Simone
de Beauvoir visita Chichen Itzá
Simone-Lucie-Ernestine-Marie
Bertrand de Beauvoi. Nombre completo de la feminista y filósofa francesa
nacida un 9 de Enero de 1908 y acaecida el 14 de abril de 1986. Escritora, existencialista,
atea, libre, mordaz, musa de poetas y escritores, intelectual, mujer, artista,
pensadora, amante, amiga, hizo de su paso por este mundo un elixir de la
posvida. Pareja sentimental de Sarte, el más influyente e importante filósofo
del siglo que pasó.
La
activista social Nelly Benson y el novelista Richard Wright a quien Simone
había conocido en 1947 junto con Sartre, le recomiendan con insistencia que a
su llegada a Estados Unidos al ser invitada como Profesora se reúna con el
escritor Nelson Algren, de quien habían hablado maravillas y cosas no tan
buenas, era un excéntrico y solitario escritor a quien rápidamente Simone
admiró y quiso, amó y desesperó. Con él viajaría en 1948 a México.
Beauvoir y Algren |
Aquel
hombre a quien conoció en Chicago del que se decía entre otras cosas que era un
neurótico Simone descubrió que poseía el don más extraño en un hombre. La bondad.
Después
de conocer Cincinnati, Ohio, Kentucky, Memphis y quejarse del whisky llegó a
Mérida el 26 de Mayo de 1948. Le asombraron las calles blancas y limpias, los
carros alados por caballos y del calor insoportable habló en sus cartas a
Sartre. Vio a los hombres con sombreros de paja, de esos que hacen en cuevas
por ciertas comunidades yucatecas.
Quedó fascinada por los trajes femeninos
típicos a los que describió como una especie de camisola con figuras florales
de colores que adornaban, cuellos y hombros de las mujeres, de sus chongos
sostenidos por una peineta, de los vendedores de frutas, la comida extraña, los
ambulantes, sus calles, le parecía una auténtica ciudad libre de los prototipos
estadounidenses. Mientras ella comía plátanos y guayabas su amante Algren fotografiaba
todo a su paso.
Traje típico del que describe Simone |
En
Mérida asistió a las corridas de toros y al box, deporte que Algren amaba con
acusación. Al día siguiente del box visitó Chichen Itzá, quedó maravillada. Le contó
esa misma noche en una carta a Jean Paul mientras bebía un trago en el hotel
Colón uno de los más famosos y antiguos hoy en día, que Mérida se parecía a
Marrakech en Marruecos. Se enamoró de sus flamboyanes.
También
visitó Uxmal pero sin la algarabía de hacerlo acompañada. Su amante no quiso
cederle, el viaje juntos. Las semanas que pasó las disfrutó mucho, -y así se ve
reflejado en su correspondencia-. Luego conoció Guatemala ciudad a la que consideró
lúgubre y pobre. Llena de miseria en sus calles.
Luego
regresarían a la ciudad de México donde se instalarían en el Hotel Cortés de la
avenida Hidalgo número 85. Conocerá Xochimilco, Tasco, Cuernavaca, Puebla, Teotihuacán.
De nuevo en la Ciudad visitan ahora un bar de putas, van al teatro y a ver
bailes folklóricos. Las noches de México fueron una habitación donde se
encontraban para amarse.
Probó
la cerveza mexicana, le gustó mucho y la comparó con la alemana, recorrió
vecindades y vio largas filas para usar el retrete. Se sorprendió de que la
gente criara pollos dentro sus casas. De Teotihuacán le encantó su inmensidad
pero en belleza era mejor las ruinas mayas. Visitó el Museo Nacional, las
pinturas de Rivera, en una escapada llegó hasta Janitzio donde conoció el arte
textil del que se diría “encantada”.
Así
fue la travesía en México de la incomparable Simone de Beauvoir, cuyas anécdotas
podemos leer en La fuerza de las cosas
y en Los mandarines.
Antonio Pérez-Paredes
Docente de primaria y profesor de pedagogía en la Universidad de Sur campus Cancún.