(El siguiente texto recoge la clase del día 9 de octubre de
2021 para la Lección de Legislación educativa en la Universidad del Sur Campus
Cancún).
Toda civilización o grupo
poblacional, que pretende crecer y expandirse, indudablemente, como dijo
Jaeger, -tienden a practicar la educación-, con ello, con esa práctica, nacen o
se nutren y reproducen variopintas situaciones cotidianas, que rigen y
contextualizan el modo de vida de una comunidad específica; si esta logra
dominar territorios, e invade a otros pueblos, siempre lleva consigo, muchas
veces imponiéndose sobre la cultura base, sus propias formas de vivir,
costumbres, leyes, penas, castigos y su educación.
La siguiente lección pretende ser
un preámbulo para comprender a posteriori los aspectos históricos que dieron
lugar, -después de la Conquista-, a las leyes y normas, reformas y peculiares
legislaciones en torno a la educación en un nuevo Estado.
Desde tiempos remotos, el
territorio de México, fue poblado por muy distintos pueblos, cada uno de ellos
con una identidad rica desde el punto de vista de la antropología y la
historia. Es menester advertir, que para nuestra clase hemos de usar como
fuente principal, -y no porque no conociéramos otra-, el libro “México a través
de los siglos” más porque no es objetivo nuestro, profundizar muchísimo sobre
este tema, en su lugar, bien, conocer un panorama para tener un punto de
partida, sobre los antecedentes educativos, es decir, ¿Cómo era su educación?
¿Qué aprendían los niños? ¿Quién o quiénes eran sus maestros? ¿de dónde podrían
proceder las actuales concepciones de castigos ante un delito o crimen? ¿Cuáles
eran sus costumbres ligadas a estas actividades? En fin, sírvase esta lección
como una introducción modesta.
Los nahoas
Entre el pueblo Nahoa[1],
el matrimonio, juega un papel fundamental, desconocemos si esta característica
hacía reivindicar las normas fijadas o si jugaba un papel únicamente social o
también político, podríamos suponer que estaba en su mejor definición,
organizada bajo ritos muy religiosos y que su consumación respondía a la
entrada de una edad aceptada como adulta. Entre las mujeres nahoas era común
usar un colguije de caracol en su cuello, en señal de su castidad, virtud muy
apreciada como sabemos. El cuerpo desnudo no fue bien visto en su cotidianidad,
sabemos que usaban ropas que cubrían el cuerpo entero. Los responsables de
organizar el matrimonio eran los padres, cuando la mujer estaba en edad de
contraer matrimonio y el ‘novio’ así lo disponía, se realizaba una ceremonia
donde ambos se miraban fijamente y con pasos lentos se acercaban uno al otro
hasta que se tomaban de las manos sello –hasta donde conocemos-, que efectuaba
como una firma que estaban ya casados, o por lo menos comprometidos.
Si después de consumada la dicha,
el varón descubría, o por motivos que pueden imaginarse se revelaba a
conocimiento del pueblo y la familia que no era virgen antes del matrimonio,
sus costumbres dictaban que sería repudiada con ignominia, motivo de deshonra
para su familia. El castigo en la mayoría de los casos era la muerte. Si la
mujer en cuestión ya tenía hijos, a éstos se les preguntaba con quién querían
quedarse, si con el papá o la mamá si la dejaban con vida.
Este pueblo que tenía como ley el
castigo a la promiscuidad y que valoraba la virginidad, por otro lado, no
permitía la poligamia, pero no la permitía y no era de buen ver si el hombre no
tenía fuentes de ingresos para mantener a más de una. Por lo que se concluye,
que la mujer no entraba en la regla, -ella no podía tener más de un marido pues
no era la que mantenía la casa, por así decirlo-. Solamente los varones
principales, aquellos con poder y riqueza se les concedía tener muchas esposas,
porque era bien visto poder mantener a más de una sin que nada le faltase. Concluimos
también que apreciaban como un mérito social, no solo poder tener más de una
sola mujer, también tener los medios económicos, -como muchas tierras-, para
disponer.
Probablemente lo anterior nos haga
imaginar a un pueblo patriarcal que solo miraba por el lugar del hombre en la
sociedad y su clase social, entre los nahoas por el contrario, el respeto a las
mujeres ajenas era algo inculcado, una ley que respetaban; “Encontramos en
los nahoas el respeto a la mujer, pues cuenta un misionero que era de ver con
qué seguridad caminaban mujeres solas y doncellas por el campo y el camino sin
que nadie les ofendiese[2]”.
Típico igualmente es de este
pueblo, el que los pobladores fuesen personas educadas, de bien hablar, rectos,
pulcros, dedicados a sus labores que se dividían entre hombres y mujeres como
veremos más adelante. Se sabe que no eran de hacer juramentos inútiles ni concedían
méritos a los escandalosos o borrachos; “Esta pureza de costumbres se
conocía también en que en el hablar eran moderados y no se le oían juramentos y
blasfemias; en que jamás andaban en riñas ni celebraban tratos ilícitos ni
injustos; ni había entre ellos fraudes o engaños, ni hurtos ni latrocinios[3]”.
No eran pueblo de fiestas, pero celebraban, por ejemplo, los actos de
valentía, como el que un joven entrado en la edad adulta cazara un jaguar o un
venado, éste último se cocinaba enterrado, en barbacoa y su acontecimiento era
motivo de jolgorio, a la que invitaban parientes, gentes principales y personas
de pueblos aledaños, para que supieran del acto de valor, y comieran juntos.
La educación
No podemos
hablar de una pedagogía prehispánica como tal, al explicar cómo era la educación
entre el pueblo nahoa, primero, porque desconocían en su totalidad la
sistematización de lo que podríamos definir como, “educación escolar”. Las
fuentes nos hablan, que su educación era más bien primitiva, conectada en su
generalidad a lo que cada miembro de la familia retransmitía a sus hijos;
mujeres y hombres. Comenzando con las mujeres, su educación era de corte
doméstico, orientado en que sus aprendizajes pudieran convertirle en una mujer
de hogar, dedicada a su casa y las labores propias de una mujer casada y madre
criadora. La madre enseñaba a sus hijas las labores domésticas como lavar y
costurar; labores de fuego como preparar alimentos y bebidas, el uso del
molcajete ‘molcáxitl’ y a hilar algodón. Una vez casadas las mujeres
permanecían en su estancia solas y únicamente salían para ir a la cocina a
guisar los alimentos y perpetuar sus ritos. Su formación la denominaremos
interna, pues la mayor parte de la práctica se realizaba dentro de la casa.
Los hombres,
por el contrario, recreaban su interés en una educación exterior. Portaban el
cabello largo igual que las mujeres, mientras que éstas adornaban sus
espléndidos y variados tocados hechos con trenzas los varones se ornamentaban
el peinado con plumas coloridas de diferentes aves. Ellas portando una camisa
larga o huipil en juego con su enagua o cuéyetl y los hombres se
revestían con túnicas de algodón o pieles de animales, protegidos por mantas
coloridas y grecas vistosas.
El padre
de familia era el educador e instructor del hijo en cuanto a las labores
propias del masculino, sembrar, cosechar, labrar la tierra, cultivar el campo, criar
a los animales, cazar y si el jefe de casa profesaba un oficio lo inculcaba en
el hijo o los hijos. Eso para el niño pobre, el hijo de principales, bien
aprendía el arte de la guerra y desde adolescente se iniciaba en el uso del
arco y la flecha.
Cuando el
niño ya estaba en edad de entrenamiento, los ópatas le aplicaban pruebas muy
dolorosas como en casi todas las tribus donde el dolor físico, el desgarramiento
del cuerpo son parte de un ritual de hombría y entrada a la edad adulta; “Encontramos,
sin embargo, una ceremonia que los misioneros llaman, prohijación y que se
asemeja a las costumbres de la caballería. Para armar a un joven le daban un
arco y el que lo recibía salir luego a estrenarlo con algún hecho particular
ordinariamente el de matar un tigre o cualquier otra bestia que por ahí
abundan… El padrino le pasaba por el cuerpo desnudo una garra de águila con tal
fuerza que las uñas le hacían sangre. La menor muestra de dolor del ahijado era
bastante para que no se le recibiese de guerrero[4]”.
También le obligaban a cuidar los campos durante el frío nocturno sin que
se le permitiese acercarse al calor del fuego además que para que pudiera ser
parte del patoli le introducían un palo por la garganta y con ello
adquiría derecho a su versión de juegos de naipes, recreo al que entregaban
larguísimas horas del día.
La caza
como práctica se dividía en su inicio para el niño joven en la captura de
tórtolas y codornices, los más grandes venados, jabalíes, liebres y si mataban
algún zorro o lobos era por lo preciado y útil de sus pieles.
Los mixtecas
Pueblo que
recibió invasiones de otros como el tolteca y meca. Como pueblo se
caracterizaban principalmente por la higiene, se bañaban a mañana y tarde, sus
casas poseían jardines con estanques que adornaban los patios y fachadas. La religiosidad
los hizo poseedores de sacerdotes que podían efectuar de médicos y agoreros
adivinadores. Las residencias principales de los señores eran de indumentaria
fina, con las comodidades propias de su clase social, sabemos, por ejemplo, que
tenían almohadas hechas de pieles de fieras salvajes.
Los hombres
cubríanse el cuerpo con el maxtli, mantas igualmente decoradas con
relieves de aves vistosísimas de colores y flores hechas de algodón. El rostro se ataviaba con bezotes de oro o
jade en los labios horadados y sus dedos se anillaban con oro brillante. En los
pies usaban sandalias o cactli. El cabello lo portaban largo y remataban
con listones atrayéndolo al frente en nudo.
Lo referente
al matrimonio, aquí se repite la responsabilidad que los sacerdotes acuciaban
en su sociedad, ya que vuelven a ser los únicos en quienes recae esa ceremonia.
No se les permitían casarse si el hombre tenía un signo mayor de nacimiento que
el de la mujer, -algo parecido a la astrología rudimentaria-, tampoco existía
el dote entre familias. Practicaban la poligamia, pero únicamente la primera
mujer era considerada la esposa, las otras, las segundas, solo por mancebas,
esto se aplicaba a la clase poderosa, pues si el rey moría sin dejar
primogénito, le sucedían las hijas, pero nunca las que tuvo con las mancebas,
las concubinas.
El nacimiento
de un nuevo miembro en la familia era sinónimo de regusto y celebración, así
oraban por el nacimiento, así iban por leña para los baños tibios, así hacían
fiestas a la diosa de los baños y cuando nacía hombrecito le consagraban
colocando una flecha en la palma de la mano, si era mujer un huso. El adulterio
era severamente penado con la muerte, pero había ocasiones que el ofendido, se
conformaba con cortar narices, orejas o labios de los adúlteros en cuestión.
La educación
Como grupo religioso se inclinaron
a practicar la instrucción ritualista, los hijos de los señores caciques acudían
a un claustro de año entero a vivir con los sacerdotes en su colegio. “La
educación de los hijos de los señores consistía principalmente en llevarlos a
pasar un año en el colegio de los sacerdotes. Recibíanlo, y en procesión lo
llevaban al gran sacerdote y sus ministros con acompañamiento de música de
tambores y flautas de cañas, caracoles y tortugones, llegado al templo vestía
el hábito sacerdotal, les daban lancetas para que se hiciese el sacrificio de
la lengua y le untaban el cuerpo y rostro de negro ulli[5]”.
Una vez graduado el alumno, la
familia acudía a su recibimiento y era motivo de gran alegría, se realizaban
festejos ceremoniales como el introducirlo a un baño donde cuatro vírgenes hijas
de principales lo lavaban devotamente y aderezaban para luego engalanarlo con
el traje que correspondía a su dignidad.
Uno de
los nobilísimos puestos a ocupar como alumno era el de sacerdote, cargo de
carácter honroso y que duraba cuatro años, posterior a ello, como existían
otros graduados, el sacerdote renunciaba y formaba parte de la corte consejera
del Rey quien por cierto no podía ser visto por nadie, ni permitido tenía
alguno en importunarlo en sus aposentos. Si tenía que solucionar o administrar
se dejaba guiar por los viejos sabios, antes sacerdotes.
Curiosidad
es de mencionar, que el pueblo zapoteca, tenía como educación ritual de sus
jóvenes, que el sacerdote en determinado momento los aleccionara en la brujería
o nahualismo; “Dice Burgoa que los
agoreros enseñaban sus errores a los muchachos que les entregaban para su
educación, y que al efecto los llevaban al campo a hacer ofrendas, y a cada uno
se les aparecía la bestia que debía ser su nahual, y quedaban convencidos de
que esa era la suerte con que nacieron, y que su vida era ya inseparable del
animal que les tocaba[6]”.
México Tenochtitlan
Sabemos por las fuentes y los
informantes de Sahagún, por ejemplo, más de la vida del emperador Moctezuma
Xocoyotzin, y de las relaciones proféticas, así como de la vida y costumbres
del pueblo. Su educación dividida sí conocía la escolaridad, aunque no
propiamente la pedagogía.
Moctezuma (Ilhuicamina) I no solo fue el emperador, era la imagen de Dios,
tampoco se le podía ver a sus ojos, no pisaba el suelo, cuando salía de paseo
lo llevaban cargando o en algo parecido a una silla gestatoria. Si caminaba
sobreponían por donde iba pasando mantas finas para que sus pies no tocaran el
suelo; “Arreglóse el ceremonial real: el
rey no podía salir en público sino en las grandes solemnidades; debía estar
oculto y misterioso como un dios; solo él podía usar el copilli de oro, y en la
guerra los dignatarios militares que lo representaban[7]”.
Durante su gobierno proliferaron las
leyes y reformas, pero igualmente los desastres, las inundaciones, sequías y la
hambruna.
La administración jurídica
Existían lugares llamados Técpan, donde se administraba e impartía
la justicia, allí se ubicaban los tribunales. El pueblo tenochca no creía que
un hombre pudiera quitar la vida de su igual, esto era un castigo destinado al
poder divino del emperador, que como se mencionó antes, se consideraba el
enviado del Dios. En el código Mendocino
se aprecian a modo de jeroglíficos los castigos; muerte por apedreamiento a los
que osen adulterar, muerte por ahorcamiento al que se atreva emborrachar
(permitido era para los ancianos de setenta años), muerte a los ladrones y si
el robo era menor se le vendía como esclavo por el mismo precio. Cualquier vicio
se castigaba de forma cruel, en comparación con el valor y la valentía que se
estimaba y tenía de honra dignísima.
Ya que el emperador tenía el poder
de quitar o perdonar una vida, su furia o su miedo, como atestiguaremos a
continuación, son signo de lo letal que podía ser una decisión del Tlatoani. Se
cuenta que antes de la llegaba de los españoles a costas de México, hubo en
Tenochtitlan presagios de mal agüero, uno de ellos según se informa, cuenta que
unos trabajadores del agua, -pescadores-, atraparon en sus redes una como
grulla que tenía una diadema diáfana, algo como espejo. Asustados lo llevaron a
Moctezuma[8]
hallándolo en el Palacio de la sala negra para que lo viera, él lo vio, y dicen
que vio como gente que venía de lejos sobre venados grandes y se hacían la
guerra. Mandó llamar a sus agoreros y nigromantes y les pregunto palabras de
duda, quería respuestas y éstos no dieron fe de nada, ni de presagios pues todo
estaba dicho. Moctezuma respondió[9]:
-Váyanse los bellacos; llamad a los principales Cuauhnochtli y
Tlacochcálcatl (jefe de la casa de los dardos) y a los demás, que vayan a los
pueblos donde ellos están, y maten a sus mujeres e hijos, que no quede uno ni
ninguno y les derriben las casas.
Hizo llamar muchos mancebos que fuesen con ellos a saquear las casas de
los nigrománticos, los cuales se juntaron luego, y fueron a las casas de ellos,
y mataron a sus mujeres ahogándolas con unas sogas, y a los niños iban dando
con ellos en las paredes haciéndolos pedazos, y hasta el cimiento de las casas
arrancaron de raíz.
Educación de la infancia
Viendo Moctezuma I que esto de sus
leyes no sería suficiente para hacer de su pueblo temido y de cualidad
guerrera, ordenó nuevas leyes que afectaban directamente a la población. Se resume
lo más relevante sobre la educación de la infancia.
-a los 3 años se alimentaba al
infante con media tortilla
-a los 4 le daban ya una tortilla y
ayudaba en los mandados de la casa
-de cinco años recibía el mismo
alimento y comenzaba a cargar leña y las niñas a hilar
-a los seis años la comida era de
tortilla y media. Además, les obligaban a ir a pepenar maíz en los tianguis
para que se acostumbraran a ser astutos y a ganarse el alimento con el esfuerzo
de su trabajo
-a los siete les enseñaban a pescar
y a los ocho y nueve se les acostumbraba a los sacrificios metiéndoles púas de
maguey en su cuerpo
-cuando contaban diez años, podían
ser golpeados como castigo por sus padres y a los once recibir humazos de
chile, que era un verdadero tormento.
Sin duda la infancia y adolescencia
de aquellos jóvenes fue un tormento comparado con las épocas actuales, pero no
es propio aseverar que, por ejemplo, ellos mismos, esos jóvenes no asimilaran
eso como actualmente en diferentes sociedades o tribus aún persisten rituales
de iniciación o sistemas de enseñanza rígidas, punitivas y de disciplina
corporal. “A la edad de doce años acostaban a los varones en el suelo con la
cara vuelta al sol, para que se volviesen fuertes y resistiera la intemperie y
los trabajos de la guerra. Y por fin a los quince años concluía la educación de
la familia y el mozo pertenecía al Estado, que acababa de instruirlo en sus
deberes, recibiéndole ya en el calmecac, casa sacerdotal, o en el cuincacalli o
colegio civil[10]”.
De la escuela así llamada Calmecac
Según se atestigua en variadas
fuentes entre ellas La historia general
de las cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún y lo que
refieren distintos códices como el Mendocino principalmente. Cuando el padre
quería que su hijo fuera aceptado por los sacerdotes maestros les decía; “Ofrecémosle
al señor Quetzalcóatl, por otro nombre Tilpotonqui, para entrar en la casa del
Calmecac, que es la casa de penitencia y lágrimas, donde se crían los señores
nobles…le ofrecemos para que llegando a edad convenible entre y viva en casa de
nuestro señor, donde se crían y adoctrinan los señores nobles…[11]”. Con lo anterior podemos concluir que el
Calmecac como escuela era exclusiva para hijos de nobles y mancebos de las
clases privilegiadas. Hay que advertir que en dicho centro sacerdotal había dos
tipos de alumnos; aquellos que iban para sacerdotes y los que únicamente
recibían enseñanza religiosa y civil, para luego egresar y casarse. Por el contrario, al Telpuchcalli, el Calmecac
estaba solamente en el templo mayor. “Los mancebos del Calmecac se llamaban
elocuatecomame, nombre que significa ‘cabeza lisa como jícara con cerco redondo
como mazorca’ porque traían el cabello como corona de fraile hasta media oreja;
pero por detrás y como cuatro dedos de ancho lo dejaban crecer y entrenzaban,
aunque otros dicen que estaban rapados[12]”.
Las enseñanzas y los ritos
Los alumnos se levantaban antes de
la aurora a barrer y limpiar sus templos, luego salían en busca de púas de
maguey para los sacrificios y los más grandes leña para las hogueras. En la
tarde se bañaban y luego se ocupaban del culto y de ejercicios de penitencia, el
ayuno era habitual, solo comían a mediodía, cuando este rito era mayor,
únicamente ingerían maíz molido con agua.
Los sacerdotes eran mandos de
disciplina corporal; si el mancebo se quedaba fuera del templo cuando no debía
le clavaban púas de maguey, si faltaban a la castidad o eran negligentes les
punzaban con estaca de pino, los quemaban con ocotes encendidos o los apaleaban,
en los casos graves los llegaban a ahorcar, asaetear o quemar vivos.
Por otra parte, la difusión y
enseñanza como tal de ciertas disciplinas o conocimientos, no se limitaba
únicamente al castigo como adoctrinamiento; “Enseñábanles a hablar bien y a
los usos de la clase a que pertenecían; les hacían aprender los cantares
sagrados y las leyendas en que guardaban los recuerdos de su historia, que era
la manera eficaz que tenían para transmitirla de generación en generación;
adiestrábanlos en la aritmética, cronología y astrología judiciaria, y como
complemento los instruían en el manejo de las armas, y cuando eran de edad iban
como aprendizaje a la guerra, llevando en la mano la lanza y a la espalda el
escudo, arco, flechas y equipaje de su conductor[13]”.
Lo notable aquí, es que sumado a
la educación beligerante y la sangre como hilo generador de conciencia, el
alumno aprendía y se entregaba por su rey y por su Dios. Este tipo de educación
tenía como finalidad preparar hombres que soportaran el dolor que traería
consigo un encuentro entre dos pueblos rivales, a aguantar los peores males y
ser sufridos por su pueblo.
La enseñanza
en el otro colegio llamado el Telpuchcalli
o (casa de
mancebos) estaba abierto para todos los hijos de los yaoyizque[14]
y tenía por objeto la instrucción de las cosas de la guerra. En el primer
colegio como se vio, los que acudían iban porque pertenecían a una clase
privilegiada, y normalmente a su egreso ocupaban grandes cargos en la
administración mexica.
Al Telpuchcalli
se ingresaba a los quince años, tenían al inicio como obligación limpiar y
barrer, hacer lumbre y aplicarse en penitencia diaria. La vida era áspera y
dura, los mancebos no dormían juntos y separados pernoctaban. Antes de caer la
noche se bañaban, se tiznaban el cuerpo, -pero no la cara-, de negro y acudían
a la casa de la danza o Cuicacalco, donde bailaban y emitían canciones
aprendidas por los maestros sacerdotes. Algunos incluso se pintaban líneas con
puntos sobre el ojo y solían mirar al cielo en busca de la hora exacta, (ritual
por mucho, misterioso).
Entre los
castigos a estos alumnos existía la pena por beber octli, o pulque, les
daban muerte a palos, si el caso lo había delinquido un macehual en secreto era
ahorcado. Si lo hallaban con una mujer le daban de palos, o le quemaban el
cabello con ocotes ardiendo. La simple negligencia del trabajo era origen de un
duro castigo.
Pero no todo era negativo o cruel,
cuando el elocuatecomame cumplía
mayor edad, a eso de los veintidós años podía emanciparse y contraer matrimonio
o tener mancebas, concluyendo sus años de estudio con un regalo a sus maestros
sacerdotes, presente que consistía en quachtli o mantas grandes y finas.
Los alumnos
del Telpuchcalli tenían como fin educacional formarse para la guerra, aunque
igual aprendían ciertos ritos religiosos como en el Calmecac sus otros
colegiados. El profesor de guerra se llamaba Telpuchtlato, y no vestía
mantas como los sacerdotes, en vez, usaba algo como red de pesca que cubría su
cuerpo. Los practicantes esgrimían sus armas contra un falso enemigo a modo de
muro o poste, donde ensayaban. La defensa se consiente como algo que se
aprendía, poder defenderse del enemigo es un arte de la guerra, la estrategia
bélica.
Para concluir,
podemos puntualizar lo siguiente; la educación prehispánica, es peculiar, dadas
las pocas analogías que se presentan en comparación con los modelos
occidentales, a excepción quizá, de la disciplina militar Espartana. No queda
sino advertir lo siguiente; desde tiempos remotos, las diferentes tribus,
grupos y pueblos, reconocieron medianamente en un principio el valor de la
educación no solo doméstica o religiosa, llamaron a su ocasión, por una
instrucción ritualista y científica, porque, de hecho, existían hombres dotados
del conocimiento de la construcción, tanto de canales, calles y pirámides,
conocimientos que hoy sabemos hubieran sido imposibles de erigir sin el mínimo rigor
matemáticos y físico. No tratamos hoy el pueblo maya, pero en semejanza con los
hoy tratados, distan poco de ser diferentes en cuanto a sus castigos, por ejemplo,
el adulterio. En otra ocasión nos incursionaremos a saber de ellos y de su
educación, hay un libro muy bueno, Relación de las cosas de Yucatán, del
Obispo Fray Diego de Landa.
[1] Los
Nahoa o náhuatl fueron un pueblo procedente de la región oriental del que se
dice procedían de Chicomoztoc de acuerdo a las crónicas, que significa las
siete cuevas.
[2] México
a través de los siglos, Tomo 1ro, Editorial Cumbre, México D.F, 1975, pág. 119
(Historia general y completa del desenvolvimiento social, político, religioso,
militar, artístico, científico y literario de México desde la antigüedad más
remota hasta la época actual) Obra dirigida por D. Vicente Riva Palacio. Escrita
por los reputados literatos; D. Juan de Dios Arias, Alfredo Chavero, D. Vicente
Riva Palacio y José María Vigil. (Todas las citas refiéranse a este libro en su
continuación).
[3] Ibíd.
pág. 119
[4] Ibíd.
pág. 122
[5]
Ibíd. pág. 413
[6] Igualmente,
en la página anterior.
[7]
Ibíd. pág. 561
[8] Se
hace hincapié que este Moctezuma se trata de Moctezuma Xocoyotzin.
[9]
León-Portilla, Miguel, Visión de los vencidos, Relaciones indígenas de la
conquista, UNAM, 2018, pág. 18
[10]
México a través de los siglos, pág. 562
[11] Ibíd.
pág. 579
[12]
Ibíd. pág. 582
[13]
Ibíd. pág. 580
[14]
Jefes de cierto grupo de guerreros