jueves, 25 de junio de 2020

El Pedagogo de Alejandría


“Ho theos paidagogei ton kosmon”

Dios es el pedagogo del universo

Platón, Las Leyes, X.

 

 

La Roma de Clemente

 

San Clemente de Alejandría nació en Atenas en el año 150 d. C. en una época dominada por la helenización y el próspero avance del cristianismo. Durante sus primeros años de vida, dominaba en Roma el poder de los así llamados Cinco emperadores buenos: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Baste decir, que el contexto histórico en el que se desarrolló la actividad de Clemente, fue una Roma que hasta antes de Nerva el despotismo de los primeros imperios había hecho inútil la aparición y afluencia de la literatura. Las ciencias resurgieron en la llamada Pax romana, La retórica y la gramática eran las disciplinas dominantes del siglo II, que no produjo ya ningún poeta clásico ni grandes escritores en prosa (Gregorovius, 1946). Por otro lado, la religión de Pablo, que tenía como imagen de culto al cristo torturado se entremezclaba con el neoplatonismo y pretendía que la religión cristiana fuese entendida sin ningún problema desde términos “filosóficos” y así lo habían defendido en el tribunal de la razón, el intercambio de ideas dio como resultado, la gran controversia entre eruditos griegos y cristianos durante el siglo II, el Contra Celsum de Orígenes y la gran obra del neoplatónico Porfirio, Contra los judíos (Jaeger, 1985). La consecuencia directa sin duda fue el reforzamiento de los nuevos misterios juedocristianos que culminó en un cristianismo filosófico o paideia christi.

 

Clemente en Alejandría


De acuerdo a ciertas fuentes, Clemente aprendió filosofía clásica así como fue iniciado en los misterios de Eleusis. En la audiencia general del 18 de abril del 2007, el entonces Papa Benedicto XVI habló así de nuestro personaje; “hoy hablamos de Clemente de Alejandría, un gran teólogo que nació probablemente en Atenas a mediados del siglo II. De Atenas heredó un notable interés por la filosofía, que lo convirtió en uno de los más destacados promotores del diálogo entre la fe y la razón en la tradición cristiana”. A la edad de treinta años Clemente llega a la capital intelectual, policultural y cosmopolita de Alejandría, centro neurálgico y comercial desde donde se miraba el mundo y se recibía a todos los visitantes, estudiosos y becarios que llegaban a la ciudad fundada por Alejandro Magno  en la parte septentrional de Egipto para consultar su biblioteca y estudiar en el Museo. 

La ciudad fue fundada un 7 de abril del 331 antes de Jesucristo y su planeación fue designada al arquitecto Deinócrates mientras Alejandro se encaminaba al Templo de Amón donde se cuenta fue auspiciado por el oráculo como hijo de Zeus, a su regreso, encargó a Cleómenes de Náucratis, su ministro de Hacienda para Egipto, supervisar los trabajos y proveer de fondos necesarios para la construcción de la ciudad (El-Abbadi, 1994). Es casi seguro que Clemente estudiara y copiosamente repasara algunos de los cientos de miles de volúmenes allí conservados, además de bibliotecas donadas de prestigiosos filósofos y filólogos de su tiempo, el más famoso es el de Aristóteles. El historiador Polibio narra que cualquiera que se establezca en una ciudad con bastantes libros puede, sin problema alguno, estudiar cualquier ciencia, lo que indica, no solo la cantidad de libros, también su variedad. Es en esta bibliofílica tarea que las bibliotecas toman mucha importancia, es del común de los mortales que la sagrada biblioteca  era parte del Rameseun y de su arco colgaba la inscripción, «Para el cuidado del alma» según la versión que ha llegado hasta nosotros por Hecateo.



En esta ciudad que podemos imaginar caótica y donde el choque de culturas era pan de cada día, Clemente, llegó a Alejandría, la "ciudad símbolo" de la fecunda encrucijada entre diferentes culturas que caracterizó la edad helenista. Allí fue discípulo de Panteno, y le sucedió en la dirección de la escuela catequística. Numerosas fuentes atestiguan que fue ordenado presbítero[1]. Alejandría fue el núcleo donde convergieron dos importantes tradiciones; la occidental y la oriental. Mucho antes de la llegada de Clemente en la zona bautizada luego como su fundador, estaban establecidas comunidades judías ya en el siglo IV a. C. dichos establecimientos con el paso del tiempo fueron olvidando su lengua madre y adoptaron el griego, muestra de la helenización que impregnó la sociedad del norte de Egipto. Existía un barrio muy grande de judíos en tiempos de Ptolomeo II Filadelfo, por lo que fue casi una exigencia la necesidad tanto de la Comunidad semita como de los nuevos líderes helenos, el transmitir la tradición de los textos sagrados a lengua homérica, no tanto para que éstos se convirtieran sino porque habían perdido su idioma nativo.


Clemente no va a comprobar que estos problemas plantearán la necesidad de traducir los libros sagrados porque ocurrió mucho antes que él naciera, pero indica, sin duda alguna, que la sociedad que lo vio nacer ya poseía una biblia en griego, la famosa Septuaginta, que, como es verosímil, el proceso de traducción abarca alrededor de tres centurias, el último libro, el Eclesiastés, no fue traducido antes del 100 a. de C[2] y que en tiempos de Filón, éste, había tratado de demostrar en numerosos textos que su doctrina hebrea podía ser asimilada desde cánones griegos.


Clemente hereda esta tradición, para su época, tanto en Alejandría como en el mundo judío, las ciencias y las artes son consumidas y practicadas; la magia de Babilonia, la filosofía del egeo, las matemáticas pitagóricas, la astrología, la medicina galénica y los movimientos filosóficos como el epicureísmo, el escepticismo y un auge por los misterios cristianos que proveían de una moda rococó en las elites patricias y si se puede decir, cortesanas de su época. El incesante ímpetu por poseer conocimientos era una moda, que se hacía bajar a la plebe desde las esferas imperiales empezando por el buen gusto egregio de los Emperadores, un ejemplo es el caso de Adriano que dominaba las artes literarias y a testimonio de Esparciano mantenía contacto directo con los filósofos Epicteto el esclavo y Heliodoro, Adriano consideraba a Catón superior a Virgilio y prefería a Celio Antipáter de la época de los Gracos a Salustio (Gregorovius, 1946). El cotidiano eclecticismo era ya común para una mente brillante como la de Clemente que desde la fe orientaba a los más desprotegidos con su teología, teología ya estudiada en tiempos de Sócrates, Etienne Gilson en su apoteósico libro El espíritu de la filosofía medieval dice en la página 29 que Justino no está lejos de decir con Erasmo: Santo Sócrates, ruega por nosotros. Ya Platón en su libro Las leyes dirá como una forma alegórica de un precristianismo, “ho theos paidagogei ton kosmon” Dios es el pedagogo de todo el universo.

 


Cristianismo primitivo y pedagogía kristi


 

Filón antecede la tradición puesta en marcha por Clemente, fue el precursor de la escuela judeo-cristiana que difundía el pensamiento, o, filosofía de la cristiandad, como se divulgaban las filosofías  pedagógicas de Quintiliano o Catón el viejo. Existían entre los adeptos una férrea necesidad por poner al alcance de los citadinos romanos y alejandrinos la doctrina de cristo, se pretendía colocar la religión de Pablo al nivel intelectual y logográfico de las filosofías platónicas, de hecho, hoy en día, el cristianismo que conocemos sería incomprensible sin la adaptación de la cosmología platónica a los escritos bíblicos, e igual, la doctrina aristotélica del dios omnipresente y omnipotente en su libro Física, capítulo VIII. El cristianismo entonces requiere desde la época de Filón un orden, darle estructura será labor tanto de Clemente como de su discípulo y posterior sucesor en la escuela catequística, Orígenes, quien ya con el conocimiento sumado al de su maestro elaborará una síntesis teológica-cristiana-platónica, desde la cosmología del Timeo. Para que el pueblo se eduque requiere que el mundo en el cual aprende ya esté ordenado, son bajo estas circunstancias que el cristianismo toma forma al incorporar a sus creencias todos los elementos clásicos del método cognitivo griego; método que puede comprobarse con el dialogo sobre Parménides del así llamado, “espaldas anchas” o sea Platón.



Clemente escribe una trilogía de textos, que tomados en conjunto, son la expresión erudita de su tiempo, libros escritos para persuadir y convertir a los primeros cristianos, lleva a cabo su tarea didáctica de poner al alcance de los fieles, una religión mistérica, que rivalizará con el auge del gnosticismo, que ya incorporaba a su religión, la idea de un posible Ser, capaz de ser conocido únicamente por una revelación divina, sus partidarios creían que el acceso al saber verdadero, es decir el conocimiento de Dios y del universo, era un don divino que no podía obtener sino mediante ejercicios espirituales adecuados y una prolongada meditación (El-Abbadi, 1994). Estas tres obras: el Protéptico, el Pedagogo y los Stromata, son los que han llegado hasta nosotros. Con el Protéptico inicia el catecismo clementino, “exhorta” a los iniciados al saber de cristo, en el Pedagogo, es el mismo Jesucristo quien toma el papel de educador de las almas, y quien se convierte a imagen del mismo Clemente en la guía espiritual al camino íntegro de la fe, Jesús es pues, el maestro que desde el bautismo encausa al creyente en su carrera al cristianismo filosófico. En el Stromata que incluye varios temas, son el libro de análisis y con el se concluye la catequesis clementina. El pedagogo es aquel, dentro de esta nueva fe, un guía y un maestro, y se preguntará, ¿Cómo no será buena la ley que educa, dada como pedagogo el que conduce hacia Cristo, para que, enderezados pedagógicamente a través del temor, nos dirijamos hacia la perfección a través de Cristo?[3] 


La paideia cristiana tiene como motor la imagen del hijo de Dios, con la cual, llega principalmente a contagiar a los más desprotegidos y los pobres, dar de comer al hambriento, darle morada al viajero, agua al sediento y enseñarle al que no sabe, esta transformación del significado y rango de la palabra fue la consecuencia necesaria de la dignidad filosófica que Platón había dado al concepto de paideia. Y fue esta dignidad teológica platónica la que hizo posible que Clemente presentara a Cristo como pedagogo de todos los hombres (Jaeger, 1985). Lorenzo Luzurriaga en su Historia de la educación y la pedagogía señala 8 características de la educación cristiana:

1º El reconocimiento del valor del individuo como obra de la divinidad.

 

2º La superación de los límites de la nación y el Estado y la creación de la conciencia universal humana.

 

3º La fundamentación de las relaciones humanas en el amor y la caridad.

 

4° La igualdad esencial de todos los hombres, sea cual fuere su posición económica o su clase social.

 

5º La valoración de la vida emotiva y sentimental sobre la puramente intelectual.

 

6° La consideración de la familia como la comunidad más inmediata personal y educativa.

 

7º La desvalorización de la vida presente terrenal en vista del más allá, y por tanto la subordinación de la educación a este.

 

8º El reconocimiento de la Iglesia como el órgano de la fe cristiana y por tanto como la orientadora de la educación.

 

Podemos apreciar y constatar, que la labor docente del jefe de la escuela de catequistas, que ya para tiempos de Clemente va ser importantísima y en su sede se educaran muchos grandes pensadores religiosos. Clemente es un escritor de distinto calibre. En su Protepticus adopta una forma literaria usada con frecuencia por los filósofos griegos desde la época de Sócrates y Aristóteles…en el Stromata su lenguaje tiene un carácter mucho más pretencioso y elaborado que el de Orígenes…en su Paedagogus, Clemente aspira a la cultura griega, a la paideia helénica. En este libro presenta a Cristo, en su papel de divino maestro que trasciende cualquier fenómeno anterior de este tipo en la historia humana (Jaeger, 1985). El objetivo de la educación cristiana es el acercarnos a Dios, tratar de ser como él, ya que si fuimos creados a su imagen y semejanza, dirá Clemente, con ayuda del “logos protéptico” se va llegar al conocimiento que nos vuelva mejor y hombres buenos, Dos virtudes sobre todo adornan al alma del "auténtico gnóstico". La primera es la libertad de las pasiones (apátheia); la segunda es el amor, la verdadera pasión, que asegura la unión íntima con Dios. El amor da la paz perfecta, y permite al "auténtico gnóstico" afrontar los mayores sacrificios, incluso el sacrificio supremo en el seguimiento de Cristo, y le hace subir escalón a escalón hasta llegar a la cumbre de las virtudes. Así, Clemente vuelve a definir, y conjugar con el amor, el ideal ético de la filosofía antigua, es decir, la liberación de las pasiones, en el proceso incesante de asemejarse a Dios[4].

 

Intenso es, constatar, como detrás del avance del cristianismo y también curioso, que una religión tan atacada y denostada, tuvo entre sus padres fundadores, intelectuales que estuvieron al nivel filosófico de un Platón, un Plotino y hasta San Gregorio de Nisa. De la muerte de Clemente se sabe que antes de fallecer fue ordenado presbítero como luego lo será su discípulo Orígenes, al sucederle en la jefatura de la escuela catequística.

Huyó a Capadocia, exactamente a la ciudad de Cesarea, donde murió alrededor del 215 d. C. San Clemente de Alejandría, constituye el crisol del cristianismo paideico, y es considerado por muchos, no solo un teólogo imprescindible, también  un pedagogo de fina envergadura ínclita. El libro “El Pedagogo”, incluye una oración a Cristo, con la que cierro aquí, este breve texto;

"Muéstrate propicio a tus hijos"; "concédenos vivir en tu paz, trasladarnos a tu ciudad, atravesar las olas del pecado sin quedar sumergidos en ellas, ser transportados con serenidad por el Espíritu Santo y por la Sabiduría inefable: nosotros, que de día y de noche, hasta el último día elevamos un canto de acción de gracias al único Padre, ... al Hijo pedagogo y maestro, y al Espíritu Santo[5].

 

 

Antonio Pérez-Paredes

Docente de Primaria y Universidad.



[1] Benedicto XVI, Audiencia general, Santa Sede, miércoles 8 de abril de 2007.

[2] Véase el artículo de Héctor García C. La representación del pedagogo en Clemente de Alejandría.

[3] Stromata, II.

[4] Audiencia general.

[5] El pedagogo, III.

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