viernes, 27 de marzo de 2020

Jean Genet, el poeta ladrón y prostituto


La poesía erótica de Jean Genet (otro olvidado)


Me basta con besarte, estar contigo…mira, voy a regar alcatraces.
Luis González de Alba



Animal de amor árbol de oro de dos cabezas


Hablar de la poesía homo-erótica de Jean Genet con una precisión poética, indica, que se desarrollará su trabajo ‘poético-poesía-poemas’ ( con alguna referencia narrativa) que tienen como raíz del lenguaje, un claro impulso que tiende al amor, el deseo y la lascivia homosexual. De homo (igual) y erótica de eros (deseo ardiente).

Animal de amor árbol de oro de dos cabezas, escribe Genet, en su largo poema titulado El pescador de suquet. ¿Qué forma humana toma ese animal del que Genet mete en paréntesis? Lo que sí sabemos es que es de amor, que provoca amor, es por ello que es de-amor y que es grande y fuerte, como un árbol, y antes dirá con respecto al sustantivo árbol que se hace subido en él, y luego le dice, -tu frente baja –lo miran-, y remata declarando, que es preciado de oro y que es hombre al que ama, de dos cabezas. Aquel que fue llamado comediante y mártir por Sartre, logra crear una atmósfera propia de un lenguaje que tiene como punto de partida la libertad del amado, del amar mismo, que retrotrae su vínculo amoroso y lo hace algo sexual, lo desea:

Subido al verde árbol –tu frente baja
(Animal de amor árbol de oro de dos cabezas)
Sobre su ramaje- cálida bestia enlazada.


Interpreting 'The Maids' Through a Shifting Societal Lens - The ...

Quien mira a ese Animal, no debe serlo de algún modo, un animal por lo feroz, por el miedo que pueda causar, o por su apariencia combativa. Por lo tanto, qué tipo de hombre mira a ese Animal de amor árbol de oro de dos cabezas. En un texto del perdido profesor alemán Hubert Fichte, se enlista un libro gay Hotel Garni (Traduce Juan José del solar) escribe lo siguiente en la página 19 de un ministro de economía, “Pertenecía a un pequeño círculo de intelectuales acaudalados que guardaba ediciones de lujo de Jean Genet en cajas de cartón, como trajes de noche. Ediciones de lujo dedicadas” de acuerdo a Goytizolo que lo conoció y convivió un tiempo con el poeta, diría que Genet tenía cómo moverse, no le iba mal. Genet es un poeta que siente, y quiere transmitirlo, quiere proyectar su deseo, su perverso deseo, y con ello ensuciar al lector que culminaría enlodando a la sociedad. Sí, pero de una poesía viva. En la estrofa trece de El condenado a muerte (Que proviene de Nuestra señora de las flores 1942)  escribe:

Evoquemos, Amor, a cierto duro amante,

Enorme como el mundo y de cuerpo sombrío.
Nos fundirá desnudos en sus oscuros antros,
Entre sus muslos de oro, en su cálido vientre. 


El amor homosexual, visto como un deseo meramente sexual, que busca penetrar o ser penetrado, o disfrutar de ambas, sobre exalta un único carácter y olvida, -muchas veces por miedo-, a disfrutar de la vida de los otros, a través de su literatura, ¿Qué siente el otro en tanto que no soy yo cuando él siente? Genet al igual que Pasolini, Lorca, Aleixandre y muchos otros, tienen fundido el ego homo en sus páginas, para poder reconocer la condición que los hace más humanos. El hombre que él ama se muere, lo han matado, el dolor que siente lo emana en un ambiente caótico, Muerto en mí mucho antes que el hacha me cercene. El recuerdo caótico, mencionado antes como ambiente resurge en cada uno de sus versos, en otros su presencia se eyecta al lector y lo recrea:


Las solemnes mañanas, el ron, el cigarrillo…
Las sombras del tabaco, de prisión, de marinos
Acuden a mi celda, y me tumba y me abraza
Con grávida bragueta un espectro asesino.

Querelle De Brest - Jean Genet - $ 149,00 en Mercado Libre 

El tema de los marinos y las tabernas donde éstos bebían, culmina en su texto efebeíco, Querella de Brest, con respecto al amor se narra; “Estrechaba a Querella con la misma pasión aparente con que agarra el cadáver de su cría una hembra de animal, actitud por lo cual se nos hace evidente lo que es el amor: conciencia de la separación de una mismo, conciencia de hallarse escindido y de que vuestro mismo yo os contempla… (y ocurre antes que salvajemente sea sodomizado), en el texto aparece de la siguiente manera: «Ahora es cuando voy a traspasarte» …Al primer embate, que tan fuerte le aniquilaba Querella gimió de dolor, dulcemente primero, luego con más fuerza hasta jadear sin pudor” no se puede negar el brillo dramático de una obra como Querella de Brest, que recorre una psique especial, de hombre desafortunado, no hay que olvidar tampoco, que el poeta al que nos referimos se prostituyó y que ocupó varias veces celdas carcelarias.

Prosigue en el Condenado a muerte, escrito que dedicó a Maurice Pilorge, ‘un amigo’ del que pasaba noches sin sueño, pues éste se lo había robado con su belleza de Apolo, fue ejecutado el 17 de marzo de un ya alejado 1939 en Saint-Brieuc. Poema donde la versificación de títulos no escritos podrían estructurarse entre el amor, el deseo carnal, el miedo a la muerte, el pecado y la rabia.

Amor mío, amor mío, ¿podrías robar las llaves
Que me abrirán el cielo donde tiemblan los mástiles? La muerte es la causante de tan triste poema, donde lo humano se torna un salvaje miedo, soledad de amor, en Genet hacen mella, no sin antes anunciar su ambición homoerótica:

 Niño de las honduras
Nacerán de su cuerpo extraños esplendores
y perfumado semen de su verga adorable. 

Juan Goytisolo, Genet y los palestinos: ambigüedad política y ...
Goytizolo y Genet



Anatomía de la poética en Genet

En la medida que el poeta vive la experiencia de escribir del recuerdo, transmite también su deseo. Cuando aparecen fenomenológicamente estos versos, el lector puede quedar pausado, pero esa pausa es porque Genet es metapornográfico.

¡Mi bellísimo paje coronado de lilas!
Inclínate en mi lecho, deja a mi pija dura
Golpear tu mejilla. Tu amante el asesino
Te relata su gesta entre mil explosiones.

El Jean Genet “hacedor” logra en un moderno estilo de utilizar palabras comunes, la época de su poesía, de su cosmovisión narrativa, excesivamente buena como su poesía. Quizá esas mil explosiones den vida a su recuerdo satírico. Chupa mi duro miembro cual si fuese un helado escribe al final de otro verso, se intensifica, como si fuera una sinfonía, cambia de tiempos, de altitudes, y exige de nuevo:

Besa mi pija tiesa, entierra en tu garganta
El bulto de mi polla tragado de una vez,
¡Ahógate de amor, vomita y haz tu mueca!

Inmediatamente luego:

Adora de rodillas como un tótem sagrado
mi tatuado torso, adora hasta las lágrimas
mi sexo que se rompe, te azota como un arma
adora mi bastón que te va a penetrar.

 

Todos, o casi todos los deseos de amor terminan en una pasión que logra culminar lo que se comparte en una unión espiritual, no significa desde luego que después no existe la pasión:

Elévate en el aire de la luna, mi vida
En mi boca derrama el consistente semen
Que pasa de tus labios a mis dientes, mi Amor,
A fin de fecundar nuestras nupcias dichosas.


En el choque entre dos cuerpos masculinos, que se odian, que sienten celos no los une el amor. Estos dos machos como los llama Genet, son en su gran mayoría ejemplo de lo que la vida homosexual de aquella época francesa puede parecerse al Der Kreis en Alemania.  Nuestro poeta escribe así en Querella de Brest pág. 166: “Ternura no es la palabra exacta, pero expresa mejor la mezcla de agradecimiento hacia el cuerpo del que extrae el placer, de dulzura que os derrite cuando el placer se acaba, de laxitud física, de asco incluso que os ahoga y os alivia…ambos hombres quedan unidos por una complicidad que, nacida de la ausencia de mujer, suscita a la mujer, que los une precisamente por su carencia. A este respecto en sus relaciones no había nada fingido, ni necesidad alguna de ser otra cosa que lo que eran: dos machos muy viriles que sienten celos tal vez, que se odian, pero que no se aman” Sentencia el escritor.

 

Genet es un poeta de sustancia, puede imaginar lo que ya ha vivido y recordar una forma especial de escribir poesía valiosa. En Marcha fúnebre (1942-1943) en el segundo canto, VII, tercera estrofa dicta:

¡Oh saber que tú duermes bajo mi pobre techo!
Por mi boca conversas y con mis ojos miras
Esta alcoba es la tuya y son tuyos los versos.
Revive lo que quieras que yo monto la guardia.

No solo sabe reconocer y recoger la exégesis de un sentimiento tan vulgar como el deseo amoroso del que se ha ido, parte si es que puede afirmarse, de un relato poetizado. Genet es dueño de una capacidad creadora, en sus versos se doblega el sentido moral de por y para qué amar, de dolor y la fétida esperanza por la ley. No existe en sus palabras, nada que no haya experimentado en carne propia. ¿Qué acaso ‘montar la guardia’ no es consentir al otro?

No me lamentaré por cruel que el juego sea
Un canto de pesar que revienta tus ojos
Se trastorna de verte por tanto horror ceñido
Y ese canto por siglos tu ataúd estremece.

Muchos precisan y no es menester denostarlos, que la poesía de Genet, muchas veces con palabras yuxtapuestas, son de difícil traducción. Su cuerpo poético no piensa en tanto estilo, reclama dejarse sentir por la erótica del lenguaje. En Un chant d'amour que trata de un poema de deseo homosexual, llevada también al cine, y por mucho tiempo censurada. Dedicado a Lucien Sénemaud escribe:

¡Pastor baja del cielo donde el ganado duerme!
(Al bozo de un pastor te confío hermoso invierno)
Bajo mi aliento incluso si tu sexo es de escarcha
Aurora lo libera de ese frágil vestido.

En otro verso donde se vislumbra el amor en forma fantasmagórica pues sufre su deseo, su recuerdo, entreteje un pasaje ‘tierno’ dice así:

Esta forma es de rosa y te guarda tan puro.
Consérvala. De pronto te revela la tarde
Y te me manifiestas (desnudo de tus ropas)
Enrollado en tus sábanas o de pie contra un muro. 

Especial Jean Genet 1910-2010 (1) – El Placer de la Lectura


¡Oh Genet, mira tú marcha fúnebre!

El martes 15 de abril de 1986, y un día después de la muerte de su amiga Simone de Beauvoir, acaeció de un cáncer de garganta el ya célebre poeta homosexual, transgresor y vanidoso de lo ruidoso. Falleció en su cuarto de hotel donde vivía, informaría luego la editorial Gallimard.

En el Pescador de Suquet escribe no a modo de epitafio:


Me ha sepultado en una tumba de porcelana.

Tu oscureces el mundo.


ANTONIO PÉREZ-PAREDES

Licenciado en Pedagogía por la Universidad del Sur. Ha participado como ponente en la Embajada Mundial de Activistas por la Paz (EMAP) en varias ocasiones; “Foros universitarios; El holocausto y su impacto en los derechos humanos (2013)” “El genocidio y otros delitos competencia de la Corte Penal Internacional (2014) como moderador en la Universidad Tec-Milenio” “Alianza Internacional Universitaria por la Paz (2015) en la Universidad Politécnica de Quintana Roo” “ Educar para recordar: El holocausto y los derechos humanos (2016) en la Universidad del Sur”. En 2018 participó en el “Simposio de Autonomía Curricular, realizado en el Tec-Milenio” en 2019 recibió la certificación de competencia laboral en el “Uso didáctico de las tecnologías de información y comunicación en procesos de aprendizaje” y en 2020 la constancia en su participación del curso “Convivencia escolar desde la perspectiva de los derechos humanos (por la CNDH)”. En 2021 fue conferenciante en la semana de la Pedagogía con la ponencia "La pedagogía en la Grecia clásica". Concluyó el Taller "Evaluación diagnóstica para alumnos de educación básica" en 2021 y en 2022  recibió la certificación por el curso "Herramientas para una educación inclusiva, Dislexia; desde al aula al mundo del trabajo. Fue profesor de primaria en el Colegio Mano Amiga Cancún (2015-2021), actualmente es docente de licenciatura en la Universidad del Sur y en la primaria "Tulúm" también en Cancún.




Bibliografía
Fichte, Hubert. Hotel Garni, Alfaguara1990. Madrid.
Genet, Jean. Querella de Brest. Debate 1983. Madrid.
Genet. Poemas. Visor 1996. Madrid. Versión de A. Martínez Sarrión.

jueves, 26 de marzo de 2020

El libro como objeto. La bibliofilia como consecuencia de la lectura


El objeto de la lectura
La bibliofilia como consecuencia de la lectura
“Estoy como acosado por una pasión inagotable que hasta ahora no he podido ni querido frenar. No consigo saciarme de libros”

Petrarca



Leer puede significar muchas cosas, y hay que delimitar su extensión, para precisar de lo que se trata de inteligir[1]. Por ejemplo, se puede leer un símbolo de tránsito, que responde ante quien lo lee como una señal, podemos leer un subtítulo de una película, para comprender lo que ocurre a nivel del dialogo, se puede  igual leer un resultado clínico, y de ello diagnosticar una enfermedad. Es decir, para no confundir más, leer se entiende de muchas maneras; incluso hay quien afirma leer las cartas o el restante del café, y ¡felicidades! Pero lo que cabe destacar, es que leer, puede hacerlo cualquier persona que haya aprendido el abecedario, haya podido unir vocales con consonantes, construir bisílabos, trisílabos y todo lo que ocurre cuando el hombre se dispone y todo lo que le rodea persuade que él aprenda aquello que es necesario, en última instancia, leer.


Para esta empresa es entonces, y de mucha importancia entender, para saber de qué se está hablando,  que leer se enjuicia como aquella actividad intelectual de no dejar de leer, leer es no dejar de leer. Y si leer es no dejar de leer, entonces, leer repercute en la vida de quien es capaz de leer. Transformando así, la vida de quien destina tiempo leyendo. Y es que aunque parezca ridículo, pero sin la lectura, sin ese proceso, no se pude, como atestigua el argentino Alberto en Unas palabra preliminares “la lectura es un acto solitario; sin embargo su consecuencia lógica es el impulso de compartirla con otros, de tomar a un amigo por el brazo y llevarlo a ese pasaje que tanto nos conmovió, nos iluminó, nos llenó de azoramiento o felicidad[2]”.
Mientras embalo mi biblioteca', de Alberto Manguel: La necrológica ...

La bibliofilia como bien lo enuncia su articulación, está conformada por dos palabras: biblio y filos, la primera simplemente se traduce como libro por la ciudad de Biblos, y la segunda es un equivalente a la palabra amor, pero no debe confundirse con el amor carnal comprendido en castizo, amor como atracción. La palabra como amor al saber,  “filosofía” significa de acuerdo a Giorgio Colli al interpretar el amor filosófico de Platón; no era la “aspiración de algo nunca alcanzado, sino tendencia a recuperar lo que ya se había realizado y vivido”[3]. Si nos limitamos a la reflexión del profesor italiano, entonces leer es volver a la lectura, pero, cómo se vuelve a la lectura, únicamente poseyendo lo objetos de la lectura.

El bibliófilo es un hombre que ama los libros. Que los atesora, que los desea y quisiera perpetuar en ellos su deseo, es decir, que todo aquel que conozca sus libros, los atesore como los aprecia su dueño. El bibliófilo es un amante de los libros como objetos de esclavitud. Los esclaviza para él, para su librero, su estante, su biblioteca, para hacerlos girar es su revolving desk.

 El caballero de los libros, ama los libros, eso ya lo mencionamos, pero sobre todo se proyecta a futuro, quiere ostentar el título de Bibliofilax[4] característica común entre los amantes de los libros. Es muy difícil deshacerse de un ejemplar, más cuando ese libro es importante solo por el hecho de que el aficionado bibliófilo le ha entregado el valor de ‘pertenencia a su biblioteca’. Para ejemplificar ese dilema está un caso personal;  poseo una  edición del Fausto de Goethe, de la Universidad Autónoma de México, con excelentes grabados, del año 24, del siglo pasado, cuando la UNAM no tenía lo de ‘autónoma’ que no cambio por nada. Es una edición hermosa, que el tiempo ha hecho que huela a vainilla, y que el amarillo de sus hojas solo responde a mayor amor. No lo intercambio por nada. El amor por los libros es un amor pasional, tal como lo dice Descartes, “es un estado de ánimo, frecuentemente vigoroso, pero heterogéneo: es un movimiento del alma[5]”.

El amor por los libros, no respeta credo, nacionalidad o cultura, impregna con su droga, la adicción de quien sabe leer. Lo que significa que leer es poseer, dentro del marco de la ‘bibliofilia’ como una actividad burguesa. No es del todo cierto, pues la bibliofilia está ligada al legado dejado al paso de la lectura, la lectura como una cultura del espíritu de la época. Un ejemplo de ello se describe en el artículo de Díaz Lavado[6] cuando al retratar a Estilpón, que había perdido gran parte de su biblioteca a consecuencia de la toma de la ciudad de Poliorcetes, éste dice a su favor, que nada le debe la guerra, que la pérdida de sus libros no limita su παιδεία paideia, su educación, su formación, al final, lo que él es. El hombre que posee un libro, y dentro de la posesión halla el sentido mismo de poseer, no solo se posiciona en un lugar del álter ego inalcanzable por los mismos mortales, se ubica en una cima que solamente él es capaz de escalar, como lo describe Stephan Zweig: “el hecho de poder tener un valioso libro entre las manos significaba para Mendel lo que para otros el encuentro con una mujer. Aquellos instantes eran sus noches de amor platónico. Tan solo el libro, jamás el dinero, tenía poder sobre él[7]”.

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En el mundo antiguo las fuentes bibliográficas son muy escasas, pero no por ello menos importantes. Está el caso de la Biblioteca de Alejandría[8], que fue foco axial para la compra, enseñanza y difusión del legado helénico-romano. La bibliofilia está ligada históricamente a la tradición expansionista de la historia imperial. Un ejemplo de ello es la difusión del libro en la España musulmana como cabalmente relata Julian Ribera Tarragó; «Estuve, dice, una vez en Córdoba y solía ir con frecuencia al mercado de libros por ver si encontraba de venta uno que tenía vehemente anhelo de adquirir. Un día, por fin, apareció un ejemplar de hermosa letra y elegante encuadernación. Tuve gran alegría. Comencé a pujar; pero el corredor que los vendía a pública subasta, todo era revolverse hacia a mí indicando que otro ofrecía mayor precio. Fui pujando hasta llegar a suma exorbitante, muy por encima del verdadero valor del libro bien pagado. Viendo que lo pujaban más, dije al corredor que me indicase la persona que lo hacía y me señaló a un hombre de muy elegante porte, bien vestido, con aspecto de persona principal. Acerqueme a él y le dije: Dios guarde a su merced; si el doctor tiene decidido empeño en llevarse el libro, no porfiaré más; hemos ido ya pujando y subiendo demasiado. A lo cual, me contestó: usted dispense, no soy doctor; para que usted vea, ni siquiera me he enterado de qué trata el libro; pero como uno tiene que acomodarse a las exigencias de la buena sociedad de Córdoba, se ve precisado a formar biblioteca: en los estantes de mi librería tengo un hueco que pide exactamente el tamaño de este libro y como he visto que tiene bonita letra y bonita encuadernación, me ha placido: por lo demás, ni siquiera me he fijado en el precio; ¡gracias a Dios me sobra dinero para esas cosas! Al oír aquello, prosigue nuestro bibliófilo, me indigné, no pude aguantarme y le dije: Sí ya, personas como usted son las que tienen dinero; bien es verdad lo que dice el dicho: Da Dios nueces a quien no tiene dientes. Yo que sé el contenido del libro y deseo aprovecharme de él, por mi pobreza, no puedo utilizarle[9]

El anterior pasaje aparte de curioso, nos hace entender lo que el libro por si solo causa en quien lo atesora. Se sabe que Alejandro Magno llevaba en sus campañas una edición de la Ilíada así como los escritos históricos de Filisto, el primero revisado por Aristóteles, su maestro, y que también le servía de almohada. Aristóteles por su parte, “era propietario de una rica biblioteca privada, ordenada científicamente en el Liceo, un gimnasio al este de Atenas[10]”.


 El bibliófilo Alberto Manguel en su exquisito libro Mientras embalo mi biblioteca nos cuenta su apasionante amor por los libros como objeto de lectura; “No me gusta que me prohíban escribir en los márgenes de los libros que tomo prestados. No me gusta tener que devolver libros en los que descubro algo asombroso o precioso. Como un saqueador rapaz, quiero que los libros que leo sean míos[11]”.  El lector devorador de libros es un individuo por demás raro, las aficiones o filias causan muchas veces la extrañeza de la gente, ¿para qué quieres tantos libros? Recuerdo hoy con mucha tristeza un libro que presté a un colega y que nunca regresó, se trataba del libro La piedra filosofal de Tomas de Aquino, a esa ruina se suma la pérdida de varios ejemplares valiosos y que hoy en día anhelo recuperar. Sin embargo, cuando percibo que me falta uno, me alivio al corroborar que sigo poseyendo otros, que para la mayoría no es sinónimo de valor, pero el bibliófilo ama los libros por el libro mismo, porque es una edición cuidada, o una primera edición, edición príncipe. En mi biblioteca tengo, varios libros que son muestra indudable de mi actividad profesional y bibliófila. Entre las rarezas, está un texto en maya, con una portada de una pareja casándose (del que no he podido indagar más), también una enciclopedia editada por Albert A. Hopkins en Nueva York que data de 1895.


El aficionado a los libros, busca encuadernaciones firmadas, si es posible por el mismo autor, lo que aumenta el valor del mismo, o hallar una carta, un boleto de camión o una fotografía. En su momento, cuando tuve la oportunidad de realizar el inventario de una biblioteca en el Instituto de cultura de Cancún, tuve en mis manos libros que pertenecieron a la poeta Margarita Paz Paredes, recuerdo abrir un baúl y sacar la correspondencia que mantuvo con otros escritores como Octavio Paz, Fernando del Paso y José Emilio Pacheco por citar algunos. De esa biblioteca tengo un hermoso recuerdo, ya que el bibliófilo es un ratero profesional, tome un libro al que acudo siempre que deseo emocionarme, Noticias del Imperio de Fernando del Paso, ejemplar que tuvo en sus manos la poeta. El poeta español Luis Antonio de Villena[12] narra así sus inicios en el mundo de la bibliofilia; Que yo recuerde uno de los primeros libros que compré sintiéndome bibliófilo fue una bella edición en octavo y en latín, con pequeños pero atractivos grabados de las “Opera omnia” de Publio Virgilio Marón, hecha en las prensas del célebre impresor Fermin Didot en 1831. Como lo compré en la primavera de 1968 (una fecha mítica, sin saberlo) me pareció una pequeña joya que conservo….

Villena: «Fui un niño raro sin buscarlo y con 16 años decidí ...

Michel de Montaigne en su capítulo dedicado a los libros, reconoce que en ellos halla un antídoto para no aburrirse, no pareciera mostrar un espíritu bibliófilo, pero es certero y honesto cuando al hablar de los libros, precisa muy bien su relación, “Cuando un libro me aburre cojo otro, y solo me consagro a la lectura cuando empieza a dominarme el fastidio de no hacer nada[13]”. El escritor Jorge Luis Borges no puede faltar en el listado de bibliófilo y erudito, y el lugar donde desborda esa sustancia intelectual es precisamente en sus libros, mucho tiempo fue La biblioteca de babel mi cuento predilecto. Quién no se ha emocionado, imaginando esos pasillos y recovecos descritos con belleza arquitectónica. Los libros son una extensión de la memoria sentenciaría Borges. Alberto Manguel, del que ya hablamos reaparece aquí al ser en su juventud asistente de Borges, quien le solicitaba leyera los textos de su agrado. Manguel confesó tener más de treinta y cinco mil volúmenes en su biblioteca, una verdadera Biblioteca de Babel. En su libro Cómo pinocho aprendió a leer, dice; “Cada lector es reflejado en sus lecturas de dos maneras. Primero, porque la elección de los títulos y el orden en el que se encuentran revelan la lógica y estética del lector; segundo, porque las páginas, obviamente leídas, marcadas de señales y de observaciones, apuntan pasajes en los que ese lector ha sentido su propia voz, sus propias alegrías y temores descubiertos y puestos en palabras[14]”.

Antonio Pérez-Paredes
Profesor y bibliófilo 



[1] Latín, intelligere.
[2] Manguel, Alberto, Cómo pinocho aprendió a leer, México, Siglo veintiuno, pág 19
[3] Colli, Giorgio, El nacimiento de la filosofía, 2009, Tusquets Editores, pág. 14.México D.F. Traducción de Carlos Manzano.
[4] Tzetzez, Prolegómenos a Aristófanes donde se hace referencia a Eratóstenes como guardián de los libros.
[5] Tratado de las pasiones, I, 27-29.
[6] Véase el artículo, La educación en la antigua Grecia, 2001.
[7] Ordine, Nuccio, Clásicos para la vida, una pequeña biblioteca ideal, Acantilado, pág.74
[8] Cuya fundación se data el 7 de Abril del 331 a.c.
[9] Tarragó, Julian, Ribera, Bibliófilos y bibliotecas en la España Musulmana.  
[10] Cavallo, Guglielmo, (Dir.), Libros, editores y público en el Mundo antiguo, Alianza Editorial, Madrid, España, 1995, pág.55
[11] Manguel, Alberto, Mientras embalo mi biblioteca, Editorial Almadía, México, pág. 22
[13] Montaigne, Michel, Ensayos, Taurus, México, 2014, pág. 74
[14] Manguel, Alberto, Cómo pinocho aprendió a leer, México, Siglo veintiuno, pág. 53