jueves, 30 de julio de 2020

Ciencia pedagógica o de los límites de la experimentación científica en pedagogía





Ciencia pedagógica o de los límites de la experimentación científica en pedagogía

 

“La existencia de una cosa en sí no puede ser para nosotros un hecho, pues para conocer este pretendido hecho, tendríamos que estar donde por hipótesis no estamos, y ver lo que por hipótesis no vemos”.

Lachelier, citado por Roger Verneaux, en Epistemologie générale ou Critique de la connaissance

 

De que la pedagogía no es ciencia

 

La siguiente exposición así como la mayoría de las entradas aquí escritas no tienen mayor interés que el de una lectura, y sobre dicha advertencia se podría decir, sumando claro, que lo que a continuación se presenta es eso, una mera exposición sobre la idea, múltiples veces añadida, que la pedagogía no es una “ciencia estricta”.  Inmediatamente cualquier estudiante o profesor de esta ciencia se sentirá ofendido, sin duda alguna, porque primero, al negarle a la pedagogía el carácter de ciencia, lo que les increpa más es no poseer lo “científico” más que lo pedagógico, y con respecto a esto me gustaría citar a Poincaré[1] que dice; “El hombre de ciencia debe trabajar con método. La ciencia se construye a partir de hechos, de la misma forma que una casa se construye a partir de piedras; pero una acumulación de hechos no es una ciencia así como una acumulación de piedras no es una casa”. Eso significa que un cúmulo de frases o palabras más o menos conectadas no pueden ser una idea o algo. Esto implica muchas cosas, que la ciencia es objetiva y sobre todo, subjetiva hasta que deja de serlo.

De todas formas la palabra “ciencia” para muchos alumnos de pedagogía resulta difícil de asimilar si de la ciencia así llamada de los “niños” o ciencia educacional, de pronto se nos presenta como una posibilidad de ciencia universal, pero capaz de hacerse particular, “De allí la investigación será educativa si permite que los participantes involucrados desarrollen nuevas formas de comprensión y si le forman para emprender caminos propios de reflexión autónoma y compartida sobre el sentido de la práctica y las posibilidades de mejorarla[2]. No hay otra ciencia que lo pueda conseguir. Un ejemplo claro, es, el hecho de aprender geometría, cualquiera entiende lo que es un cuadrado, un triángulo o un círculo, pero ignoran, que eso que nos parece tan común pueda tener implicaciones pedagógicas. Y es ahí donde los que no aman, -porque no la conocen-, acusan a la pedagogía como poco formal o de plano, reconocerla más como una técnica lúdica. 

 

La postura antipedagógica según Buyse

 

Para un poco, iluminar el centro de nuestra discordia, baste recordar el artículo por el cual se basará esta explicación. El texto de Buyse publicado y actualizado en la Universidad Nacional de la Plata, que no porque sea del 61 pierde vitalidad. El caso es que de pronto la pedagogía es considerada como una ciencia menor o una ciencia en crecimiento, cuando cualquier estudioso o historiador de la educación podrá saber que el “pedagogo” llega ser lo que es precisamente porque evolucionó[3], es mucho más que cualquiera que hable de cómo educar. Recuerdo por ejemplo en el libro de Robert Graves, I Claudio, cuando en un argumento se solicita que Claudio (el niño) al ser tartamudo, se fuera mejor con el pedagogo para no aburrir al emperador. Claro que esto es literatura, pero refleja la idiosincrasia popular, sobre una ciencia que nadie sabe nada con profundidad, eso significaría que quien emite eso es superior a ello, pero simplemente como en todo, uno requiere fundamentos, no se puede hablar por hablar, (o bien sí se puede), pero lo que no se puede aceptar, es la desfachatez de creer que se sabe lo que se dice, aunque sea un ignoto. De lo que pecan muchos pedagogos que todavía creen en San Rousseau o San Vygotsky.

Uno de los ejemplos que me gusta usar, no solamente porque responde a lo que aquí se trata de dilucidar es la construcción de cualquier estructura que requiere el plano del hombre: una casa, un edificio, un departamento, un hotel, un puente, etc. El ejemplo que siempre manejo con mis alumnos es el siguiente. “Imagina que hay un grupo de albañiles que construyen una casa. La casa tiene forma de un cubo. Para que el cubo o la casa puedan sostenerse el albañil junto con sus ayudantes deben antes de poner el techo, las columnas o ‘castillos’ de donde se posará el peso mayor de la estructura. Resulta que, el alumno  mira como el maestro albañil después de vaciar la mezcla de tierra, polvo, grava, agua y cemento dentro de la columna prismática, comienza a dar de golpes con un martillo o un palo a las tablas rectangulares que dan forma a la columna. –Maestro, ¿por qué lo golpea?-preguntará el ayudante. El maestro contestará, -para que se salga el aire y no se caiga la casa-, sentenciará, obviamente porque se trata de un discípulo”.

Esto es epistemología, claro, hay quienes conocen los principios primeros y quienes conocen los fines últimos, o el ‘telos’. Podríamos decir que el arquitecto conoce los principios primeros, que simplemente son las así llamadas causas físicas y consecuencias químicas; si no se le golpea el prisma hecho de tablas para causar vibración, las partículas de agua y aire contenidas y guardadas en la estructura una vez expuestas al sol, se evaporarían y cuartearían la columna, haciendo que la construcción se venga abajo.  Estos principios “primeros” serían el conjunto de saberes que resuelven una duda o sirven para explicar y que otro sepa lo que tiene que hacer. Los albañiles conocen los fines últimos, probablemente no necesiten una explicación, con el hecho de saber qué tienen y cómo lo deben hacer es suficiente, esto no significa que si se le enseña no lo aprenda. La idea de pedagogía, -muchas veces prostituida-, porque se confunde comúnmente con tecnogogía, “competencias”, paidología, didáctica o peor, como una sucursal de la psicología, no se permite desarrollar sin sentir que requiere de otros fundamentos, cuando es la Pedagogía, más antigua que la propia filosofía.

 

 

 

 

Dialéctica del investigador educativo

 

Desde la década de los treinta y cuarenta, las múltiples especulaciones académicas han tenido en bien, preocuparse por delimitar el campo de estudio de la pedagogía,  la que desde tiempos de Rousseau se consideraba como una ciencia de los niños, implica hoy, que reconsideremos, el esmerado avance que ha ocupado a diferentes especialistas y pedagogos de gran renombre, para consolidar a la pedagogía como ciencia estricta. Lejos ha quedado ya, el aburrido esfuerzo por muchos profesores e investigadores que en su afán de denostar la ciencia del esclavo, optaron por limitarla a un mero ‘movimiento, “la élite de especialistas americanos, rechazando, para un trabajo de conjunto sobre las investigaciones de hace cincuenta años, el título de ‘Ciencia de la educación’, declaraba un deber preferir el de, ‘Movimiento científico de la educación’…[4] Analizado por Buyse, como un intento de resolver todos los problemas pedagógicos con un único método experimental, sin considerar que su posición se acercaba más abversus pseudodialecticos, como rezaba un título del pedagogo Vives. Es el propio Vives, en su De tradentis disciplinis IV, 1, donde explica la importancia de que los alumnos también puedan salir al campo, visitar talleres y comprobar lo recibido en clases, como si de una experimentación del mismo mundo se tratara.

Investigar en pedagogía exige primero saber qué se puede investigar desde dicha ciencia, y sobre todo, ¿Qué cambios sociales traerían dichas investigaciones?, el cambio es, desde el visor metodológico, una consecuencia del propio, ‘investigar’, ya que, “pertenece a la vida social; en cuanto se aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología[5]¿Es decir que una investigación pedagógica traerá como consecuencia un cambio social? De manera directa propiamente no, pero si reflexionamos en torno a que, la pedagogía es una ciencia cuyo objeto de estudio es la educación, y la educación es un proceso, -enseñanza y aprendizaje y viceversa-, se intuye, que los acontecimientos de un aula, una escuela, o donde se aprenda algo, está de antemano predicho por la pedagogía misma. Es decir, si un investigador quiere saber cuál es el mejor método para enseñar las matemáticas, se topará probablemente si es diestro, que desde tiempos remotos la captación de atención es un problema de los docentes, que ha tenido sus soluciones desde el pedagogo más influyente de Roma, Quintiliano al afirmar que el comportamiento del maestro, “sea serio, pero no desapacible; afable, sin chocarrería: para que lo primero no lo haga odioso y lo segundo despreciable[6] muestra de esto, es que hay muchos pedagogos sin criterio científico, piensan que la ciencia que practican no requiere de un método o de un conocimiento basto en otras ciencias ligadas a la suya, y proclaman que con ‘amar lo que se hace’ es suficiente para que el niño aprenda, se podrá ser lo más amante de la praxis pedagógica, pero si un docente carece de metodología, sencillamente está jugando a ser maestro, un ludi magister.

 

 

 

Sobre la praxis pedagógica como investigación pura

 

 

Para los pedagogos más egregios, es de un saber común, que al momento de pensar sobre las investigaciones a realizar como profesional, se recae en el hecho de que la praxis pedagógica es ya un llevar a la practica la investigación misma, estar en un aula dando clases es ya el laboratorio del pedagogo, es ahí donde aplica la observación y aplica técnicas para diferentes cosas que necesita, entre las más importantes, consolidar el aprendizaje. Cuando un docente entra a su salón de clases, (él es el investigador), los alumnos, de cualquier nivel, son sus conejillos de indias, por decirlo de algún modo, la labor misma, de enseñar, requiere no solo uno de los primeros niveles de investigación y ejecución de la ciencia pedagógica, sino el más puro y noble de todos los experimentos. Dar clases.

No hay que irse por las ramas del árbol imposible, pasa lo mismo con los médicos, cuando uno asiste a una consulta, sin darse cuenta, participa de una investigación, para el doctor, tú eres el objeto de estudio de su ciencia, te observa, te pregunta cómo te sientes, qué te duele y con sus saberes primeros y prácticos, da un diagnóstico, y si considera que debe usar otros medios para estar seguro de sus afirmaciones y conclusiones, ordena un análisis clínico, una radiografía, etc. Con el maestro ocurre exactamente lo mismo, lo que ocurre es que el docente, muchas veces técnico, ignora la grandeza de su ciencia; por ejemplo, si se desea que un grupo de veinte alumnos termine una actividad al mismo tiempo, y casi a la par de que todos los entreguen, puede optar por algo tan sencillo como dejar dos actividades del mismo tema, y solicitar que de manera individual, cada uno decida qué tarea elaborar, si la 1 o la 2, la A o la B. Comprobará que la mayoría finaliza su trabajo en un margen de tiempo corto entre todos. Esto ocurre porque el niño, el alumno, el paido, al decidir, qué tarea realizar, toma la decisión en base a cuál puede realizar, se preguntará, ¿cuál es más fácil? Probablemente sin saber, que ambas tienen el mismo nivel de dificultad. Ahora bien, el pedagogo debe saber que lo explicado anteriormente, no puede usarse en cada materia o asignatura, es el docente un experto en estos casos, no solo de diferentes ciencias a impartir, es igual el único capaz de saber cómo se deben enseñar.

Al ser la pedagogía anterior a la filosofía misma, puede sin preocuparse, ostentar el título de ciencia madre, pues de ella se desprenden no otras ciencias, pero sí, el cómo deben enseñarse, “la investigación en pedagogía no es en el fondo más que un ‘afinamiento’ del buen sentido, -(bon sens en Descartes)-, y la experimentación en materia de educación vuelve a ser en cierta manera un arte  tanto como el objeto de sus investigaciones[7]. Los ejemplos conductuales proporcionados por Skinner no parten directamente de la necesidad de saber cómo aprender mejor, pero fue él mismo, quien ofreció a la pedagogía la contundente explicación de un proceso “tradicional”, aunque en sus finalidades estuviera más preocupado por la fisiología del hombre, por dar un ejemplo, la diferencia entre dos dolores; de estómago y cuando se sufre un desamor.

 

La compleja tarea de investigar no debe ser una barrera para la investigación misma, es verdad que no todos los pedagogos se van a dedicar a investigar o impartir clases y ser maestro, otros dedican su vida a la creación curricular, -aunque para ello igualmente tengan que investigar a nivel bibliográfico-, lo cual es una de las labores más apasionantes, por lo que a escribir sobre pedagogía se refiere. Raymond Buyse ha definido con egregia precisión algunos factores que reflejan la insuficiencia de la investigación pedagógica, que están en total vigencia cuando de investigar en nuestra época se trata:

a)     Consistiendo el método experimental esencialmente en medirla influencia de un factor, no sufriendo todas las otras variables cambio alguno, se le puede reducir al procedimiento llamado de variable única. (Cuando la investigación lo que demuestra, por ejemplo, que el factor x, hace que el sujeto y no aprenda).

 

b)    El carácter de los problemas discutidos es igualmente muy discutido. Demasiadas investigaciones se han emprendido para derribar algunas teorías, hipótesis o métodos. Freeman ha hecho observar con justicia que aun admitiendo que esos trabajos hayan demostrado la posición insostenible del método controlado, no hay en ellos, en suma, más que una contribución negativa. Y cada uno sabe que la elaboración de una ciencia exige sobre todo, aportes positivos. (Aquí no se debe confundir los resultados de corte positivista, un ejemplo es el aplicado al método de enseñanza, horriblemente concebido, desde las inteligencias múltiples, que no es más que un tipo de pedagofobia, insana y descuadrada).

 

 

c)     Despilfarro de tiempo y esfuerzo en la búsqueda de multitud de detalles fútiles por temor a atacar las cuestiones fundamentales de la educación. (El clarísimo ejemplo lo dan aquellos pedagogos e investigadores que se dedican a la muy despreciable tarea de creer en posturas antipedagógicas como lo son las competencias, el ABP, el ABR, el aprendizaje colaborativo, el ‘jugando y aprendiendo’ y olvidan el carácter serio y erudito de dicha ciencia y su aplicación práctica). “El resultado es…un conjunto de datos heteróclitos y de conclusiones incoherentes, frutos secos de ‘una observación preconcebida y de la desconsiderada aceptación de hipótesis falaces[8].

 

d)    Falsa concepción de lo que es un trabajo de investigación científica, creencia ingenua en el valor de la estadística –necesaria sin duda alguna- pero a menudo puramente mecánica en sus procedimientos por sí misma para asegurar un carácter científico a una investigación. (Cuando los investigadores atiborran de tablas, gráficas, datos y números, resultado de sus pruebas, sin relacionarlo con la educación, pues confunde ‘relación’ con ‘conexión’).

 

 

e)     Falta de formación pedagógica científica en muchos partidarios del movimiento…y en algunos neófitos. (Aquí cabe recalcar la importancia de que un pedagogo tenga como objetivo de vida profesional, ser culto, puesto que gran parte de una investigación consiste en leer, tener lecturas y sobre todo conocer la bibliografía a tratar).

 

De todos los anteriores apéndices, me gustaría puntualizar la e) ya que como profesor de pedagogía, y también de las materias de metodología, el gran reto para los alumnos, es el buscar fuentes, simplemente desconocen qué libros, qué textos o de dónde van a buscar información, cómo se investiga, qué es investigar, qué es ciencia, etc. Es de suma importancia que se cultive en el alumno de pedagogía el gusto por la lectura, y la apasionante tarea de formarse a partir de la investigación, no basta con dar un listado de títulos al alumno, es menester que él, aspire a ser un profesional de la carrera que estudia, que sepa de historia, filosofía, literatura, psicología lo que le será de gran ayuda a la hora armar su proyecto que lo orientará en su investigación pedagógica.

 

Algunas consideraciones conclusivas

 

La investigación educativa o pedagógica, es el ejercicio coherente y científico del profesional al dirigir sus conocimientos y habilidades, para producir nuevos hechos, descartar otros y explicarlos. Todo ello enfocado en la teleología educativa, la hermenéutica escolar y la fenomenología pedagógica. Para finalizar, Bunge, en ¿Qué es la ciencia?, dice:

“Mientras los animales inferiores sólo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y, sobre la base de su inteligencia imperfecta pero perfectible del mundo, el hombre intenta enseñorearse de él para hacerlo más confortable. En este proceso, construye un mundo artificial: ese creciente cuerpo de ideas llamado ciencia”.

 

Antonio Pérez-Paredes

Licenciado en Pedagogía por la Universidad del Sur. Ha participado como ponente en la Embajada Mundial de Activistas por la Paz (EMAP) en varias ocasiones; “Foros universitarios; El holocausto y su impacto en los derechos humanos (2013)” “El genocidio y otros delitos competencia de la Corte Penal Internacional (2014) como moderador en la Universidad Tec-Milenio” “Alianza Internacional Universitaria por la Paz (2015) en la Universidad Politécnica de Quintana Roo” “ Educar para recordar: El holocausto y los derechos humanos (2016) en la Universidad del Sur”. En 2018 participó en el “Simposio de Autonomía Curricular, realizado en el Tec-Milenio” en 2019 recibió la certificación de competencia laboral en el “Uso didáctico de las tecnologías de información y comunicación en procesos de aprendizaje” y en 2020 la constancia en su participación del curso “Convivencia escolar desde la perspectiva de los derechos humanos (por la CNDH)”. En 2021 fue conferenciante en la semana de la Pedagogía con la ponencia "La pedagogía en la Grecia clásica". Fue profesor de primaria en el Colegio Mano Amiga Cancún (2015-2021), actualmente es docente de licenciatura en la Universidad del Sur y en la primaria "El pípila" también en Cancún.



[1] Poincaré, H. Ciencia & hipótesis, 1952, Buenos Aires, Argentina, 1946.

[2] González, Nelia; Zerpa, María Laura; Gutierrez, Doris; Pirela, Carmen La investigación educativa en el hacer docente Laurus, vol. 13, núm. 23, 2007, pp. 279-309 Universidad Pedagógica Experimental Libertador Caracas, Venezuela

[3] El pedagogo en la antigüedad era un esclavo.

[4] Buyse, R; trad. Ricardo Nassif. (1961). Límites de la experimentación en pedagogía. Archivos de Ciencias

de la Educación, 2, 42-48. (43)

[5] Bunge, Mario, La ciencia su método y su filosofía, Editorial siglo XXI, Buenos Aires, Argentina, 1981, pág. 9.

[6] Marco Fabio Quintiliano, Instituciones oratorias, Madrid, España, 1916, traducción directa del latín por los padres de las escuelas pías, Ignacio Rodríguez y Pedro Sandier, Tomo I, pág. 69.

[7] Buyse, R. pág. 43

[8] Courtis, citado por Buyse.


sábado, 25 de julio de 2020

Aproximación a la idea del diablo en varios textos

La idea del demonio como tema principal de escritores en un orden sin mayor relevancia 

 Tradiciones Maniqueas de Adán de Teodoro bar Konai | esenios



“Eres para mí como escoria de plata sobre tiesto”

Carlos Monsiváis, Catecismo para indios remisos

 

 

Hablar de la aproximación del diablo y el demonio en la literatura de inmediato hace a la mente imaginar y a la inteligencia pensar, que existe o ha existido una literatura que en su afán por desarrollar su oficio han convenido a utilizar alguna que otra idea, -ya prefigurada obviamente del maligno-, en sus escritos, sería razón insuficiente para tildarla de inoportuna en tanto el canon de lo que se debe escribir.

En la antigüedad, el demonio, el diablo o eso que se conoce como espíritu malo, no era exactamente así, el daimon, era un espíritu bueno, no hay que olvidar que, lo que los antiguos creían, sobre seres malignos es igual a nuestras creencias sobre el mismo ser, son distintas y difíciles de explicar, puesto que solo si estuviéramos ahí en esa época, podríamos saber que era lidiar con una creencia de hace más de dos mil años. El pedagogo Isócrates utiliza al eudaimonía para enfatizar que,  la areté solo es posible gracias a la paideia, que es la instrucción por la cual se llega a un fundamento en la eudaimonía[1] en Homero por ejemplo, exactamente en la Ilíada, su canto épico, describe al deimón como una fuerza que orillaba a la gente a cometer ciertos actos o la justificación de por qué hizo lo que hizo, una especie de expiación donde la culpa no ha sido del individuo, sino del demonio que lo obligó a tal acto. En el diccionario de griego-español el recién fallecido erudito Rodríguez Adrados dice en el apéndice b) de la primea acepción;

 

 

Semejante a un dios

ἐπέσσυτο δαίμονι  ἶσος.

 

 

 

El joven Plinio narró en alguna ocasión que en Atenas había una residencia, la cual, había sido dispuesta como recinto de los demonios, por lo que nadie quería habitarla. Era lo que podríamos llamar casa endemoniada. En época de  la antigüedad diversa, al daimon o demonio se le adoraba como a dioses, ya los tenían por deidades, y tan pronto les ofrecían sacrificios, Robert Burton nos da cuenta, Las obras de Tucídides, Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso y otros autores contienen un sinnúmero de relatos referentes a sus hechos en verdad prodigiosos, por los cuales fueron adorados en Grecia y roma como dioses con la práctica de oraciones y sacrificios[2]. Esa y muchas otras noticias nos son de total aprecio, incluso el suceso extraño de un hombre de quien el demonio tomó la forma de flautista y con el sonido de su instrumento desapareció a ciento treinta niños que se fueron con él y nunca jamás fueron vistos de nuevo.

Nuestra época, tan abierta y ensombrecida, puede ya no percatarse de tal importancia y lo que implica dicha ‘relación’.  Esto no le impidió al ínclito escritor Giovanni Papini al escribir En toda mi vida he hablado con el Demonio solamente cinco veces como si esas “cinco veces” no fueran suficientes.  Ese demonio que se halla en un encuentro con él es merecedor de las siguientes descripciones, hoy consideradas dentro de lo gótico, muy alto y pálido; es todavía bastante joven, pero su juventud es de aquellas que se han vivido y que son más tristes que la vejez. El demonio papiniano, es una metáfora de la vida y la búsqueda de su significado, en ese diablo se describe la respuesta porque la mortalidad fue un bien y no un castigo para el hombre. La muerte tiene pues, siendo la única dadora y a la vez quitadora, igual que el castigo de la vida eterna, da y quita. José Antonio Fortea[3] describe al demonio  con un enfoque más apegado al adjetivo moderno, al cuestionarse ¿qué es un demonio?:

 

“Un demonio es un ser espiritual de naturaleza angélica condenado eternamente. No tiene cuerpo, no existe en su ser ningún tipo de materia sutil, ni nada semejante a la materia, sino que se trata de una existencia de carácter íntegramente espiritual. Spiritus en latín significa soplo, hálito. Dado que no tienen cuerpo, los demonios no sienten la más mínima inclinación a ningún pecado que se cometa con el cuerpo. Por tanto la gula o la lujuria son imposibles en ellos. Pueden tentar a los hombres a pecar en esas materias, pero sólo comprenden esos pecados de un modo meramente intelectual, pues no tienen sentidos corporales. Los pecados de los demonios, por tanto, son exclusivamente espirituales”. Esto se fundamenta en lo que dice gran parte mateo, (12:22),  al afirmar que en algunas ocasiones los demonios, pueden controlar a una persona.

 

 

Dentro del imaginario colectivo muchas veces se confunde la idea global de un ser maligno engendrada en El mal, como el conjunto de demonios y el diablo. El rey de los demonios es el diablo. La imaginación es tan antigua como las piedras, ya al maestro fue tentado por el “horrible” El Diablo habló con Jesús y lo tentó a desobedecer. De modo que no se trata de un ser imaginario ni de un símbolo del mal. Es alguien real y malvado[4]. Las referencias bíblicas no se limitan a esa, en Apocalipsis 12-9 se le llama líder de los ángeles, -los mensajeros-, el diablo es el líder de la rebelión. Poco se aleja esa imagen, de un diablo malvado, al representado bajo la pluma de Baudelaire, que lo invoca así, ¡Oh, tú, el más bello y más privado de alabanzas! ¡Oh, Dios, a quién la suerte truncó las esperanzas!, en sus Letanías de satanás. Todo lo contrario en cuanto al deseo por su idolatría lo vivido por el personaje Rústico en Bocaccio al tener que ejecutar con su hija y enseñó cómo encarcelar al demonio, luego nos narra que hasta seis veces, un número significativo pues es el atribuible en parte, al 666 18. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.  La hija agónicamente se queja, debe ser pésimo diablo éste y en verdad le dirá a su padre, porque hasta en el infierno duele[5]. En 1775 el Obispo e intelectual de Meaux dijo en su Sermón para el primer domingo de cuaresma, sobre los demonios que, a más del testimonio evidente de las divinas escrituras, es cosa reconocida por el unánime consentimiento de todas las naciones, con respecto popular creencia de que existen seres malignos, à que llamamos Demonios (LS)[6].




Probablemente la problemática intelectual cobra una posición, que no había conseguido en tanto ‘género’ si es posible llamarlo así, a la literatura satánica. El pastor de este personaje logra su epitome en Goethe, a mi parecer el fenómeno literario más exótico hasta ese momento, el Fausto. Ahí, en ese texto decididamente moderno, la lucha por conquistar un anhelo solo es igualada por Gilgamesh en su aventura por la inmortalidad.  Entre mi colección atesoro una edición de 1924, editado en México, cuando la UNAM era Universidad Nacional de México, trae en una contratapa el lema, “Por mi raza hablará el espíritu”. En ese Fausto el que invoca a lucifer es un polímata, además de un ocioso del libro, Con ardiente afán ¡ay! estudié a fondo la filosofía, jurisprudencia, medicina y también, por mi mal, -se lamenta-, la teología[7], después de que Mefistófeles le dijera a el señor en el Prólogo en el cielo, que apuesta incluso cuando perdiese, le explica que su forma de actuar es propia de un felino, más que de una serpiente, me pasa lo mismo que el gato con el ratón[8] una traducción más osada se lee, soy como un gato, que se cuida muy poco de los ratones muertos. En 1486, pocos años antes del noticioso Colón, dos dominicos, Jacobo Sprenger y Enrique Institores, quienes son los “autores” del Malleus[9] se preocuparon por si los demonios podían ser capaces de obligar a las mujeres y los hombres irse al camino  del amor y el odio, además que su objetivo principal, era la de recopilar en un manual, cómo saber todo de las practicas del maligno, el diablo y las brujas.  




A los judíos por ejemplo, en su tradición e historia, según se atestigua en la Glosa sobre Isaías, que esta glosa, era un hijo de los demonios, monstruos y sátiros, hirsutos, íncubus, sátiros, especies de demonios. El Golem de Meyrink es un ser tipo-demonio con tentadores parecidos a un Frankesntein; ejemplifica un demonio dentro de la tradición judaica, donde Yaveh insufla en un muñeco de barro vida con ayuda de unas palabras mágicas. Jorge Luis Borges quien escribió un hermoso texto sobre el infierno donde cuenta lo sucedido en 1869 cuando un teólogo de nombre Rothe, insiste en el escándalo de suponer que el hombre pecador y el diablo burlen para siempre las benévolas intenciones de Dios (LS). Borges fue igual un gran lector del Golem, Alberto Manguel cuenta que Borges teniendo dieciséis años leyó en alemán El Golem y quedó fascinado por la oscuridad de la novela, se cuenta también que expresó, -“Todo en este libro es extraño”-. Borges vio en El Golem de Meyrink una “ficción que hecha de sueños que encierran otros sueños[10].



Difícilmente se pueda huir de la idea del diablo, en tanto palabra de conexión para rediseñar, en el campo textual, una imagen de súplica, de la desolación y el oscuro sentimiento de desdicha, es de común saberlo, que todo lo que compete a la morfología del mal supone ya, una sensación de mundo, en Bajo el sol de satán se define la atmósfera, ¿Era eso temor? ¿Era la convicción de lo que debía ser y ya era, de que lo inevitable se había cumplido?  escribe Georges Bernanos. Publicado por primera vez en 1667, Paradise Lost de John Milton es obra cumbre en lo que respecta a la creación de un satanás que goza de su calamidad y el brillo del que se jacta, es aquel que es capaz de traer la desolación, Milton en sus casi 10 mil versos narrativos nos va narrar la epopeya del episodio conocido de Adán y Eva en el paraíso, y su caída al pecado. A la postre, el poema se ha consolidado como referente de las letras clásicas inglesas, y es de creerse, pues posee no solo una prosapia literaria, además de un perfecto uso de los adjetivos al presentar a Satán;

 

“Pesado escudo de etéreo temple, macizo y circular, pendía de sus espaldas, cubriéndolas con su inmenso disco, semejante a la Luna, cuya órbita observa por la noche a través de un cristal óptico al astrónomo toscano, desde la cima del Fiésole, o en el valle del amo[11]…”

 

Luego el diablo habla como si en un auditorio se tratara;

 

«¡Príncipes, guerreros, esplendor de aquellos cielos que un día fueron suyos, y que ahora han perdido! ¡Qué aturdimiento se haya apoderado de unos espíritus eternos! Luego los incita, ¡Despierten: levántense o permanezcan para siempre doblegados por su vergüenza![12]».

 

Lord Byron tiene un dialogo clásico entre Caín y Lucifer:

CAIN.- ¿Qué es lo que somos?

LUCIFER.- ¡Almas que se atreven a usar de su inmortalidad! En un verso de Nicanor Parra, el paseo es la morada del diablo  y  su destino:

 

En unas silla de montar

Hice un viaje por el infierno.

En el primer círculo vi

Unas figuras recostadas

Contra unos sacos de trigo. Sin duda una descripción muy política de los sufrimientos de Dante. En el capítulo XLVI de Pentagruel, escribe Rebelais, cómo el diablo fue engañado de forma muy graciosa por un labrador, primero con el trigo luego con la cosecha de nabos. Al final de cada venta, el diablo no lograba vender su mercancía y hasta el pueblo se burlaba de sus diablillos, Los diablos no solo no vendieron nada, sino que los aldeanos que había en el mercado se burlaron de ellos, prosigue, El labrador vendió todos sus nabos a buen precio, pero el diablo no vendió nada. Y aún peor era que todos se mofaban públicamente  de él[13]. En Valery podemos leer el duelo entre Astaroth y Belial, en Lust, La señorita de cristal, tercer acto, escena primera, los demonios se encaran con horribles máscaras:

 

 

BELIAL

Cada uno tiene su gusto… ¡Tú roes, yo mancho!

ASTAROTH

¡Puah! ¿Y qué manchas?

BELIAL

Todo. Convierto todas las cosas en basuras. Tú carcomes, pero yo degrado. Infecto los pensamientos. Ensucio las miradas. Enveneno las palabras. Por mí la verdad es fea u obscena, y quien busca la verdad, me encuentra. Yo soy la verdad de la verdad (LS). En 1795 Ehrhard en su Apología del diablo exigía en sus preceptos, entre otras cosas que no se debía ser veraz, (no como el demonio), un ser capaz de apoderarse de todo, igual que una sanguijuela, una rémora que penetra el concilio sueño de la moral ajena, el diablo, la idea de un ser malo capaz de perjudicarnos, es un arquetipo inusual, cosa que en tanto creencia del hombre, no se ve que afecte a otros mamíferos. En la viñeta 4 se escribe a que todos, Incitan al pecado, y finjan al mismo tiempo reconocer la moralidad como necesaria,   en el 5 exclama, No ames a nadie, 6) Haz desdichado a cuantos no quieran depender de ti.




En la literatura japonesa los espíritus malignos están presentes e igual pueden tomar forma o imagen de cosas geométricas, o privar de los hombres de la viva realidad por medio de distorsiones temporales, en el gran prosista Akutagawa lo obliga hasta el suicidio, ¿No querrá alguien apretarme el cuello, silenciosamente, mientras yo esté durmiendo[14]? Y yo solo digo, ¿no estaría genial, leer Los engranajes escuchando el capricho 24 de Paganini? La importancia en el campo de las letras que ha tenido el diablo, tanto como efecto de leer y escribir libros sobre él, suponen que hubo muchos otros, lectores y escritores que dedicaron tiempo a tan docta actividad, Jeffrey Russell ha seguido, de manera erudita y amplia, la figura, la idea del diablo a través de las distintas eras históricas en sus libros The Devil: Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity (1977), Satan: The Early Christian Tradition (1981), Lucifer: The Devil in the Middle Ages (1984), que culminan en Mephistopheles: The Devil in the Modern World (1986) —sobre el que me baso para ciertos aspectos del presente apartado[15]. Una criatura rara, una creación distinta, el demonio, el diablo, el mal, satanás, lucifer, es rico en lenguaje, sucede que, dentro de la literatura, no solo la de un solo idioma, pero, todas aquellas lenguas vernáculas y genealógicas, siempre honran el conocimiento sobre estos demonios, sino con la escritura. Escriben sobre ellos, sobre él único plural. William Allinghan por ejemplo, le habla en forma de hadas, y escribe sobre estos entes de tal forma, que uno no puede sino desear ver una, pero como ya decía el Obispo Meaux, y el mismo Allinghan ya en un verso;

Ni por las montañas

 ni por los juncos valles

a cazar nos atrevemos

pues a las hadas tememos[16]. Qué pensaría  Juan Díaz Covarrubias de, El diablo en México y otros textos, o von Vereiter  de,  Yo fui médico del diablo, no lo sabemos. El traductor de Poe, Charles Baudelaire en XXXVII, El poseído;



se lo que quieras, noche negra, aurora de oro;

no hay fibra en este cuerpo, que haces estremecer,

que no quite: “¡Oh querido Belcebú, yo te adoro![17]En otra esfera Edipo le dice al ahijado del daimon Tiresias, cuando el brujo le conjura su verdad, su pasado, el rey no dispone de la suerte como para entender, el ciego le juega una trampa, pero Edipo es de mente fuerte, y de labios hábiles;



EDIPO

¿No vas, vil entre viles –hasta a una piedra harías airarse-, no vas jamás a hablar? ¿Vas a mostrarte, así, insensible, inútil?[18]



Una aproximación mínima a la literatura del diablo sin este pasaje de Dostoievsky no sería un verdadero atrevimiento, en Los hermanos Karamazov:

La belleza es algo terrible. Es ahí donde el Diablo lucha contra Dios y el campo de batalla es el corazón del hombre.



 

Antonio Pérez-Paredes

Profesor de Primaria y Universidad



[1] Léase mi artículo publicado en este mismo sitio. Isócrates el pedagogo del areté. https://pagina23cancun.blogspot.com/2020/05/isocrates-el-pedagogo-del-arete.html

[2] Burton, Robert, Anatomía de la melancolía, Alianza editorial, 2006, Buenos Aires, pág. 221-227

[3] Forsea, José Antonio, Summa Daemoniaca, Editorial Dos Latidos, Zaragoza, España, 2012, pág. 16

[4] Mateo, 4:1-4

[5] El infierno de Alibech, Bocaccio. Perteneciente al lúcido compendio, Literatura satánica (LS) escrito por Tulio Stilman, Editorial, Corregidor, Buenos Aires Argentina. 1976, pág. 9. Úsese y comprenda de aquí en adelante únicamente de citaran los autores que pertenecen a esta selección antecedido por (LS), y posterior a ello en cursiva se apreciará el fragmento.

[6] (De “Sermones del Illmo. Señor D. Jacobo Benigno Bossuet, Opispo de Meaux y preceptor del Señor Delfín, traducidos del francés por el D. Domingo Morico, Valencia, 1775, Tomo IV) El texto pertenece a mi colección personal (DaC).

[7] Goethe, Fausto, Universidad Nacional de México se debe la siguiente edición. Traducido por J. Roviralta Borrell, 1924.

[8] Para esta cita he usado el Fausto primera edición al español, 1856, Madrid España. Prologo en el cielo, pág. 8.

[9] El martillo de las brujas, Editorial Maxtor, Valladolid, España, 2013.

[10] Manguel, Alberto, Mientras embalo mi biblioteca, Editorial Almadía, 2017, México, Traducido por Eduardo Hojman, pág. 80

[11] Milton, John, El paraíso perdido, EMU editorial, México, 2017, pág.22

[12] Pág. 23

[13] François Rabelais publicó, La vie très horrifique du grand Gargantua, père de Pantagruel,  Gargantúa y Pantagruel, publicadas en 1534 en Francia.

[14] Akutagawa, Ryyunosuke, Rashomon, Veracruz México, 2004, pág.290.

[15] SANDOVAL, Adriana. La figura del diablo en algunos textos y en El fistol del diablo. Lit. mex [online]. 2011, vol.22, n.1 [citado  2020-07-25], pp.119-142. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25462011000100006&lng=es&nrm=iso>. ISSN 2448-8216.

[16] En, Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades, libro de Harold Bloom, ofrece un monárquico compendio de varios relatos, que a veces parecen cuentos, y poemas. Editorial Anagrama, 2017, Barcelona España, pág. 53

[17] Baudelaire, C. Las flores del mal, XXXVII.

[18] Sófocles, Edipo Rey, Editorial oveja negra, Bogotá, Colombia, 1993, pág. 19