radica el deseo de superioridad. Parecería que la voluntad de desierto que lo destruye todo se haya apoderado del espíritu norteamericano.

El nuevo presidente de los Estados unidos, así como el movimiento nazi y el triunfo de los malos es resultado de un abuso de la subjetividad. De partir erróneamente desde la premisa del “yo” per del “yo-mato” “yo-domino” “yo-expulso” “yo-odio” y mi odio al contagiarlo a los otros adquiere más instrumentabilidad. Lo que le espera al país más poderoso del mundo es un juego de dados, no se sabe, se puede inferir, pero Donald Trump es como la Gorgona, es, lo que no se es, y para ser, necesita hacer que el que es, deje de ser.