La pedagogía poco estudiada del
rival de Platón
“Para que no escuches sólo un resumen, sino
que puedas hacer con conocimiento la elección y el juicio de las dos constituciones,
será tarea de ustedes que procuren prestar atención a mis palabras, y yo
intentaré, de la forma más breve que pueda, explicarles ambas”
Isócrates, Areopagítico
Isócrates alumno de Sócrates
Isócrates vivió 98
años, nació en Erquía[1] en
el 436 a.C. creció en una familia acomodada gracias a la fábrica de flautas que
poseía Teodoro su padre, un hombre de la clase media. Tuvo una instrucción
erudita ampliada seguramente por las lecciones de sus maestros; entre los más
famosos se destacan Sócrates y Gorgias. Se casó con Platane hija de Hipias, con
quien no tuvo hijos, pero sí adoptó uno de ella, Afareo, al morir Platane, los
cómicos se burlaron de Isócrates haciendo mofa que sostenía una relación con la
concubina Lagisca, apropósito de esto dice Estratis[2]:
A
Lagisca la concubina de Isócrates,
la
encontré cogiendo higos, y luego llega en seguida
el
propio perforador de flautas.
De Sócrates se intuye
deviene ese enorme simbolismo pedagógico rodeado de la necesidad de que el
diálogo no fuera la única forma de aprender, también era indispensable el uso
correcto del lenguaje, la elocuencia y sobre todo la superación de lo que había
sido durante la polis griega, -previa a la democracia-, el único emblema
educativo sistematizado de la aristocracia ateniense, la paideia.
Helenismo pedagógico
Hay una visión de la
polis griega antes y después del asesinato jurídico de Sócrates; para Platón,
-rival de Isócrates-, la paideia tal como la manejaban los sofistas era una
extensión de la injusticia y decadencia de su época. Por su parte, Isócrates
enlistado en otras cosmovisiones de la polis, transforma las ideas de los sofistas para inaugurar una
educación pedagógica “panhelénica” uno de sus tantos sobrenombres, el panhelénico. En griego Grecia se
pronuncia ‘Hélade’. Eso que tiempo después se llamará helenismo no es más que
la primer globalización conocida de un idioma común, hasta ese entonces en todo
el mediterráneo.
El discurso fúnebre
ficticio pronunciado por Isócrates ahí por el 380 a.C. además que le brindase
fama como un escritor político, abre el camino para pensar la posibilidad de la
educación ateniense, única en su tipo, que la cultura griega pudiera expandirse
más allá de sus límites territoriales. En dicho Panegírico Isócrates dice, “que para poder llevar el nombre de “heleno”
no es absolutamente necesario pertenecer al linaje de un pueblo griego, sino
que basta con tener en común la paideia[3].
Queda claro que existe una universalidad en tanto “educación” del hombre, esto
significa, que cualquiera, aunque no poseyera por nacimiento el título de
‘griego’ podía aprender, tener y ser, gracias a la educación helénica llamada
paideia[4].
Isócrates entiende que
la educación del hombre no deviene de su lugar de origen o su clase social,
-muy importante para su época-, los valores guerreros ya plasmados en la
pedagogía Homérica vibran con todo su resonar en la sociedad griega. Para
Isócrates la lengua era muy importante, y que eso distinguía a los hombres de
otros seres vivientes en la tierra. En entendido que el logos es el instrumento
por el cual el ciudadano interviene en los asuntos públicos, es necesario que
su hablar sea dirigido al servicio y correlación entre los otros miembros de la
polis. Sobre lo anterior Winfried Böhm
dice; “la mirada de Isócrates se vuelve
para la capacidad del ser humano de elegir su propio estilo de vida, construir
y crear sus propias tradiciones, tomar la vida en sus propias manos y,
sobretodo, organizar la vida en sociedad de forma libre y racional”[5].
De escritor de discursos fúnebres a
maestro
Poco después que
condenaran a muerte a Terámenes, antiguo maestro de Isócrates, este se dedicó a la creación de discursos
fúnebres para otros. La guerra le había arrebatado todo, sus propiedades y su
habitual forma de vivir, típica de un filósofo con fama. Una vez inaugurada su
escuela renegará de su pasado como logógrafo. Se ha señalado que abrió una
escuela de retórica en Quíos, “fundó magistraturas
e instituyó la misma constitución de su patria[6]”,
y también una en Atenas que tuvo lugar entre la expedición de los diez mil y el
suicidio asistido de Sócrates, (401-399 a.C.).
Como maestro se cuenta
que no cobraba nada a sus compatriotas en contraposición a las mil dracmas[7]
que exigía por sus enseñanzas a los extranjeros. Fue durante este periodo que
Isócrates escribió su famoso Panegírico,
al igual que otras obras como: Contra los
sofistas, Elogio de Helena y Busiris. La labor docente de Isócrates insuflada
por los honores, no le priva de presumir su trabajo siendo allegado de los
Reyes de Salamina de Chipre, para los que escribirá: A Nicocles, Nicocles, y Evágoras. Atribuible seguramente son, Sobre el cambio de fortuna, Arquídamo, y
el muy discutido, A demónico.
La pedagogía del hombre para el
hombre
Política y pedagogía
surgen a la par, mientras que una regula el orden y establece leyes, la segunda
resguarda, y transmite los conocimientos necesarios para poder vivir en la
polis, la pedagogía de Isócrates por tanto, no exime la responsabilidad del
ciudadano de las reglas inmersas en la conducta aceptable, propone que es el
único camino para que la helenización, que podríamos decir hoy en día, alfabetización organice a la sociedad.
El uso correcto del hablar será el fin paidodidáctico del areté isocrático que
detenga las múltiples doxai. ¿Qué
debe profundizar el lenguaje? En su ya mencionado Panegírico Isócrates recalca,
“el perfeccionamiento y el refinamiento
de la capacidad de hablar mediante la instrucción para el discurso político,
tiene importancia para el ser-hombre en sí mismo”[8].
Tales discursos influirán notablemente en la traducción que Cicerón hará de paideia al concepto de humanitas del homo. Junto con Marco Fabio Quintiliano, (el pedagogo más respetable del Imperio) que condensará en sus
exquisitas páginas Instituciones
oratorias al afirmar que "culto" y "bueno" significan elocuente una palabra
muchas veces utilizada por el autor de Απαντα.
Fue tanta la impresión pedagógica provocada, que en el caso de algunas obras latinas, como en su De inventione Marco Tulio Cicerón dirá
con respecto a Isócrates; “La sabiduría
sin elocuencia ha sido de poco provecho a los hombres, y la elocuencia sin
sabiduría frecuentemente los perjudicó mucho. Solamente quien supo reunir ambos
realmente sabrá servir a su propio bien y a los otros”.
La pedagogía de
Isócrates propia de lo ocurrido posterior al auge sofista, demuestra que su
influencia fue casi total, recordemos que la sofística consistía en aprender
hablar bien, saber discutir e imponer el logos. Isócrates forma parte de lo que
Lorenzo Luzurriaga[9]
nombró “educación humanista” donde por añadidura se incluyen Sócrates y Platón.
Ya en la Grecia
de Isócrates, los conceptos designados para el “maestro” al igual que el Ser
en Aristóteles son múltiples; desde sofista, retórico, didaskalon, grammatikos,
pedagogo y hasta filósofo/filosofía, de este último el mismo Isócrates dirá que
no es más que el contenido que un discípulo aprende con un sofista.
En su discurso Contra los sofistas, queda claro y en evidente manera, que como
pedagogo Isócrates no solamente propone una crítica a los maestros de su
tiempo, colegas suyos y que el mismo Luzurriaga agrupa como, “Los principales representantes de la
pedagogía griega son los sofistas, Sócrates, Platón, Isócrates y Aristóteles
que significan en la teoría o reflexión pedagógica helénica lo que Homero,
Hesíodo y Píndaro significaron para la inspiración de su actividad educativa”[10],
es por su parte el único en atreverse a enjuiciar los vicios de los idiotai, (idiotas), o legos como él les
llama, que sin dudar o pensar más allá creen en todo lo que sus maestros les
dicen con palabras embellecidas. Los legos eran aquellos miembros de la polis
que siendo ciudadanos no puedían hacer un uso correcto de su condición.
La areté isocrática
Uno de los conceptos
poco conocidos y estudiados por muchos docentes activos hoy en día es el de
“areté” que según Jeager; “el más alto
ideal caballeresco unido a una conducta selecta y cortesana”[11].
Para Isócrates la areté solo es posible gracias a la paideia, que es la
instrucción por la cual se llega a un fundamento en la eudaimonía[12],
una suerte de poder divino independiente de los poderes que el hombre no
puede dominar, Held lo explica así, “eudaimonía
quiere decir un poder divino[13]”,
que únicamente depende de la actitud del hombre, hoy podríamos aplicarlo al
campo áulico como aquel sentimiento, pasión, relación, conexión o pathos que
acompaña al educando al presenciar y ser presente de la praxis pedagógica.
Inquirir que la pangogía de Isócrates
es una mezcla de influjos divinos propios de su tiempo sería recortar el
análisis y sobre todo la interpretación que en nuestros días tiene el uso del
areté como un símil entre el buen vivir, aquí vivir sería vivir siendo educado,
vivir para vivir en la ciudad o polis. Pensar mucho en el futuro no trae nada
bueno dirá Isócrates, no podemos saber qué nos deparan los dioses, vivir es
vivir para el futuro. Por lo tanto hay que permanecer lo más alejado de lo
malo, -lo contrario a la eudaimonía-,
y proponernos buscar la verdad, en griego aletheia,
“no olvido”.
La pedagogía de la
areté pues, es una garantía para alcanzar la felicidad, (areté=valor ideal),
que se deben inculcar en los alumnos como un telos frente al cual establecer
objetivos que no priven de gozar del presente, de lo que también llamarán kairós el momento oportuno. El
compromiso pedagógico de Isócrates está ligado a una profunda convicción de sus
ideales paideicos, esbozando una
doctrina por la cual, el individuo debe asumir su logos desde el mito del otro,
“Así Isócrates se ve como un abogado
verdadero de la sofística y de la retórica y asume la tarea pedagógica de
anunciar y difundir una educación que use de manera consciente y responsable la
lengua y una formación equilibrada y amplia para tornarse hombre y ciudadano de
la polis”[14].
Un pedagogo es una
lámpara que ilumina un camino que otros no han recorrido, pero quien recorre
ese camino de la mano de un pedagogo, se vuelve lámpara de otro que va por el
mismo sendero. Pedagogo que no pretenda y busque la verdad y la libertad no
merece ser recordado por sus discípulos.
De acuerdo a Pausanias,
tras la derrota de la batalla de Queronea, Isócrates “el macrobioi” como le apodaban por haber vivido muchos años, murió
de un ayuno auto-infligido, “tan amante
de la libertad, que tras la derrota de la batalla murió de hambre
voluntariamente”[15].
En la pseudo-plutarquea,
Vida de los 10 oradores el escrito
sobre su muerte se menciona así:
“Isócrates
muere a finales de octubre del año 338 a. C., mientras se celebraban las honras
fúnebres por los muertos en Queronea”.
Antonio Pérez-Paredes
Profesor de Primaria y Universidad.
[1]
Isócrates, Discursos I, Introducción general, Editorial Gredos, 2002.
[2]
Tomado de la Vida anónima de Isócrates, en
Dicsursos I, 2002.
[3]
Held, Klaus, Doxa y areté en la pedagogía de Isócrates, ARETÉ, revista de filosofía,
Vol. XI, Nº1-2, 1999, pág. 135-171.
[4] No
existe traducción al castellano, aunque hay palabras que se acercan,
“formación” “educación” “humanitas” sobre este tema Werner Jaeger tiene el
mejor y mayor estudio del tema a la fecha.
[5]
Böhm, Winfried, La historia de la pedagogía, Editorial Eduvim, 2010.
[6] Pseudo-plutarquea,
Vida de los 10 oradores, 837, C.
[7]
Cada dracma equivalía a 3.6 gramos de plata, casi lo mismo que un denario, 4
gr.
[8]
Held, Klaus, pág.139
[9]
Luzurriaga, Lorenzo, Historia de la educación y la pedagogía, Editorial Lozada,
Buenos Aires, Argentina, 1971, pág. 44
[10]
Luzurriaga, Lorenzo, pág. 53
[11]
Jager, Werner Paideia, Los ideales de la cultura griega.
Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1942, VoL l 9.
[12]
Se traduce como buen espíritu.
[13]
Held, Klaus, pág. 144
[14]
Böhm, Winfried.
[15]
Pausanias, 1, 18.
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