La cuestión homérica
¿Existió Homero realmente?
“El autor más antiguo de la literatura griega es
también el más grande: Homero. En sus dos epopeyas en hexámetros, la Ilíada y
la Odisea, probablemente compuestas en el siglo VIII antes de Cristo, Homero
nos introduce en un mundo muy especial reservado a los héroes, un mundo en el
que los sentimientos básicos del ser humano —el amor, la amistad, el odio, el
coraje, la venganza, el honor, el dolor, la fidelidad, la traición, etc.— se
dirían recién creados, y ello en razón a la frescura y grandeza con que
aparecen en cada personaje”.
Luis Alberto de Cuenca, Prólogo a los Cantos I &
II, El reino de Cordelia.
Nadie hoy en día que
conozca las obras de Homero, y haya leído sus poemas épicos, puede afirmar que
el autor no existió. Se tiene una idea muy aceptada de que escritores de la antigüedad
clásica vivieron y existieron, dado que se cuentan con fuentes ‘fiables y confiables’. Este es el caso
de Homero, que según la tradición, fue Calino quien lo nombra por vez primera,
(la forma oral tendría más años) hacía el 700 a.C.
Los manuscritos más
completos provienen del siglo X d.C. y a su vez son resultado de los grandes
trabajos filológicos de los así llamados “Comentario
de los cuatro” entre los que destacan: Aristónico, Dídimo, Herodiano y Nicanor,
filólogos que no dejaron morir el legado de Aristarco, en pleno primer siglo de
Cristo. Cabe destacar que se han hallado múltiples fragmentos y papiros que al
compararse con otros distan mucho en la extensión, porque folios alejandrinos
suelen ser más largos.
Autor de las dos obras
conocidas como La Ilíada y la Odisea, que, sin el mayor afán que el de tener un
mapamundi de donde guiarnos al hablar del “poema mayor” e intentar comprender
qué tipo de escrito dejó Homero, citaré el inicio de la Introducción a la
Ilíada hecha por ediciones Cátedra 1991:
“La Ilíada es el poema épico más antiguo de la
literatura europea. Fue compuesto poco antes del 700 a. C., probablemente en la
costa occidental de Anatolia o en una de las islas adyacentes, por un poeta
llamado Homero (el autor seguramente también de la Odisea), del que ni los
propios griegos de la Antigüedad conocían nada con seguridad. La Ilíada es un
poema que pertenece a una larga tradición. Los poetas, llamados aedos,
componían de manera oral, improvisada y sin ayuda de la escritura. Sus poemas
estaban destinados a ser cantados con acompañamiento de un instrumento de
cuerda”.
DEL QUE NI LOS PROPIOS
GRIEGOS DE LA ANTIGÜEDAD CONOCÍAN CON SEGURIDAD. Se lee en el párrafo anterior,
y es que conocer algo de alguien que se presume vivió hace dos mil ochocientos
años y sin contar con algún material confiable es difícil establecer una
identidad real o ya se comienza a pensar en un ser mítico. Es precisamente por
lo que esta breve exposición quizá a manera de prefacio sirva para crear ‘interés’
por el texto mismo, o bien para aumentar los estudios sobre el mismo tema con
motivo del asombro.
Vida de Homero
Son muchas las ciudades
que en su momento se arrebataron el título de ser la cuna del nacimiento del
poeta ciego
Homero. En la Antología Palatina se mencionan
siete ciudades: Salamina, Rodas, Ítaca , Pylos,
Esmirna, Íos (más adelante veremos porqué) y la isla de Quíos. Aunque también son mencionadas otras, esto
habla de la importancia atribuida a un poeta que bien que sí tuvo que haber
existido. De todas ellas Esmirna por una tradición ya popular en su tiempo
lleva la ventaja nobiliaria. Se decía que su padre era un Dios, el río Meles,
es por ello que a Homero también se le nombra como Melesígenes “el nacido por el río Meles” y su madre
una ninfa de nombre Criteida.
El nombre “Homero” que
muchos creen significa desde rehén, el ciego, compañero, compositor, y hasta ‘el
muslo’ ya que se contaba, en uno de ellos le crecían largos pelos desde su
niñez.
La primer querella homérica
En los tiempos de
Sócrates no se dudaba que los dos poemas más conocidos de Homero fueran autoría
suya. Se daba por hecho que hacía ya muchos años había existido un viejo sabio
y ciego de nombre Homero que escribió sobre la batalla de Troya con una
descripción tan apegada a la realidad, -aunque siempre con la fantasía
incluida-, solo podría tratarse de alguien que pudo visitar dichos sitios, “legendarios
ya en tiempos de Homero”, por lo tanto debió tratarse de un hombre importante,
con dinero, probablemente rico. En tiempos de Proclo no solo La Ilíada y la
Odisea pertenecían a Homero, había una larga lista denominada “ciclo épico”
entre las que se incluían: Tebaida, Cypria, la Ilíada menor, La Conquista de
Ecalía, entre otras. Guillermo Thiele en su exquisito estudio y que me ha
servido entre otros textos a entender la cuestión homérica dice en la página
10, “En Íos, Homero regaló a su anfitrión Creófilo una epopeya “suya”, La
conquista de Ecalía”.
Las dudas sobre la
autoría de la Odisea, ya en tiempos de Heródoto parecían ser una idea aceptada,
decían que las obras reflejaban
costumbres de épocas distintas, eran diferentes en estilo, valores éticos, por
agrupamiento y en estética, esto aceptado por el mismo Aristóteles, pero
Aristarco que poseía enorme admiración y peso intelectual defendió la idea de
que ambos poemas tenía rasgos comunes. Esto no impidió que más tarde una
vertiente más celosa negara la paternidad a Homero de la Odisea, los así
llamados separadores o corizontes.
La querella consistía
en afirmar que la Ilíada poseía una fuerza vital dada por la juventud bélica,
mientras que la Odisea no, ésta a su vez tiene el carácter propio de la vejez,
o como apuntara Von der Müller en su Die
Dichter der Odyssee, “la Odisea pudo
ser escrito por un discípulo o empezado por este y terminado por otros. Se ha especulado
que las obras en realidad pertenecen a un grupo de poetas ciegos llamados “homéridas”.
Homero más vivo en Oriente
En su Homero y su Ilíada,
Thiele relata que en Tesalónica en 1192, el obispo Eustatio un gran admirador
del genio enciclopédico de Homero, escribió ínclitos comentarios a las obras
del aedo para; filósofos, oradores, gramáticos, poetas, geógrafos, médicos y
reyes, autoproclamándose así como el mejor conocedor bizantino de Homero en
Oriente. Sobre este pasaje es importe añadir las Conferencias impartidas en
Venecia en 1966 por el egregio Walter
Burkert, un estudio comparativo entre Grecia y Oriente publicado como Da homeri ai Magi, en donde escribe lo
siguiente al inicio del primer capítulo titulado “Rasgos orientalizantes en
Homero”:
“…ya
entonces se había notado que Isaías presenta un espléndido símil «homerico» con
el león (31,4) y que Yahveh jura por el cielo y la tierra (Deutoronomio a4,
26), precisamente como Hera en Homero. El paralelo entre el sacrifico de
Ifigenia y el de la hija de Jefté (Jueces 11, 29-40) lo puso en evidencia
incluso la ópera. Los historiadores también habían llamado la atención sobre fenicios y
egipcios por sus respetos en la Odisea”.
La
segunda querella de Homero
Ya en el siglo XV los
escritores e intelectuales tenían una mala fe en considerar la crítica como una
cuestión unitaria, así se negaba la existencia de Homero, se le tildaba de
pagano, vulgar, y anticuado, como se le atacaba a Virgilio, claro, en menor
grado. Era imposible que la estructura moral, -si es que la poseyere-, las
obras de Homero, no podían adaptarse al seno cortesano en los tiempos de Luis
XIV, por causas del “racionalismo francés”. Claro que la crítica no siempre
estaba bien fundamentada, pasa como ahora con el periodismo del fakenews.
Perrault por ejemplo, no hablaba ni conocía el griego y atacaba a Homero. En cambio
Dacier, Boileau y Racine que sí tenían conocimientos de poesía antigua dieron
la contraofensiva aunque sin gran apremio.
En 1665 el Abad D’Aubignac,
François Hédelin escribió Conjectures
académiques ou dissertation sur l'Iliade que no negaba el problema homérico
que ya en tiempos de Lucino se comentaba, más bien admitía al encontrarle una
solución que la Ilíada carecía de estructura, al no ser un poema homogéneo, él, por el contrario, redactará, -son pequeñas narraciones que posteriormente fueron
arregladas por uno o varios poetas-. Concluye, Homero nunca existió.
Es así como de tajo el
Abad D’Aubignac emite como un edicto que el poeta llamado Homero fue pura
ficción, “el valor poético de Homero se
encontraba en algunos fragmentos sueltos, que luego un personaje menor había
reunido para componer una verdadera obra como la Ilíada”.
Si bien las Conjectures académiques ou dissertation sur
l'Iliade no surgieron mucho efecto al momento de su difusión en 1665, el éxito
vino después de la muerte de su autor cuando se vio publicada de nuevo en 1715.
No fue hasta 1795 que renació la disputa; el filólogo alemán Friedrich August Wolf
escribió los 51 capítulos que componen sus Prolegomena
ad Homerum, una disertación escrita en latín como corolario para una
edición de la Ilíada.
Wolf como buen ateo
homérico demostró en sus párrafos forrados de carácter científico, utilizando
el método de distinguir lenguaje oral y escrito que, “los poemas homéricos carecían de unidad, que eran un conjunto de cantares
independientes transmitidos oralmente por los rapsodas y que su contexto fue
establecido solo en la llamada redacción de Pisístrato”.
Galfione lo menciona así en su párrafo sobre Wolf, “el autor mencionado cuestionaba la posibilidad de que los textos
homéricos hubiesen existido con anterioridad al año 776 a. C.. Pues dada la
extensión de los poemas y la inexistencia de la escritura durante este período
de la historia griega, no resultaba posible suponer que obras como la Ilíada o
la Odisea hubiesen podido conservarse”.
Thiele hace referencia con un poco más de erudición, probablemente Galfione lo
leyera; “Creía Wolf que la escritura,
nunca mencionada por Homero no se usaba antes del comienzo de la cronología
según olimpiadas (es decir no antes de 776 a.C)”.
La deconstrucción hecha por Wolf, infiere más un ateísmo por el cual, se niega
la existencia de un solo poeta “Homero” como autor de dos obras, diametralmente
distintas, y que refulgen de detalles finamente tratados que sería imposible
que un solo individuo, aún dominando diez mil lenguas pudiera poder haber
escrito. En conclusión, Homero es un mito.
Negar la existencia de
Homero como autor de la Ilíada y como de la Odisea es muy arriesgado, si bien
en la actualidad, los así llamados “círculos
académicos” no dudan de que existió un poeta nacido un 6 de abril del 648
a.C. mismo día que Arquíloco informa hubo un eclipse de sol, que escribió tanto
la Ilíada como la Odisea. Cercano a nuestros
siglos, no queda más, que admitir lo que los griegos de la época de Sócrates
aseguraban, que Homero existió, idea que quedó esquematizada por los descubrimientos
de la ruinas de la ciudad de Troya, por Schliemann y Dörpfeld en 1868-1890. Si
Troya fue real, las batallas, aunque épicas, también lo fueron, por lo tanto,
es más cómodo para la filología y todo estudio sobre la obra del Hacedor
que en efecto existió un poeta llamado Homero.
La muerte de Homero, otro mito
Sobre la muerte de
Homero hay como en todos los aspectos polémicos de su vida, muchas nubes sobre
cómo acaeció.
El texto más confiable se haya en la Crestomatia de Proclo, usada para los Homeri Opera de Thomas W. Allen y David B. Monro. Sin embargo sobre
el texto consultado y del que tengo acceso es la cita que el profesor Giorgio
Colli hace en su La nascita della filosofía,
a su vez dice que citaba por Aristóteles.
Se cuenta que ansioso por saber sobre sus
orígenes, Homero consultó al oráculo, el texto original de Colli lo describe
así: «...Omero interrogò l’oracolo per sapere chi fossero i suoi genitori e
quale la sua patria; e il dio così rispose, y el dios respondió así: “La isla de
Ios es patria de tu madre, y te acogerá cuando mueras; pero tú guárdate del
enigma de unos jóvenes”.
Tiempo después en unos de sus viajes, Homero llegó a
la isla de Ios, sentado en un escollo se
encontró con unos pescadores que a falta de pesca se dedicaban a despiojarse
mutuamente, Homero se hizo con ellos y les preguntó, ¿cómo va la pesca
pescadores? A lo que ellos respondieron: “Lo que hemos cogido lo hemos dejado,
lo que no hemos cogido lo traemos” (“Quanto
abbiamo preso l’abbiamo lasciato, quanto non abbiamo preso lo portiamo”). Homero,
al no ser capaz de resolver el enigma, murió de aflicción,
aunque otros cuentan que tropezó y se golpeó la cabeza con una roca, estuvo convaleciente y posterior a ello feneció.
por Antonio Pérez-Paredes
Profesor de primaria y universidad
Fuentes de consulta