Una mañana nos despertamos y ya
éramos posibles portadores
“Ahora bien, a través de esta
técnica de sujeción, se está formando un nuevo objeto: lentamente, va ocupando
el puesto del cuerpo mecánico, del cuerpo compuesto de sólidos y sometido a
movimientos, cuya imagen había obsesionado durante tanto tiempo a los que
soñaban con la perfección disciplinaria”.
Michel
Foucault, Vigilar y castigar
Un
día, una mañana, muchas personas, en muchos países, en muchas ciudades y en
muchas casas, se despertaron y se enteraron que se habían convertido en
posibles infectados. En posibles portadores de un virus, que más se parece a la
idea de un Dios omnipresente y omnipotente que deriva en la idea de un virus al
que todos le temen y nadie puede ver ni sentir, ni oler, hasta que se hace
notar en el cuerpo de uno o del otro.
En
la novela de Franz Kafka, (1883-1924) “La metamorfosis” el austrohúngaro y
bohemio escritor, compone en su narrativa toda una queja de la bruma de su
tiempo, “la existencia”, es un verdadero cirujano de la condición humana. Gregorio
Samsa su personaje, es un hombre que trabaja como viajante de comercio, y que
una mañana se despierta y se ve convertido en un asqueroso bicho, un insecto,
-un escarabajo-. Citamos aquí[1] la
primera traducción al castellano de la novela kafkiana por otro gran escritor
Jorge Luis Borges;
“Al despertar Gregorio Samsa una
mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse, en su cama convertido en un monstruoso
insecto”
Es
así como muchos al despertarnos nos vimos convertidos en un monstruoso bicho,
en un insecto que es un posible portador, y que puede incluso estar contagiado
y no saberlo, pero que estaría en proceso de metamorfosis. En este caso la metamorfosis son los síntomas del
covid-19, y el ciudadano de la polis
es un Gregorio Samsa. Nos vemos a la necesidad de estar recluidos, pero muchos
tienen que trabajar a pesar del miedo que salir propone. También Gregorio
cuando se ve aceptado como lo que ahora es, un bicho, piensa en que no puede
salir así e ir a su empleo, cómo salir, ese es el punto. Y permanece encerrado,
cuando su familia se entera de lo que le ha ocurrido. Pero es también la
familia la que lo mantiene oculto, encerrado, con quien únicamente se tiene
contacto cuando le alimentan. Y es lo que lamentablemente hemos visto y/o
escuchado, personas que agreden al personal médico[2]:
doctores, enfermeras, camilleros, etc. Ahora el personal de servicio médico es
visto como ese bicho kafkiano, el miedo surge, la paranoia social a un posible
contagio, la falta de valores y de una educación cimentada en el humanismo y
los clásicos hacen que la sociedad cuando se ve vulnerada defiende sus
intereses y se olvida de sus semejantes.
La
pandemia ha venido a clasificar a la población dentro de su propia realidad, ya
no hay más otro que me constituye como otra verdad, ahora el otro es un posible
contagiado, como dijo el gran filósofo argentino José Pablo Feinmann[3]; "No hay nada más socialista que la pandemia; para el
virus todos somos iguales".
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Antonio Pérez-Paredes
Pedagogo
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