La idea del demonio como tema principal de escritores en un orden sin mayor relevancia
“Eres para mí como escoria de plata
sobre tiesto”
Carlos
Monsiváis, Catecismo para indios remisos
Hablar
de la aproximación del diablo y el demonio en la literatura de inmediato hace a
la mente imaginar y a la inteligencia pensar, que existe o ha existido una
literatura que en su afán por desarrollar su oficio han convenido a utilizar
alguna que otra idea, -ya prefigurada obviamente del maligno-, en sus escritos,
sería razón insuficiente para tildarla de inoportuna en tanto el canon de lo
que se debe escribir.
En
la antigüedad, el demonio, el diablo o eso que se conoce como espíritu malo, no
era exactamente así, el daimon, era un espíritu bueno, no hay que olvidar que,
lo que los antiguos creían, sobre seres malignos es igual a nuestras creencias
sobre el mismo ser, son distintas y difíciles de explicar, puesto que solo si estuviéramos
ahí en esa época, podríamos saber que era lidiar con una creencia de hace más
de dos mil años. El pedagogo Isócrates utiliza al eudaimonía para enfatizar que, la areté solo es posible gracias a la paideia,
que es la instrucción por la cual se llega a un fundamento en la eudaimonía[1] en Homero por ejemplo, exactamente en la Ilíada, su canto épico, describe
al deimón como una fuerza que orillaba a la gente a cometer ciertos
actos o la justificación de por qué hizo lo que hizo, una especie de expiación
donde la culpa no ha sido del individuo, sino del demonio que lo obligó a tal
acto. En el diccionario de griego-español el recién fallecido erudito Rodríguez
Adrados dice en el apéndice b) de la primea acepción;
Semejante a
un dios
ἐπέσσυτο δαίμονι ἶσος.
El joven Plinio narró en alguna ocasión que en
Atenas había una residencia, la cual, había sido dispuesta como recinto de los
demonios, por lo que nadie quería habitarla. Era lo que podríamos llamar casa
endemoniada. En época de la antigüedad diversa,
al daimon o demonio se le adoraba como a dioses, ya los tenían por deidades, y
tan pronto les ofrecían sacrificios, Robert Burton nos da cuenta, Las obras de Tucídides, Tito Livio, Dionisio
de Halicarnaso y otros autores contienen un sinnúmero de relatos referentes a
sus hechos en verdad prodigiosos, por los cuales fueron adorados en Grecia y
roma como dioses con la práctica de oraciones y sacrificios[2]. Esa y muchas otras noticias nos son
de total aprecio, incluso el suceso extraño de un hombre de quien el demonio
tomó la forma de flautista y con el sonido de su instrumento desapareció a
ciento treinta niños que se fueron con él y nunca jamás fueron vistos de nuevo.
Nuestra
época, tan abierta y ensombrecida, puede ya no percatarse de tal importancia y
lo que implica dicha ‘relación’. Esto no
le impidió al ínclito escritor Giovanni Papini al escribir En toda mi vida he hablado con el Demonio solamente cinco veces como
si esas “cinco veces” no fueran suficientes. Ese demonio que se halla en un encuentro con
él es merecedor de las siguientes descripciones, hoy consideradas dentro de lo
gótico, muy alto y pálido; es todavía
bastante joven, pero su juventud es de aquellas que se han vivido y que son más
tristes que la vejez. El demonio papiniano,
es una metáfora de la vida y la búsqueda de su significado, en ese diablo se
describe la respuesta porque la mortalidad fue un bien y no un castigo para el
hombre. La muerte tiene pues, siendo la única dadora y a la vez quitadora,
igual que el castigo de la vida eterna, da y quita. José Antonio Fortea[3]
describe al demonio con un enfoque más
apegado al adjetivo moderno, al cuestionarse ¿qué es un demonio?:
“Un demonio es un ser espiritual de
naturaleza angélica condenado eternamente. No tiene cuerpo, no existe en su ser
ningún tipo de materia sutil, ni nada semejante a la materia, sino que se trata
de una existencia de carácter íntegramente espiritual. Spiritus en latín
significa soplo, hálito. Dado que no tienen cuerpo, los demonios no sienten la
más mínima inclinación a ningún pecado que se cometa con el cuerpo. Por tanto
la gula o la lujuria son imposibles en ellos. Pueden tentar a los hombres a
pecar en esas materias, pero sólo comprenden esos pecados de un modo meramente
intelectual, pues no tienen sentidos corporales. Los pecados de los demonios,
por tanto, son exclusivamente espirituales”.
Esto se fundamenta en lo que dice gran parte mateo, (12:22), al afirmar que en algunas ocasiones los demonios, pueden controlar a una persona.
Dentro
del imaginario colectivo muchas veces se confunde la idea global de un ser
maligno engendrada en El mal, como el conjunto de demonios y el diablo. El rey
de los demonios es el diablo. La imaginación es tan antigua como las piedras,
ya al maestro fue tentado por el “horrible” El Diablo habló
con Jesús y lo tentó a desobedecer. De modo que no se trata de un ser
imaginario ni de un símbolo del mal. Es alguien real y malvado[4]. Las
referencias bíblicas no se limitan a esa, en Apocalipsis 12-9 se le llama líder
de los ángeles, -los mensajeros-, el diablo es el líder de la rebelión. Poco se
aleja esa imagen, de un diablo malvado, al representado bajo la pluma de
Baudelaire, que lo invoca así, ¡Oh, tú,
el más bello y más privado de alabanzas! ¡Oh, Dios, a quién la suerte truncó
las esperanzas!, en sus Letanías de satanás. Todo
lo contrario en cuanto al deseo por su idolatría lo vivido por el personaje
Rústico en Bocaccio al tener que ejecutar con su hija y enseñó cómo encarcelar
al demonio, luego nos narra que hasta seis veces, un número significativo pues
es el atribuible en parte, al 666 18.
Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia,
pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis. La hija agónicamente se queja, debe ser pésimo diablo éste y en verdad
le dirá a su padre, porque hasta en el
infierno duele[5].
En 1775 el Obispo e intelectual de Meaux dijo en su Sermón para el primer
domingo de cuaresma, sobre los demonios que, a más del testimonio evidente de las divinas escrituras, es cosa
reconocida por el unánime consentimiento de todas las naciones, con
respecto popular creencia de que existen seres malignos, à que llamamos Demonios (LS)[6].
Probablemente la problemática intelectual cobra
una posición, que no había conseguido en tanto ‘género’ si es posible llamarlo
así, a la literatura satánica. El pastor de este personaje logra su epitome en
Goethe, a mi parecer el fenómeno literario más exótico hasta ese momento, el
Fausto. Ahí, en ese texto decididamente moderno, la lucha por conquistar un
anhelo solo es igualada por Gilgamesh en su aventura por la inmortalidad. Entre mi colección atesoro una edición de
1924, editado en México, cuando la UNAM era Universidad Nacional de México,
trae en una contratapa el lema, “Por mi raza hablará el espíritu”. En ese
Fausto el que invoca a lucifer es un polímata, además de un ocioso del libro, Con ardiente afán ¡ay! estudié a fondo la
filosofía, jurisprudencia, medicina y también, por mi mal, -se lamenta-, la teología[7],
después de que Mefistófeles le dijera a el señor en el Prólogo en el cielo, que
apuesta incluso cuando perdiese, le explica que su forma de actuar es propia de
un felino, más que de una serpiente, me
pasa lo mismo que el gato con el ratón[8]
una traducción más osada se lee, soy
como un gato, que se cuida muy poco de los ratones muertos. En 1486, pocos
años antes del noticioso Colón, dos dominicos, Jacobo Sprenger y Enrique
Institores, quienes son los “autores” del Malleus[9]
se preocuparon por si los demonios podían ser capaces de obligar a las mujeres
y los hombres irse al camino del amor y
el odio, además que su objetivo principal, era la de recopilar en un manual,
cómo saber todo de las practicas del maligno, el diablo y las brujas.
A los judíos por ejemplo, en su tradición e
historia, según se atestigua en la Glosa
sobre Isaías, que esta glosa, era un hijo de los demonios, monstruos y
sátiros, hirsutos, íncubus, sátiros,
especies de demonios. El Golem de Meyrink es un ser tipo-demonio con
tentadores parecidos a un Frankesntein; ejemplifica un demonio dentro de la tradición
judaica, donde Yaveh insufla en un muñeco de barro vida con ayuda de unas
palabras mágicas. Jorge Luis Borges quien escribió un hermoso texto sobre el
infierno donde cuenta lo sucedido en 1869 cuando un teólogo de nombre Rothe, insiste en el escándalo de suponer que el
hombre pecador y el diablo burlen para siempre las benévolas intenciones de
Dios (LS). Borges fue igual un gran lector del Golem, Alberto Manguel
cuenta que Borges teniendo dieciséis años leyó en alemán El Golem y quedó
fascinado por la oscuridad de la novela, se cuenta también que expresó, -“Todo
en este libro es extraño”-. Borges vio en
El Golem de Meyrink una “ficción que hecha de sueños que encierran otros sueños[10].
Difícilmente se pueda huir de la idea del
diablo, en tanto palabra de conexión para rediseñar, en el campo textual, una
imagen de súplica, de la desolación y el oscuro sentimiento de desdicha, es de
común saberlo, que todo lo que compete a la morfología del mal supone ya, una
sensación de mundo, en Bajo el sol de satán se define la atmósfera, ¿Era eso temor? ¿Era la convicción de lo que
debía ser y ya era, de que lo inevitable se había cumplido? escribe Georges Bernanos. Publicado por
primera vez en 1667, Paradise Lost de
John Milton es obra cumbre en lo que respecta a la creación de un satanás que
goza de su calamidad y el brillo del que se jacta, es aquel que es capaz de
traer la desolación, Milton en sus casi 10 mil versos narrativos nos va narrar
la epopeya del episodio conocido de Adán y Eva en el paraíso, y su caída al
pecado. A la postre, el poema se ha consolidado como referente de las letras
clásicas inglesas, y es de creerse, pues posee no solo una prosapia literaria,
además de un perfecto uso de los adjetivos al presentar a Satán;
“Pesado
escudo de etéreo temple, macizo y circular, pendía de sus espaldas, cubriéndolas
con su inmenso disco, semejante a la Luna, cuya órbita observa por la noche a través
de un cristal óptico al astrónomo toscano, desde la cima del Fiésole, o en el
valle del amo[11]…”
Luego el diablo habla como si en un auditorio
se tratara;
«¡Príncipes,
guerreros, esplendor de aquellos cielos que un día fueron suyos, y que ahora
han perdido! ¡Qué aturdimiento se haya apoderado de unos espíritus eternos! Luego los incita, ¡Despierten: levántense o permanezcan para
siempre doblegados por su vergüenza![12]».
Lord Byron tiene un dialogo clásico entre Caín y Lucifer:
CAIN.- ¿Qué es lo que
somos?
LUCIFER.- ¡Almas que
se atreven a usar de su inmortalidad! En un verso de Nicanor Parra, el paseo es la
morada del diablo y su destino:
En unas silla de
montar
Hice un viaje por el
infierno.
En el primer círculo
vi
Unas figuras
recostadas
Contra
unos sacos de trigo. Sin duda una descripción muy política de los sufrimientos
de Dante. En el capítulo XLVI de Pentagruel, escribe Rebelais, cómo el diablo
fue engañado de forma muy graciosa por un labrador, primero con el trigo luego
con la cosecha de nabos. Al final de cada venta, el diablo no lograba vender su
mercancía y hasta el pueblo se burlaba de sus diablillos, Los diablos no solo no vendieron nada, sino que los aldeanos que había
en el mercado se burlaron de ellos, prosigue, El labrador vendió todos sus nabos a buen precio, pero el diablo no
vendió nada. Y aún peor era que todos se mofaban públicamente de él[13].
En Valery podemos leer el duelo entre Astaroth y Belial, en Lust, La señorita de cristal, tercer acto, escena primera, los demonios
se encaran con horribles máscaras:
BELIAL
Cada
uno tiene su gusto… ¡Tú roes, yo mancho!
ASTAROTH
¡Puah!
¿Y qué manchas?
BELIAL
Todo.
Convierto todas las cosas en basuras. Tú carcomes, pero yo degrado. Infecto los
pensamientos. Ensucio las miradas. Enveneno las palabras. Por mí la verdad es
fea u obscena, y quien busca la verdad, me encuentra. Yo soy la verdad de la
verdad (LS). En 1795 Ehrhard en su Apología del diablo exigía en sus preceptos,
entre otras cosas que no se debía ser veraz, (no como el demonio), un ser capaz
de apoderarse de todo, igual que una sanguijuela, una rémora que penetra el
concilio sueño de la moral ajena, el diablo, la idea de un ser malo capaz de
perjudicarnos, es un arquetipo inusual, cosa que en tanto creencia del hombre,
no se ve que afecte a otros mamíferos. En la viñeta 4 se escribe a que todos, Incitan al pecado, y finjan al mismo tiempo reconocer la moralidad como necesaria, en el 5
exclama, No ames a nadie, 6) Haz
desdichado a cuantos no quieran depender de ti.
En la literatura japonesa los espíritus
malignos están presentes e igual pueden tomar forma o imagen de cosas
geométricas, o privar de los hombres de la viva realidad por medio de distorsiones
temporales, en el gran prosista Akutagawa lo obliga hasta el suicidio, ¿No querrá alguien apretarme el cuello,
silenciosamente, mientras yo esté durmiendo[14]?
Y yo solo digo, ¿no estaría genial, leer Los engranajes escuchando el capricho
24 de Paganini? La importancia en el campo de las letras que ha tenido el
diablo, tanto como efecto de leer y escribir libros sobre él, suponen que hubo
muchos otros, lectores y escritores que dedicaron tiempo a tan docta actividad,
Jeffrey
Russell ha seguido, de manera erudita y amplia, la figura, la idea del diablo a
través de las distintas eras históricas en sus libros The Devil: Perceptions of
Evil from Antiquity to Primitive Christianity (1977), Satan: The Early
Christian Tradition (1981), Lucifer: The Devil in the Middle Ages (1984), que
culminan en Mephistopheles: The Devil in the Modern World (1986) —sobre el que
me baso para ciertos aspectos del presente apartado[15]. Una criatura rara, una creación distinta, el
demonio, el diablo, el mal, satanás, lucifer, es rico en lenguaje, sucede que,
dentro de la literatura, no solo la de un solo idioma, pero, todas aquellas
lenguas vernáculas y genealógicas, siempre honran el conocimiento sobre estos
demonios, sino con la escritura. Escriben sobre ellos, sobre él único plural. William
Allinghan por ejemplo, le habla en forma de hadas, y escribe sobre estos entes
de tal forma, que uno no puede sino desear ver una, pero como ya decía el
Obispo Meaux, y el mismo Allinghan ya en un verso;
Ni por las montañas
ni por los juncos valles
a cazar nos atrevemos
pues a las hadas tememos[16]. Qué pensaría Juan Díaz Covarrubias de, El diablo en México y otros textos, o von Vereiter de, Yo fui médico del diablo, no lo sabemos. El
traductor de Poe, Charles Baudelaire en XXXVII, El poseído;
se lo que quieras, noche negra, aurora de oro;
no hay fibra en este cuerpo, que haces estremecer,
que no quite: “¡Oh querido Belcebú,
yo te adoro![17]”
En otra esfera Edipo le dice al
ahijado del daimon Tiresias, cuando
el brujo le conjura su verdad, su pasado, el rey no dispone de la suerte como
para entender, el ciego le juega una trampa, pero Edipo es de mente fuerte, y
de labios hábiles;
EDIPO
¿No vas, vil entre viles –hasta a
una piedra harías airarse-, no vas jamás a hablar? ¿Vas a mostrarte, así,
insensible, inútil?[18]
Una
aproximación mínima a la literatura del diablo sin este pasaje de Dostoievsky no
sería un verdadero atrevimiento, en Los hermanos Karamazov:
La belleza es algo terrible. Es ahí
donde el Diablo lucha contra Dios y el campo de batalla es el corazón del
hombre.
Antonio
Pérez-Paredes
Profesor
de Primaria y Universidad
[1]
Léase mi artículo publicado en este mismo sitio. Isócrates el pedagogo del
areté. https://pagina23cancun.blogspot.com/2020/05/isocrates-el-pedagogo-del-arete.html
[2]
Burton, Robert, Anatomía de la melancolía, Alianza editorial, 2006, Buenos
Aires, pág. 221-227
[3]
Forsea, José Antonio, Summa Daemoniaca, Editorial Dos Latidos, Zaragoza,
España, 2012, pág. 16
[4]
Mateo, 4:1-4
[5] El
infierno de Alibech, Bocaccio. Perteneciente al lúcido compendio, Literatura
satánica (LS) escrito por Tulio Stilman, Editorial, Corregidor, Buenos Aires
Argentina. 1976, pág. 9. Úsese y comprenda de aquí en adelante únicamente de
citaran los autores que pertenecen a esta selección antecedido por (LS), y
posterior a ello en cursiva se apreciará el fragmento.
[6] (De
“Sermones del Illmo. Señor D. Jacobo Benigno Bossuet, Opispo de Meaux y
preceptor del Señor Delfín, traducidos del francés por el D. Domingo Morico,
Valencia, 1775, Tomo IV) El texto pertenece a mi colección personal (DaC).
[7]
Goethe, Fausto, Universidad Nacional de México se debe la siguiente edición.
Traducido por J. Roviralta Borrell, 1924.
[8]
Para esta cita he usado el Fausto primera edición al español, 1856, Madrid
España. Prologo en el cielo, pág. 8.
[9] El
martillo de las brujas, Editorial Maxtor, Valladolid, España, 2013.
[10]
Manguel, Alberto, Mientras embalo mi biblioteca, Editorial Almadía, 2017,
México, Traducido por Eduardo Hojman, pág. 80
[11] Milton,
John, El paraíso perdido, EMU editorial, México, 2017, pág.22
[12]
Pág. 23
[13] François Rabelais publicó, La vie très horrifique du grand Gargantua, père de Pantagruel, Gargantúa y
Pantagruel, publicadas en 1534 en Francia.
[14] Akutagawa,
Ryyunosuke, Rashomon, Veracruz México, 2004, pág.290.
[15] SANDOVAL, Adriana. La figura del diablo en
algunos textos y en El fistol del diablo. Lit. mex [online].
2011, vol.22, n.1 [citado 2020-07-25], pp.119-142. Disponible en:
<http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25462011000100006&lng=es&nrm=iso>.
ISSN 2448-8216.
[16]
En, Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las
edades, libro de Harold Bloom, ofrece un monárquico compendio de varios
relatos, que a veces parecen cuentos, y poemas. Editorial Anagrama, 2017,
Barcelona España, pág. 53
[17]
Baudelaire, C. Las flores del mal, XXXVII.
[18] Sófocles,
Edipo Rey, Editorial oveja negra, Bogotá, Colombia, 1993, pág. 19
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