Carlo Michelstaedter, “El
homunculus de la ética socrática”
Yo
sé que hablo pero no convenceré a nadie: y eso es deshonestidad –pero la
retórica α´ναγxαζει με ταυτα δραν βι´α[1]- o en otras palabras «es preciso también que si uno
ha mordido una pérfida serba la escupa».
Prefacio
a La persuasión y la retórica
Carlo
Michelstaedter
A modo de presentación
Hay
pensadores, filósofos y escritores que tras su suicidio deviene una popularidad
de su obra y su influencia es transmitida por muchas generaciones de quienes encuentran
en ellos, algo así como un profeta y que goza de un prestigio post mortem en
las Academias e Institutos y planes de estudio. Este no es el caso de Carlo
Michelstaedter, (Gorizia, Italia, 1887-1910), quien acabara con su vida de un
disparo de revolver[2]
tan solo después de enviar por correo su Tesis di laurea[3],
(La persuasione e la rettorica[4])
a la Universidad de Florencia con veintitrés años de edad. El suicidio de
Michelstaedter precede la séptima de Beethoven[5]. De
acuerdo a Giovanni Papini se trató de un suicidio metafísico[6].
El joven divino
Nacido
en 1887 en Gorizia Italia en una familia judeoitaliana, Carlo Raimondo
Michelstaedter creció en un entorno intelectual. Vivió de forma acomodada y no
sufrió privaciones. Abraham Alberto Michelstaedter su padre; influyó política e
intelectualmente en Carlo. Sostuvieron un lazo febril que cambió con el tiempo
por posicionamientos políticos. La madre Emma Ester Lea Luzzato, provenía de
una familia judía que había fundado el Instituto Rabino de Padua en Italia. Alberto,
nacido en Alemania, participativo en los debates intelectuales de su entorno, trabajó
como corredor en bolsa hasta el 1900, cuando se decantó por la profesión de
agente de seguros en una casa de cambios. Además de cultivar en su hogar una
atmósfera liberal junto con Emma[7]. Su
vínculo fraternal se extendió con un hermano mayor; Gino Jehuda Eliah
Michelstaedter quien huyó a los Estados Unidos en busca de mejores condiciones
de vida, pero terminó suicidándose a principios de la década del siglo XIX. De ahí
le siguieron sus hermanas Elda y Paula, con distintos finales cada una.
Influenciado
filosóficamente por la tutela de su mentor Papini, leyó a Nietzsche, Schopenhauer,
Platón, Gorgias, y cuanto pensador cayera en sus manos. Estudió matemáticas en
Viena y humanidades en Florencia. Mostró dotes de genio y prolijo artista, con
aires de poeta y narrador. Su espíritu libre, de poeta, artista y filósofo, se
vio acompañado por dos buenos amigos suyos desde el liceo, Nino Paternolli y
Enrico Mruele. El primero fue quien le ofreció un desván de su propiedad a
Carlo para que compusiese su obra magna, La
retórica y la persuasión. Enrico, por su parte, tal y como cuenta en su
Tagebuch, se dedicó a viajar por Argentina y Croacia, en busca de una vida de
aventuras[8].
El
pensamiento del joven filósofo se circunscribe dentro de la philopsychía y la thanatophilía.
Muchos de sus estudiosos a posteriori se preguntan, ¿por qué alguien se
suicidaría después de terminar de redactar su tesis? Y es que adentrarse a sus
textos plagados de latinismos, y su parca y técnica expresividad como señala
González Serrano[9]
nos obliga a conocer el lado más brumoso de un filosofar inédito hasta ese
siglo, ni los aforismos ateos de Nietzsche, mucho menos el vitalismo de Spinoza
y su laberíntica Ética demostrada según
el orden geométrico apabulla tanto al lector iniciado en un libro sin
parapetos alguno. El lector de Michelstaedter se enfrenta desde el primer
momento, no solo a la peculiaridad de un pensamiento que se sabe contrario a
las convenciones, sino también y más sensiblemente a un uso del lenguaje, de
los signos lingüísticos en general, que parece querer desafiarle[10]. Como
ya se ha señalado, Carlo decidió hacer con sus propias manos la escritura de su
propia muerte, al suicidarse se enlisto en una clase elite de intelectuales que
se levantaron la mano contra sí mismo como dijera Jean Améry[11].
En
el artículo titulado “El nihilismo
místico de Carlo Michelstaedter” ahondando en el problema filosófico
fundamental como subraya Camus en el mito de Sísifo, estima que Carlo condenó
el suicidio en su obra lírica como suprema inautenticidad, exponente de la
máxima ansia por consumar la vida y, sin embargo, sintiendo la llamada de la
muerte que promete el olvido de la angustia de un vivir asediado por ella, se
matará de un tiro de pistola en octubre de 1910[12].
Nunca
vamos a comprender por qué un ser al que hemos conocido un día simplemente toma
un arma y se quita la vida. El caso de Carlo Michelstaedter es uno de tantos. En
la antigua Grecia tenemos el caso de Empédocles quien se arroja al fondo del
volcán Etna, o más cercano a nosotros el filósofo y poeta alemán Philliphe
Mainländer cuyo nombre verdadero era Philipp Batz se pegó un tiro. Otto Weininger
un filósofo austriaco que a los 23 años como Michelstaedter se disparó, pero
eligiendo su corazón luego de publicar su libro Gesshlecht und charakter[13] (Sexo
y carácter), mientras habitaba la buhardilla donde viviera Beethoven en Viena. Otro
caso original fue el del narrador, fotógrafo y pintor francés Edouard Levé que
al terminar su libro Suicidio se
ahorcó en 2007.
Sergio
Campailla narra así la muerte del joven divino en su paper:
El 17 de octubre de 1910, en
Gorizia, enfrente de la casa de Piazza Grande (actualmente Piazza della
Vittoria, 8), en el último piso donde vivía la familia de Alberto
Michelstaedter, muy conocido en los ambientes gorizianos por méritos no solo
culturales sino también cívicos, se formó una aglomeración de personas. “¿Qué
ha pasado?”, se informaba el peatón curioso parándose a pesar del tiempo
lluvioso. “Un estudiante se ha matado allí arriba”, respondía alguien no sin perplejidad[14].
La educación del niño en
la Melodía del joven divino
En
el libro “La melodía del giovane divino[15]”
(La melodía del joven divino[16])
en el tercer capítulo de la sección PENSAMIENTOS se recoge un texto sobre
educación o más fielmente titulado en griego παιδείας Peri Paideia (la paideia)
donde en brevísimas páginas Michelstaedter sin ser un gran pedagogo o educador
reflexiona sobre el rol del niño en la escuela. El niño no conoce el alcance de
nuestros dolores como no conoce el alcance de nuestros límites morales: por eso
cuando es insensible y delincuente no lo es por falta de corazón y por una
disposición especial a la delincuencia, sino por la ignorancia de la vida[17] (pensamiento que Carlo recoge en una
conferencia de Scipio Sighele). Ya en el puro inicio expone una realidad
vivida por muchos padres y docentes que pretenden educar; los alumnos muchas
veces se dejan llevar por pasiones conductuales que buscan el fin inmediato, el
placer efímero o en ciertos casos banales, pero gran parte de ese
comportamiento no es porque su naturaleza sea todavía una animalidad en
perdida, por el contrario, requieren de ser formados e instruidos, como señala
Kant en sus textos sobre Pedagogía. El hombre debe ser disciplinado, pues por
naturaleza es salvaje, y debe ser informado, pues es bruto[18]. Para
Michelstaedter la educación existe porque no pretende derribar las murallas del
mal, sino evitar su aparición puesto que el niño no actúa mal sabiendo la
existencia del mal, si así fuera arguye, “la
educación…sería siempre una vana palabra”.
La
distinción ética a la que Carlo somete el análisis del actuar del niño y del
adulto, sugiere que mientras el niño en cierta edad actúa por impulso, por
satisfacer sus necesidades inmediatas, el hombre adulto “tiene postulados bien estables que sabe indispensables para su existencia,
frente a los cuales las otras no tienen valor” en contraparte con los
niños, que no conocen las consecuencias a posteriori, “ve la satisfacción de sus momentáneos deseos el imprescindible
postulado de su felicidad y de su bienestar”. Por lo tanto, mientras más
crece el niño, más conocimiento se tiene del valor de las cosas, de lo que son
y constituyen, ya que el puente que separa al hombre y al niño es el paulatino
desarrollo de la capacidad de sus deseos. Frente a esta necesidad que uno
siente de la felicidad de todos sus semejantes, cada acto adquiere un
determinado significado que es un valor moral[19].
A
esta precaria pero significativa reflexión didáctica de Michelstaedter se suma
su incesante causa matriz de que, al satisfacer la bondad potencial, deriva la
felicidad: los actos accionados son actos morales. Cuando se sabe que es malo
dañar al otro y se hace, inmediatamente el hombre moral sufre, pues el daño al
otro es el daño de mí para la otredad, pero nace de mí. Carlo Michelstaedter lo
llama el homunculus de la ética
socrática.
Carlo
ofrece un ejemplo que parafrasearé: supongamos que un niño que asiste a la
escuela, roba un compañero su lápiz y la maestra le reprende diciéndole que eso
no es bueno, que no debe hacerse, (si este niño no siente afecto por nadie,
-esa es la suposición-, entonces nada de lo que haga la maestra o el profesor
servirán, ya que, para el niño, robar es su propio deleite. Se deberá recurrir
a los castigos, (no explica qué clase, pero dado el siglo que le tocó se puede intuir
que habla de sanciones corporales), “pero
los castigos no tienen una eficacia moralizante inmediata”, ya que, para el
niño, el disgusto presentado, no viene del objeto robado, -es decir no es el
lápiz el que está diciéndole que no lo robe-, es un adulto “que tiene sobre él autoridad y no concede la
cosa si él realiza tal acto. Ahora bien a juicio del niño no es el acto lo que
es reprobable, sino que es la autoridad (que él no ama, no respeta, no
reconoce) lo que debe combatirse”. Y concluye Carlo Michelstaedter:
“…el bueno puede volverse más bueno; el malo
permanece malo”.
Para
Carlo Michelstaedter podemos colegir que la educación es sobre todo una
necesidad de combatir las malas semillas que podrían florecer a futuro y solo
extirpándolas de las raíces se acabaría. Se puede o no estar de acuerdo con su
exposición hecha en cuatro páginas, lo que sí es importante es añadir que, una
mente nebulosa como la suya, al intentar elucidar un tema que recién le había impresionado
durante su asistencia a la conferencia de Sighele en Florencia el 8 de abril de
1908, no dudó en redactarlo.
“Pero los hombres
se cansan en este camino, se sienten desfallecer en la soledad: la voz del
dolor es demasiado fuerte. Ya no saben soportarla con toda su persona”.
La retórica, Carlo Michelstaedter.
ANTONIO PÉREZ-PAREDES
Licenciado en Pedagogía por la Universidad del Sur. Ha participado como ponente en la Embajada Mundial de Activistas por la Paz (EMAP) en varias ocasiones; “Foros universitarios; El holocausto y su impacto en los derechos humanos (2013)” “El genocidio y otros delitos competencia de la Corte Penal Internacional (2014) como moderador en la Universidad Tec-Milenio” “Alianza Internacional Universitaria por la Paz (2015) en la Universidad Politécnica de Quintana Roo” “ Educar para recordar: El holocausto y los derechos humanos (2016) en la Universidad del Sur”. En 2018 participó en el “Simposio de Autonomía Curricular, realizado en el Tec-Milenio” en 2019 recibió la certificación de competencia laboral en el “Uso didáctico de las tecnologías de información y comunicación en procesos de aprendizaje” y en 2020 la constancia en su participación del curso “Convivencia escolar desde la perspectiva de los derechos humanos (por la CNDH)”. En 2021 fue conferenciante en la semana de la Pedagogía con la ponencia "La pedagogía en la Grecia clásica". Concluyó el Taller "Evaluación diagnóstica para alumnos de educación básica" en 2021 y en 2022 recibió la certificación por el curso "Herramientas para una educación inclusiva, Dislexia; desde al aula al mundo del trabajo. Fue profesor de primaria en el Colegio Mano Amiga Cancún (2015-2021), actualmente es docente de licenciatura en la Universidad del Sur y en la primaria "Tulúm" también en Cancún.
[1] “Me
obliga por la fuerza a hacer esto”. Sófocles, Electra. Sexto Piso 2014. Existen
una traducción del año 2010 donde la cita en griego se traduce llanamente como “Me
fuerza a hacerlo”. Edición de la Universidad de Murcia bajo la traducción de
Belén Hernández.
[2] El
disparo es en la sien y muere tres horas después. (https://imalpensanti.it/2022/03/carlo-michelstaedter-una-vita-che-non-si-puo-vivere-terza-parte-lultimo-anno/
)
[3]
Trabajo de posgrado
[4] La
persuasión y la retórica
[5] Véase
Philosophae Desconsolatio, el estudio introductorio de Miguel Morey en La persuasión
y la retórica. Sexto piso, 2014. Ahí, Morey explica que Carlo tras concluir su
tesis el 16 de octubre de 1910 y finalizar los apéndices críticos para luego
pedirle a Aria Cassini que interprete la séptima de Beethoven se arrebató la
vida, pág. 14.
[6] Citado
por Miguel Morey. G. Papini «Un suicidio metafísico»,
en Il Resto del Carlino, [reeditado en Filosofía e letteratura, Milán: Mondadori,
1961].
[7]
Iturraspe Staps, Juan. Carlo Michelstaedter: el desierto polimorfo o la
maquinaria serial. (S.f).
[8] Ibídem.
[9] https://elvuelodelalechuza.com/2016/03/12/carlo-michelstaedter-el-desconocido-filosofo-suicida-2/
[10]
Michelstaedter, Carlo. La melodía del joven divino. Sexto piso, 2011. Nota del
traductor.
[11]
Améry, Jean. Levantar la mano sobre uno mismo, discurso sobre la muerte
voluntaria. Pre-textos, 1999.
[12] Biedma
López, José. El nihilismo místico de Carlo Michelstaedter. Revista el búho Nº
24. (s.f.)
[13] Hay
una traducción al español publicado por Península en 1985.
[14]
Campailla, Sergio. Le prime interpretazioni di Michelstaedter (1910-1916).
Roma: Istituto dell’Enciclopedia Italiana, aprilegiugno 1990, pp. 17-26.
[15] Michelstaedter,
2011.
[16] Véase,
“En busca del tesoro que no está” de Sergio Campailla en La melodía del joven
divino. (La melodía del joven divino se compone de tres secciones: una más
filosófica, la segunda alimentada por una vena narrativa, la tercera sobre una
base crítico-literaria).
[17] Michelstaedter,
2011
[18] Kant,
Immanuel. Pedagogía, Ediciones Akal. España, 2018, pág. 103.
[19] Michelstaedter,
Carlo. La melodía del joven divino. Sexto piso, 2011, pág. 36.
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