viernes, 18 de agosto de 2023

🔮Carlo Michelstaedter, “La educación del niño o el homunculus de la ética socrática”

 

Carlo Michelstaedter, “El homunculus de la ética socrática”



Yo sé que hablo pero no convenceré a nadie: y eso es deshonestidad –pero la retórica α´ναγxαζει με  ταυτα  δραν βι´α[1]- o en otras palabras «es preciso también que si uno ha mordido una pérfida serba la escupa».

Prefacio a La persuasión y la retórica

Carlo Michelstaedter


 

A modo de presentación


Hay pensadores, filósofos y escritores que tras su suicidio deviene una popularidad de su obra y su influencia es transmitida por muchas generaciones de quienes encuentran en ellos, algo así como un profeta y que goza de un prestigio post mortem en las Academias e Institutos y planes de estudio. Este no es el caso de Carlo Michelstaedter, (Gorizia, Italia, 1887-1910), quien acabara con su vida de un disparo de revolver[2] tan solo después de enviar por correo su Tesis di laurea[3], (La persuasione e la rettorica[4]) a la Universidad de Florencia con veintitrés años de edad. El suicidio de Michelstaedter precede la séptima de Beethoven[5]. De acuerdo a Giovanni Papini se trató de un suicidio metafísico[6].

 

El joven divino

 

Nacido en 1887 en Gorizia Italia en una familia judeoitaliana, Carlo Raimondo Michelstaedter creció en un entorno intelectual. Vivió de forma acomodada y no sufrió privaciones. Abraham Alberto Michelstaedter su padre; influyó política e intelectualmente en Carlo. Sostuvieron un lazo febril que cambió con el tiempo por posicionamientos políticos. La madre Emma Ester Lea Luzzato, provenía de una familia judía que había fundado el Instituto Rabino de Padua en Italia. Alberto, nacido en Alemania, participativo en los debates intelectuales de su entorno, trabajó como corredor en bolsa hasta el 1900, cuando se decantó por la profesión de agente de seguros en una casa de cambios. Además de cultivar en su hogar una atmósfera liberal junto con Emma[7]. Su vínculo fraternal se extendió con un hermano mayor; Gino Jehuda Eliah Michelstaedter quien huyó a los Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida, pero terminó suicidándose a principios de la década del siglo XIX. De ahí le siguieron sus hermanas Elda y Paula, con distintos finales cada una.


Influenciado filosóficamente por la tutela de su mentor Papini, leyó a Nietzsche, Schopenhauer, Platón, Gorgias, y cuanto pensador cayera en sus manos. Estudió matemáticas en Viena y humanidades en Florencia. Mostró dotes de genio y prolijo artista, con aires de poeta y narrador. Su espíritu libre, de poeta, artista y filósofo, se vio acompañado por dos buenos amigos suyos desde el liceo, Nino Paternolli y Enrico Mruele. El primero fue quien le ofreció un desván de su propiedad a Carlo para que compusiese su obra magna, La retórica y la persuasión. Enrico, por su parte, tal y como cuenta en su Tagebuch, se dedicó a viajar por Argentina y Croacia, en busca de una vida de aventuras[8].


El pensamiento del joven filósofo se circunscribe dentro de la philopsychía y la thanatophilía. Muchos de sus estudiosos a posteriori se preguntan, ¿por qué alguien se suicidaría después de terminar de redactar su tesis? Y es que adentrarse a sus textos plagados de latinismos, y su parca y técnica expresividad como señala González Serrano[9] nos obliga a conocer el lado más brumoso de un filosofar inédito hasta ese siglo, ni los aforismos ateos de Nietzsche, mucho menos el vitalismo de Spinoza y su laberíntica Ética demostrada según el orden geométrico apabulla tanto al lector iniciado en un libro sin parapetos alguno. El lector de Michelstaedter se enfrenta desde el primer momento, no solo a la peculiaridad de un pensamiento que se sabe contrario a las convenciones, sino también y más sensiblemente a un uso del lenguaje, de los signos lingüísticos en general, que parece querer desafiarle[10]. Como ya se ha señalado, Carlo decidió hacer con sus propias manos la escritura de su propia muerte, al suicidarse se enlisto en una clase elite de intelectuales que se levantaron la mano contra sí mismo como dijera Jean Améry[11].


En el artículo titulado “El nihilismo místico de Carlo Michelstaedter” ahondando en el problema filosófico fundamental como subraya Camus en el mito de Sísifo, estima que Carlo condenó el suicidio en su obra lírica como suprema inautenticidad, exponente de la máxima ansia por consumar la vida y, sin embargo, sintiendo la llamada de la muerte que promete el olvido de la angustia de un vivir asediado por ella, se matará de un tiro de pistola en octubre de 1910[12].


Nunca vamos a comprender por qué un ser al que hemos conocido un día simplemente toma un arma y se quita la vida. El caso de Carlo Michelstaedter es uno de tantos. En la antigua Grecia tenemos el caso de Empédocles quien se arroja al fondo del volcán Etna, o más cercano a nosotros el filósofo y poeta alemán Philliphe Mainländer cuyo nombre verdadero era Philipp Batz se pegó un tiro. Otto Weininger un filósofo austriaco que a los 23 años como Michelstaedter se disparó, pero eligiendo su corazón luego de publicar su libro Gesshlecht und charakter[13] (Sexo y carácter), mientras habitaba la buhardilla donde viviera Beethoven en Viena. Otro caso original fue el del narrador, fotógrafo y pintor francés Edouard Levé que al terminar su libro Suicidio se ahorcó en 2007.


Sergio Campailla narra así la muerte del joven divino en su paper:


El 17 de octubre de 1910, en Gorizia, enfrente de la casa de Piazza Grande (actualmente Piazza della Vittoria, 8), en el último piso donde vivía la familia de Alberto Michelstaedter, muy conocido en los ambientes gorizianos por méritos no solo culturales sino también cívicos, se formó una aglomeración de personas. “¿Qué ha pasado?”, se informaba el peatón curioso parándose a pesar del tiempo lluvioso. “Un estudiante se ha matado allí arriba”, respondía alguien no sin perplejidad[14].


 

La educación del niño en la Melodía del joven divino


 

En el libro “La melodía del giovane divino[15]” (La melodía del joven divino[16]) en el tercer capítulo de la sección PENSAMIENTOS se recoge un texto sobre educación o más fielmente titulado en griego παιδείας Peri Paideia (la paideia) donde en brevísimas páginas Michelstaedter sin ser un gran pedagogo o educador reflexiona sobre el rol del niño en la escuela. El niño no conoce el alcance de nuestros dolores como no conoce el alcance de nuestros límites morales: por eso cuando es insensible y delincuente no lo es por falta de corazón y por una disposición especial a la delincuencia, sino por la ignorancia de la vida[17] (pensamiento que Carlo recoge en una conferencia de Scipio Sighele). Ya en el puro inicio expone una realidad vivida por muchos padres y docentes que pretenden educar; los alumnos muchas veces se dejan llevar por pasiones conductuales que buscan el fin inmediato, el placer efímero o en ciertos casos banales, pero gran parte de ese comportamiento no es porque su naturaleza sea todavía una animalidad en perdida, por el contrario, requieren de ser formados e instruidos, como señala Kant en sus textos sobre Pedagogía. El hombre debe ser disciplinado, pues por naturaleza es salvaje, y debe ser informado, pues es bruto[18]. Para Michelstaedter la educación existe porque no pretende derribar las murallas del mal, sino evitar su aparición puesto que el niño no actúa mal sabiendo la existencia del mal, si así fuera arguye, “la educación…sería siempre una vana palabra”.


La distinción ética a la que Carlo somete el análisis del actuar del niño y del adulto, sugiere que mientras el niño en cierta edad actúa por impulso, por satisfacer sus necesidades inmediatas, el hombre adulto “tiene postulados bien estables que sabe indispensables para su existencia, frente a los cuales las otras no tienen valor” en contraparte con los niños, que no conocen las consecuencias a posteriori, “ve la satisfacción de sus momentáneos deseos el imprescindible postulado de su felicidad y de su bienestar”. Por lo tanto, mientras más crece el niño, más conocimiento se tiene del valor de las cosas, de lo que son y constituyen, ya que el puente que separa al hombre y al niño es el paulatino desarrollo de la capacidad de sus deseos. Frente a esta necesidad que uno siente de la felicidad de todos sus semejantes, cada acto adquiere un determinado significado que es un valor moral[19].


A esta precaria pero significativa reflexión didáctica de Michelstaedter se suma su incesante causa matriz de que, al satisfacer la bondad potencial, deriva la felicidad: los actos accionados son actos morales. Cuando se sabe que es malo dañar al otro y se hace, inmediatamente el hombre moral sufre, pues el daño al otro es el daño de mí para la otredad, pero nace de mí. Carlo Michelstaedter lo llama el homunculus de la ética socrática.


Carlo ofrece un ejemplo que parafrasearé: supongamos que un niño que asiste a la escuela, roba un compañero su lápiz y la maestra le reprende diciéndole que eso no es bueno, que no debe hacerse, (si este niño no siente afecto por nadie, -esa es la suposición-, entonces nada de lo que haga la maestra o el profesor servirán, ya que, para el niño, robar es su propio deleite. Se deberá recurrir a los castigos, (no explica qué clase, pero dado el siglo que le tocó se puede intuir que habla de sanciones corporales), “pero los castigos no tienen una eficacia moralizante inmediata”, ya que, para el niño, el disgusto presentado, no viene del objeto robado, -es decir no es el lápiz el que está diciéndole que no lo robe-, es un adulto “que tiene sobre él autoridad y no concede la cosa si él realiza tal acto. Ahora bien a juicio del niño no es el acto lo que es reprobable, sino que es la autoridad (que él no ama, no respeta, no reconoce) lo que debe combatirse”. Y concluye Carlo Michelstaedter:


…el bueno puede volverse más bueno; el malo permanece malo”.

 

Para Carlo Michelstaedter podemos colegir que la educación es sobre todo una necesidad de combatir las malas semillas que podrían florecer a futuro y solo extirpándolas de las raíces se acabaría. Se puede o no estar de acuerdo con su exposición hecha en cuatro páginas, lo que sí es importante es añadir que, una mente nebulosa como la suya, al intentar elucidar un tema que recién le había impresionado durante su asistencia a la conferencia de Sighele en Florencia el 8 de abril de 1908, no dudó en redactarlo.

 

 

“Pero los hombres se cansan en este camino, se sienten desfallecer en la soledad: la voz del dolor es demasiado fuerte. Ya no saben soportarla con toda su persona”.

La retórica, Carlo Michelstaedter.


ANTONIO PÉREZ-PAREDES

Licenciado en Pedagogía por la Universidad del Sur. Ha participado como ponente en la Embajada Mundial de Activistas por la Paz (EMAP) en varias ocasiones; “Foros universitarios; El holocausto y su impacto en los derechos humanos (2013)” “El genocidio y otros delitos competencia de la Corte Penal Internacional (2014) como moderador en la Universidad Tec-Milenio” “Alianza Internacional Universitaria por la Paz (2015) en la Universidad Politécnica de Quintana Roo” “ Educar para recordar: El holocausto y los derechos humanos (2016) en la Universidad del Sur”. En 2018 participó en el “Simposio de Autonomía Curricular, realizado en el Tec-Milenio” en 2019 recibió la certificación de competencia laboral en el “Uso didáctico de las tecnologías de información y comunicación en procesos de aprendizaje” y en 2020 la constancia en su participación del curso “Convivencia escolar desde la perspectiva de los derechos humanos (por la CNDH)”. En 2021 fue conferenciante en la semana de la Pedagogía con la ponencia "La pedagogía en la Grecia clásica". Concluyó el Taller "Evaluación diagnóstica para alumnos de educación básica" en 2021 y en 2022  recibió la certificación por el curso "Herramientas para una educación inclusiva, Dislexia; desde al aula al mundo del trabajo. Fue profesor de primaria en el Colegio Mano Amiga Cancún (2015-2021), actualmente es docente de licenciatura en la Universidad del Sur y en la primaria "Tulúm" también en Cancún.



[1] “Me obliga por la fuerza a hacer esto”. Sófocles, Electra. Sexto Piso 2014. Existen una traducción del año 2010 donde la cita en griego se traduce llanamente como “Me fuerza a hacerlo”. Edición de la Universidad de Murcia bajo la traducción de Belén Hernández.

[2] El disparo es en la sien y muere tres horas después. (https://imalpensanti.it/2022/03/carlo-michelstaedter-una-vita-che-non-si-puo-vivere-terza-parte-lultimo-anno/ )

[3] Trabajo de posgrado

[4] La persuasión y la retórica

[5] Véase Philosophae Desconsolatio, el estudio introductorio de Miguel Morey en La persuasión y la retórica. Sexto piso, 2014. Ahí, Morey explica que Carlo tras concluir su tesis el 16 de octubre de 1910 y finalizar los apéndices críticos para luego pedirle a Aria Cassini que interprete la séptima de Beethoven se arrebató la vida, pág. 14.

[6] Citado por Miguel Morey. G. Papini «Un suicidio metafísico», en Il Resto del Carlino, [reeditado en Filosofía e letteratura, Milán: Mondadori, 1961].

[7] Iturraspe Staps, Juan. Carlo Michelstaedter: el desierto polimorfo o la maquinaria serial. (S.f).

[8] Ibídem.

[10] Michelstaedter, Carlo. La melodía del joven divino. Sexto piso, 2011. Nota del traductor.

[11] Améry, Jean. Levantar la mano sobre uno mismo, discurso sobre la muerte voluntaria. Pre-textos, 1999.

[12] Biedma López, José. El nihilismo místico de Carlo Michelstaedter. Revista el búho Nº 24. (s.f.)

[13] Hay una traducción al español publicado por Península en 1985.

[14] Campailla, Sergio. Le prime interpretazioni di Michelstaedter (1910-1916). Roma: Istituto dell’Enciclopedia Italiana, aprilegiugno 1990, pp. 17-26.

[15] Michelstaedter, 2011.

[16] Véase, “En busca del tesoro que no está” de Sergio Campailla en La melodía del joven divino. (La melodía del joven divino se compone de tres secciones: una más filosófica, la segunda alimentada por una vena narrativa, la tercera sobre una base crítico-literaria).

[17] Michelstaedter, 2011

[18] Kant, Immanuel. Pedagogía, Ediciones Akal. España, 2018, pág. 103.

[19] Michelstaedter, Carlo. La melodía del joven divino. Sexto piso, 2011, pág. 36.