La educación y el castigo del niño en las escuelas
de la antigüedad
“Los alumnos de oro pagaban y
aprendían, los de plata pagaban y no aprendían, y los de bronce aprendían y no
pagaban”
Bion de Borístenes
La concepción de enseñanza helénica
Desde
tiempos remotos en el mundo clásico, -considerando mundo clásico la Grecia
homérica-, se estableció una necesidad de preservar los valores, en su mayoría
guerrera y caballeresca: como el areté, el kairós y la paideia, ésta última
como único gran ideal de la formación del hombre heleno. Paideia[1] es
una palabra que no tiene una traducción precisa en nuestro idioma, cuando tuvo
que ser traducida por el latino Cicerón éste lo llamó humanitas.
Los
valores antes mencionados se aprendían desde muy joven estaba el hijo, en casa,
por medio de sus padres, no es hasta el siglo V a. C., que comienza en las familias
eupátridas de Atenas, con la compra de esclavos provenientes de las tierras
conquistadas, o traídos por comerciantes del África, para servir de sirvientes
y recibieron el nombre de pedagogos. La labor principal de estos guías, era la
de preservar, resguardar y cuidar que nada interfiriera en la educación de su
amo, cuando este iba camino a la escuela y regresaba a su casa.
Cabe
destacar que lo que hoy en día se comprende por educación, estaba muy alejado
de lo que en tiempos de Sócrates era asimilado como un “asistir a la escuela”, hasta antes de Platón, la educación no
había adquirido una forma sistemática de enseñanza aprendizaje[2]. Antes
que el proceso educativo se volviera un conjunto de saberes y técnicas por
aprender lo que proliferaba era una educación física, musical y bélica, la
disciplina había llegado de Esparta, donde no se poseía mayor virtud a alcanzar
que el ser fuerte corporalmente y vencer en las batallas. Es hasta el siglo IV que este tipo de educación
militar se vuelca a un nuevo interés, la educación escolar y literaria, (cabe
mencionar que ya antes existía una obligación de conocer y saber los
principales poemas épicos, la Ilíada y la Odisea), Bouriant cuenta que un alumno de escuela dejó
una misiva que se puede interpretar bajo este contexto, como ya, la necesidad
de adquirir una educación libresca, “las
letras son lo mejor para el comienzo de la vida”.
Las escuelas y sus directores
La
educación como un proceso, es también la única forma que tiene una civilización
de resguardar su tradición y la perdurabilidad de su conciencia colectiva. Entre
el 600 y el 500 a.C en Mileto se estableció la escuela que impartía el logos de
Tales, Anaximandro y Anaxímenes, cercano a este centro allá por el siglo V, la
escuela de Heráclito de Efeso, Hipócrates, el gran médico de la antigüedad habría
instaurado su centro de enseñanza en la Isla de Cos, entre el 460-380 antes de Jesucristo.
En la magna Grecia, nombre designado a las colonias griegas en Italia y Sicilia
proliferó la educación Pitagórica, con su teoría de los números mágicos y la
aparición del número π en el 540, y le siguió las escuelas de Parménides de
Elea y el agrigento Empédocles, de quien se cuenta fue tan admirado por sus
alumnos, entre los que destacaban una pluralidad solo comparada con nuestras instituciones
actuales; hombres, mujeres, ricos y pobres, suponía el eco de su sistema
educativo mágico-pitagórico. Le fue concedida la corona de su ciudad y rechazó,
lo que probablemente influyera en su escarnio y que derivó como nos cuenta
George Steiner, “Destrozado por el odio
de la casa sacerdotal y de la plebe y tras haberse despedido de Pausanias…asciende
al solitario desierto del monte Etna y salta al interior de su cráter en
llamas. Una sandalia, hallada en el refulgente borde, revela su suicidio[3]”. Para la época del
gobierno de Pericles el clazómeno Anaxágoras imparte sus clases (500-428),
seguido de la escuela de Demócrito de Abdera, un famoso matemático que
desarrolló la teoría del átomo al cuestionarse cómo era posible que un pan
alejado de la nariz, siguiera emanando un olor percibido por el olfato,
concluyó que únicamente podría tratarse de pequeños trozos tan pequeños que no
podían verse pero que entraban por las fosas nasales, le llamó “Átomo” una
palabra griega negativa que significa sin parte, (á-sin-tomo-parte).
Para
tiempos del mayéutico Sócrates, las enseñanzas eran cosa pública y oral, fue
hasta con Platón que surge su academia, llamada así en honor al dios Academo.
Platón tenía interés de visitar a los magos de oriente pero la guerra se lo
impidió, a su regreso, “se puso a enseñar
en la Academia; gimnasio plantado de árboles y llamado así por el héroe
Academus[4]”. Después de la Academia
la escuela fundada por su discípulo Aristóteles fue una de las más importantes,
tanto en su currículo como en sus alumnos. Es en Aristóteles donde la educación
se convierte en algo científico y metódico, es probable que su filosofía de la
que según él nacía por el asombro impregnara su naturaleza pedagógica al
afirmar que, “todo hombre por naturaleza
apetece saber[5]”.
Las
conquistas de Alejandro el Magno habían hecho que la paideia helenística se
explayara por todo el mediterráneo y el Asia nororiental, lo que produjo la
instauración de escuelas en la ciudad que lleva su nombre, Alejandría, allí, en
medio de la locura bibliófila se asentarían las escuelas matemáticas de
Euclides, autor del exquisito libro Los elementos, también a su mando estaba el
mecánico Arquímedes, la mente más brillante según atestiguan viejas fuentes. Se
funda igual en los años 300 a.C los gimnasios astronómicos comandados por
Aristarco, Hiparco y Eratóstenes quien sucedió en la dirección de la Biblioteca
de Alejandría a Apolonio de Rodas. Eratóstenes fue llamado bibliofilax[6],
lo que significa, “el guardián de los libros”. Las enseñanzas sobre anatomía
estaban a cargo de Herófilo[7] y
Erasístrato, empero, la gramática era una asignatura del tracio Dionisio.
Ya
en el período grecorromano se alzan en el estandarte educativo las enseñanzas
del astrónomo y geógrafo Ptolomeo y el médico Galeno, egregio en su oficio, de
quien se sabe escribió libros sobre cómo operar a corazón abierto.
Con
el nacimiento de las escuelas, que baste decir las antes citadas no fueron las
únicas, pero por algún motivo sí las más axiales, destaca también la escuela
para catequistas dirigida por el pedagogo cristiano Clemente[8]
quien elaboró una síntesis entre filosofía griega y la religión de Kristo.
La
actividad escolar propiamente dicho hace también que el contacto entre maestro
y alumno, entre el que sabe y el que asiste para aprender, y cosa curiosa es
atender, que tanto en la antigüedad como en tiempos modernos, la disciplina es
parte fundamental del proceso, dado que la educación no puede ser tomada como
una actividad ordinaria, sino que debe estar mediada y reglada por normas y
preceptos que son los que encausan el aprendizaje a consagrarse como un fin
teleológico y no un mero listado de objetivos sin precedentes. Con esto no
estoy afirmando que a la fecha débase recurrir al castigo, puesto que
disciplina como dijo Kant, “..convierte
la animalidad en humanidad. Un animal lo es todo ya por su instinto; una razón
extraña le ha provisto de todo. Pero el hombre necesita una razón propia…[9]” esto significa
que la disciplina es fundamental para el aprendizaje, y es en este lugar de
quehacer educativo que el alumno comienza a frustrarse probablemente porque
consideraba sus clase aburridas o simplemente no pone atención, que aparecen
los castigos corporales por parte del maestro.
Los primeros años de estudio del
niño griego
Los
primeros años de estudio de los niños y niñas comienza a los 7 años de edad y
concluyen entre los 19 y 20 años. Tanto los y las jóvenes podían asistir a la
primaria y secundaria, algunos otros, dependiendo su posición económica
llegaban hasta la palestra y el gimnasio. A partir de los catorce inicia la
etapa llamada efebía, de ahí que se
les denomine efebos, -jóvenes de jovial belleza-, que entraban a la etapa
escolar-militar. En los primeros años se estudiaba 1) aritmética y poesía, luego entre los 14 y 15 años 2) gramática, para finalizar con los
estudios superiores 3) retórica y
filosofía que impartía un Retor, cursos que muy pocos lograban finalizar.
De
estos niveles de estudio será la efebía la única en sobrevivir tras la caída
del auge griego, “La efebía se extiende
hasta los últimos rincones y perdura tanto como la civilización grecorromana:
en el 323 d.C tras la subida al poder de Constantino como emperador único, aún
quedan efebos en Oxyrrinco”[10]. La educación se
realizaba en pequeños centros destinados para esta actividad, o en sitios de
casas privadas, también en pequeños “puestos” en la calle, o lugares de
recurrente afluencia de personas, donde el maestro impartía sus enseñanzas. La
escuela si bien era en un primer momento privada; los padres tenían que pagar
una cuota salarial al didaskalion en
donde se establecía qué iba aprender y en cuánto tiempo, con el paso de los
años, comenzaron a institucionalizarse apoyos económicos por parte de los
gobernantes en turno en cada ciudad, “En
alguna ocasión el monarca interviene en este campo, pero siempre lo hará como
benefactor privado[11]”, esta común
ofrenda hacía la educación verá una mayor expresión en Alejandría donde los
estudioso y docentes recibían un salario pocas veces modesta, “Un erudito bastante desconocido, Panaretos,
recibía doce talentos anuales de Ptolomeo III[12]”. En tiempos del
imperio romano, la manutención de escuelas dependía de las municipalidades
hasta en épocas de Antonino, con el paso de los años, el apoyo decayó, lo que
orilló bajar el salario a los maestros, debido a las pesadas cuotas que se iban
en los sueldos burocráticos, problema que se mantiene hasta el día de hoy en
muchos países donde los docentes reciben un mísero sueldo en comparación de los
políticos.
Semejante
problema magisterial, también incluye la posición social del maestro, pocas
veces concebida como una labor admirable, había ocasiones que los padres se
excusaban del pago, justificando que su hijo no había aprendido nada, Teofrasto
nos expone esto con la siguiente explicación encontrada en el artículo de Díaz
Lavado:
“…un padre que procura ahorrar un
mes cada doce, haciendo que su hijo falte a la escuela durante el mes de Antesterion,
con el pretexto de las vacaciones son tan largas que no quedaban días de clases
suficientes para justificar el gasto”. Todo
por no querer remunerar las vacaciones paga del maestro.
De camino a la escuela y una vez
estando ahí
Como
comenté anteriormente, durante el trayecto que el niño iba a la escuela, lo
acompañaba el παιδαγωγος, “la jornada daba comienzo apenas apuntaba el
alba, momento en que el niño, acompañado
por su pedagogo se encaminaba hacia la palestra, lugar donde pasaba toda la
mañana[13]” luego asistía a
con el maestro, lugar donde se sentaban en círculo apostados en sillas
parecidas a taburetes, allí el ludi
magister realizaba su labor educativa, muchas veces rodeado de la
naturaleza y los peros callejeros. La labor del pedagogo no se limitaba
únicamente a llevar a su amo al estudio, en ocasiones el muchacho no deseaba
caminar y era cargado en las espaldas del pedagogo, su esclavo particular. Puede
imaginarse una escena curiosa, rumbo al ágora donde muchas veces se erigían los
establos de estudio improvisados, siendo albergados por alumnos y pedagogos de
las familias ricas y patricias. Se puede ver aquí, que tanto el estudio oficial
como la incorporación de las enseñanzas científicas son de primordial adquisición
para la sociedad ateniense y romana, el hombre se convierte en un depósito de
la sabiduría de su tiempo, “La ciencia del
período más primitivo de Grecia se parece a la nuestra porque, ingenua y
rudimentaria como fue, considera al hombre como un producto de la evolución
natural, juzga su capacidad de hablar y pensar como un producto de su vida
social, y considera a la ciencia como una parte de su técnica para el dominio
de su medio natural. Estas temerarias ideas hicieron su primera aparición entre
los jonios, poco después del año 600 antes de Cristo, y fueron desarrolladas en
el curso de un par de siglos con tan amplia visión y con tal unidad de
propósitos, que aún hoy día sorprenden[14]”.
Los castigos un recurso antiguo del
maestro
Podemos
intuir que si hoy en día, el trabajo docente incluye el control y manejo de los
estudiantes, bajo estrategias y recursos y/o métodos que capten y coopten su
atención esto con la finalidad de tener su recepción para la clase, puede
derivar en que el docente recurra en actos o acciones que involucren una
amonestación desde un castigo (como se hacía bajo los métodos
tradicionales-escolásticos-patrísticos), a la fecha son otros, que incluye
desde un reporte académico hasta la expulsión del mismo. Los estudiantes en su
mayoría no son conscientes del porqué deben asistir al colegio, tener que
sentarse y escuchar la clase, hacer tareas y actividades, recibir una
calificación, salir al recreo a jugar y comer y luego volver a lo mismo, esto
se convierte en una rutina, rutina que será obligación del pedagogo o docente
tener que innovar, evitar o realizar juegos, sin duda, es parte de su oficio,
lo que no debe ser permitido nunca, es que esos juegos concluyan en clases
donde las acciones lúdicas sopesan más que el aprendizaje mismo, el alumno debe
estar al tanto, (y esto solo es capaz de lograrlo el maestro si posee los
conocimientos y habilidades de la ciencia pedagógica), para que el estudiantado
comprenda que si asiste a la escuela es para conocer y aprender la ciencia, que
en tanto educación, es imposible que se le entregue en casa. De nuevo reitero,
los docentes no deben recurrir nunca más al castigo corporal, eso lo trataremos
aquí, como una situación tan común en el pasado, que hasta hace algunos años,
se seguía realizando. Hace más de dos mil años, las escuelas en Sumeria
practicaban e infligían castigos como parte del control de grupo, “Entre los otros miembros del
personal de enseñanza nos encontramos con el «maestro de dibujo» y con el
«maestro de sumerio». Había, además, vigilantes encargados de controlar la
asistencia y comportamiento y también un «encargado del látigo», que,
probablemente, era el responsable de la disciplina[15]”.
Esto
se repite en las escuelas griegas y grecorromanas como veremos en un epigrama
de la Antología latina, donde se narra como el profesor Cálculo, no puede
controlar a su grupo que se cuentan por decenas, por lo cual, los niños se
aburren, juegan entre ellos, gritan, no ponen atención, olvidan sus tablillas
que fungen como sus libretas de escolar y se dedican a cantar o luchar entre
ellos. Ya Marcial atestigua que era insoportable el alboroto y griterío de los
niños en las calles y lo molesto que esto era para los transeúntes, lo cual, no
es raro que por parte de los padres y la sociedad, aceptaran el castigo como
única forma de corrección y disciplina.
Dichos castigos en la mayoría
de las veces finalizaban con llanto, como narra Luciano, además, de los azotes,
y los golpes, el maestro recurría a la férula, un palo de caña, el látigo, la
correa, y los mimbres. Uno de los castigos más usados por el maestro consistía
en desnudar al alumno, luego con ayuda de otros compañeros era levantado de
brazos y muñecas y luego era suministrado por una serie de latigazos en espalda
y nalgas. No es de asombrarnos que parte de las tareas de escritura incluyeran
las famosas planas donde los estudiantes escribían frases como, “trabaja duro, muchacho, si no quieres ser
azotado” o “el que no recibe azotes
no puede ser educado[16]”.
Los castigos corporales
así como las amonestaciones psicológicas, son de total negación para las prácticas
educativas de la actualidad, el estudiante no debe ser herido en lo que vive su
proceso de aprender, las heridas y los daños causan un sentimiento de odio por
quien las recibe hacía quien las provoca, y el odio impide reconocer la
necesidad de aprender, puesto que la escuela se convierte más en una segunda
casa donde muchas veces los castigos todavía son aceptados como parte de los
correctivos aplicados por los padres. Ya para finalizar este breve texto,
cierro con una terrible frase enviada por un padre bizantino al maestro de su
hijo:
“Castígalo,
pues desde que dejó a sus padres no ha tenido otros azotes, y le gusta recibir
algunos cuantos, su espalda se ha acostumbrado a ellos y necesita su dosis
diaria[17]”.
Antonio Pérez-Paredes
Profesor de Primaria y
Universidad
[1]
Para comprender mejor dicho concepto Werner Jeager es uno de las eximios
estudiosos del tema, con su todavía actual texto Paideia, publicado en México
por el Fondo de Cultura Económica. “El castellano actual no ofrece un
equivalente exacto a de la palabra”. México, 2001, pág. 23.
[2]
Léase el capítulo, Platón y la educación de Joseph Moreau, donde explica cómo
antes de Platón la educación no había adquirido una función específica. Los
grandes pedagogos, estudios realizados bajo la dirección de Jean Château, FCE, México, 2017, pág. 15
[3] Steiner,
George, Lecciones de los maestros, FCE, México, 2014, pág. 20.
[4]
Según Eupolis en su libro Los soldados
libertados, Citado en la obra completa de Platón edición de Patricio
Azcárate, Madrid, 1871, XX. Notas biográficas.
[5]
Aristóteles, Metafísica, libro A, pág. 980.
[6]
Tzetzes, Prolegómenos a Aristófanes.
[7] De
este singular médico se cuenta que fue criticado por despedazar miles de
cuerpos humanos en su afán por estudiar la naturaleza.
[8]
Para mayor información recúrrase a mi artículo sobre Clemente de Alejandría
también en este sitio. https://pagina23cancun.blogspot.com/2020/06/el-pedagogo-de-alejandria.html
[9] Kant,
Immanuel, Pedagogía, Akal Ediciones, Madrid, 2018, pág.29-30.
[10]
Papiro 42 de Oxyrrinco, citado por Díaz Lavado, 2001, Castilla y León, España.
[11]
Lavado, Díaz.
[12] Ateneo,
XI, 493-4.
[13] Lavado,
Díaz.
[14]
Farrington, Benjamin, Ciencia griega, Lautaro Editorial, Buenos Aires, 1947,
pág. 9
[15]
Noah Kramer, Samuel, La historia comienza en Sumer, Orbis Ediciones, España,
1985, pág. 28.
[16] Ambas
frases pueden hallarse en las citas de Díaz Lavado, a su vez tomadas de T.
Berol. Inv. 13234 & P. Vindob G. 29812.
[17]
Roberts, C. H, Dos cartas del periodo bizantino.
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